junio 2025 | ||||||
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abril |
Sin querer
A pesar de mi carácter hipocondriaco, he de reconocer que no soy enfermizo. Al contrario. Y por eso me ha sorprendido haber pillado un resfriado este otoño antes que la mayoría de mis conocidos. Este catarro me ha proporcionado una especie de sádica satisfacción, al comprobar cómo amigos, familiares y compañeros de trabajo iban también sucumbiendo al virus de marras. La parte sádica viene de la idea no del todo descabellada de haber sido yo quien les ha contagiado. Sí, a todos, que si no, no tiene gracia. Soy el responsable de sus estornudos, de su goteo nasal, de su picor de ojos y demás. Tiembla, mundo. Pero claro, en realidad y aunque fuera cierto, todo ha sido sin querer. Porque yo no planeé ponerme enfermo, ni les he tosido encima, ni les he inyectado mi sangre, ni nada peor. Porque cuando he estado, por ejemplo, sentado al lado de alguien y me he visto en la necesidad -porque es una necesidad- de estornudar, he guardado las debidas formas. Y al fin y al cabo, yo no puedo controlar mis actos reflejo. No estornudaba adrede. Algo similar parece que le ocurrió a James Anglada, un portero de discoteca del Maremágnum a quien se juzga junto a unos coleguillas por haber asesinado a Wilson Leónidas Pacheco, propinándole una paliza y arrojándole luego a las aguas del puerto de Barcelona, donde se ahogó. Anglada, sin asomo de rubor, asegura que lanzar a Pacheco al Mediterráneo "fue un acto reflejo. Fue sin querer". Fue como un estornudo, vamos. Sólo que en lugar de contagiarle un constipado, lo mató. No podía hacer otra cosa. Si hay ganas de estornudar, al final se estornuda, por mucho que uno se intente aguantar. Y parece que Anglada no pudo evitar agarrar a una persona y lanzarla al agua. Qué pedazo de acto reflejo. Imagino, claro, que también serían actos reflejo las patadas y puñetazos que tanto Anglada como los otros dos acusados han reconocido haberle soltado a la víctima. Le dieron una paliza sin querer. Como quien pisa a otro en el metro. Y pensar que hay alguno que está preocupado porque no aparecen las armas de destrucción masiva en Iraq. Que salga tranquilamente el líder político de turno y que diga que el asuntillo ese de la guerra fue un acto reflejo. Sin querer. Oigan, que yo no quería bombardear a nadie, pero es que estaba resfriado y los virus son así de puñeteros. Lamento haber contagiado a civiles inocentes.
Ahora le toca a Barcelona
Después del reciente apagón que afectó a parte de Estados Unidos y de Canadá, Silvio Berlusconi abrió esa boca tan grande que tiene y dijo que una cosa así jamás podría suceder en una ciudad italiana. Y es cierto, no ha sucedido en una ciudad: el apagón de ayer afectó a todo el país a excepción de Cerdeña. Curioso que este apagón ocurriera durante la Noche Blanca romana, durante la que permanecieron abiertos museos, teatros y piscinas. La iniciativa parece algo gafe, ya que el año pasado, durante la Noche Blanca parisina fue apuñalado el alcalde de la capital francesa, Bertrand Delanoe. El caso es que después de los apagones ocurridos en Estados Unidos, Canadá, Londres y parte de Escandinavia, me pregunto si algo así podría suceder en Barcelona. Y la respuesta es un rotundo sí, claro. Para que tuviera lugar un apagón antológico en esta ciudad sólo haría falta una cosa: que lloviera. Cuando llueve en Barcelona, aunque sólo sean cuatro míseras gotas, el tráfico es un caos, el metro se retrasa, los trenes se niegan a circular, las plazas se inundan y se declara el estado de emergencia. Con un poco de suerte, no sería de extrañar que, además de todo lo habitual, se fuera la luz. Al día siguiente, en lugar de optar por la salida cobarde de culpar a otros países como se ha hecho en Estados Unidos y en Italia, nuestros políticos se echarían las culpas entre ellos y, después, a nosotros. Es decir, los madrileños responsabilizarían a las autonomías, en Catalunya asegurarían que el culpable es el gobierno central y, mientras tanto, el alcalde Joan Clos nos achacaría nuestra falta de civismo por haber salido a la calle sin pensar en que dejaríamos al ayuntamiento (de nuevo) en evidencia. Pero, eso sí, Clos también propondría celebrar una Fiesta del Apagón o un Día sin Luces dentro del incomparable e indefinido marco del Fòrum de les Cultures. Lo dicho. Que los próximos podemos ser nosotros. Y lo bien que vamos a quedar.
Detalles
La mayor parte de las discusiones y peleas, por no decir directamente las guerras, vienen causadas por malos entendidos o por cuestiones de detalle. Pero, claro, la semántica y las minucias son dos de las cosas más importantes que existen.
