¡Independencia!


No me gustaría que nadie pensara que hago bromas con el independentismo, esa opción política por la que Aznar está haciendo tanto bien, pero el caso es que siempre he pensado que Sants, mi barrio, debería ser un estado independiente, enlazando así con su pasado de municipio libre, anexionado pacífica pero colonialmente hace poco más de cien años por la opresora ciudad de Barcelona. Alguno me dirá que es absurdo pensar que un barrio pueda constituir una nación, y estará en lo cierto, pero es que yo no me refiero sólo al barrio, sino a todo el distrito de Sants-Montjuïc. Se trata del mayor aunque no el más poblado distrito de Barcelona, y cumple con casi todos los requisitos para ser un país libre y próspero. Para empezar, y además de su ya mencionada historia como pueblo independiente, el barrio posee un amplio tejido comercial, formado sobre todo por las tiendas de la Carretera de Sants. Estas tiendas se anunciaban en la radio como el área comercial al aire libre más grande de Europa, cosa que igual supone un exceso de optimismo, pero que, en todo caso, nos coloca en la vanguardia del sector terciario. En el terreno industrial, Sants también tendría el suficiente potencial económico, gracias a las fábricas de la Zona