La soga
Por desgracia, últimamente me he visto obligado a liarme una corbata al cuello. Nunca me había gustado ese trapo: no le veía ni la gracia ni la utilidad. De hecho, el único sentido que le medio adivinaba era que se tratase de algún tipo de freudiano símbolo fálico. Ya sé, simplista, pero, vaya, se trata de una prenda alargada, que cuelga y que casi siempre llevan hombres. Pero ha resultado no ser tan sencillo. Una vez te la pones y llegas al trabajo lo ves más claro. No se trata simplemente de un adornito obsoleto. Es una correa. Como la de los perros. Por eso los jefes nos obligan a llevarla: para que seamos dóciles. Si un tipo con corbata se rebela, se le estira un poco del cuello, abajo, siéntate, tranquilo, Bobby, y a otra cosa. Y si el director general también la lleva, es porque a su vez tiene jefes que en un momento u otro le querrán estirar del collar, ya que siempre hay alguien que está más arriba. Además, igual la razón de que aún haya muchos muchos empresarios machistas es que casi no hay mujeres que luzcan corbata. Por otro lado, la corbata apenas deja respirar e impide que la sangre llegue correctamente al cerebro. Lo único que se puede hacer estando en una situación tan desmejorada es trabajar. Uno no da para más. De todas formas, y dejando a un lado el efecto correa, creo que es un error que en las empresas se obligue a llevar tanto la corbata de marras como el traje. La excusa que se suele aducir es que hay que ofrecer una buena imagen a los clientes. Pero, suponiendo que estos se fijen en el ropero de los empleados y no en su trabajo, al ver a veinteañeros obligados a vestir con chaquetas sacadas de las rebajas de Zara, pensarán irremediablemente en vendedores de El Corte Inglés y de coches de segunda mano. Es decir, en gente que le quiere endosar cualquier cosa, compre, compre, aquí lo importante es que usted nos crea, digamos la verdad o no. Y ahora me acuerdo de las corbatas de los políticos y de los presentadores de telediarios, pero, por favor, no caigamos en la demagogia. Al menos, no todo el rato. Por si esto fuera poco, añadiré que vestir con traje ni siquiera me parece elegante. Quizás lo fuera hace años, pero hoy en día un traje no es más que un uniforme de trabajo. Al menos, cuando es gris y hay que llevarlo con corbata. Es igual que el mono de un mecánico o que la ropa blanca de un cocinero. Es más, no me extrañaría que dentro de poco hubiera vestuarios en las oficinas: para no tener que salir a la calle disfrazado y pasar vergüenza en el metro.
You and me baby ain't nothing but mammals
Como si no tuviéramos suficiente con las despedidas de Pujol y de Aznar, ahora se nos va Copito de Nieve, enfermo de cáncer de piel y desahuciado por los veterinarios. El caso de Copito es más trágico, ya que su despedida es definitiva: apenas vivirá unos meses. Además, al contrario que Pujol y Aznar, el gorila albino tiene pocos enemigos entre los humanos y, encima, no deja sucesor, ya que su abundante descendencia ha sido morenita y más bien común. Siguiendo con la analogía podríamos decir que los sucesores de Pujol y de Aznar son también morenitos y mediocres, pero aunque Pujol tiene prestancia política e histórica suficiente como para ser albino en caso de haber nacido gorila, hay que decir que Aznar, de haber sido mono, sería, como mucho, un chimpancé gris. Pero eso son apreciaciones personales, claro. Siguiendo con los monos y las sucesiones, hay que decir que Maragall, el relevo de Pujol en caso de que CiU perdiera las elecciones, no llega a gorila blanco, pero sí al menos a mono pelirrojo o perro verde, que raro y original lo es un rato. En cambio, Zapatero es más como Chita. Simpático y gracias. Por cierto, dicen que a Copito de Nieve no lo piensan clonar, aunque se guardarán muestras de ADN. Lo digo porque a más de uno le gustaría clonar a los presidentes de España y de Cataluña, y no son pocos los que piensan que, de hecho, Rajoy y Mas son clones de sus jefes. Pero ya sabemos lo que pasa con los clones. Que, como la técnica aún no se controla, suelen salir defectuosos. De todas formas, más que clones, estos sucesores digitales (por lo del dedo, claro) parecen más bien fotocopias. Rajoy ha salido borroso y Mas viene con lifting. Esto del lifting me recuerda que Jordi Portabella, teniente de alcalde y presidente del zoo, asegura que retirarán al pobre gorila cuando no esté visible. Cosa que me hace pensar en Manuel Fraga, no sé por qué. Es curioso lo facilón que es comparar a políticos y monos. Quizás porque lo mejor sería enjaularlos. A los políticos, quiero decir. Les iríamos a ver al zoo, les tiraríamos trozos de pan y reiríamos sus gracias. Así podrían pelearse entre ellos sin salpicarnos a nosotros, que bastante tenemos con lo nuestro. Y también observaríamos con curiosidad cómo el mono blanco particular de los políticos españoles (y ahora pienso en Felipe González) se dedica a pasearse enfurruñado, acostumbrado a los elogios y a los mimos, siendo aún la estrella del zoo y lamentando, en su caso, haber sido prejubilado. Claro que si los políticos fueran hombres y mujeres de cierta altura y dignidad, la comparación con chimpancés y babuinos no sería tan facilona. Pero ocurre que, por lo general, las personas de bien no se dedican a la política.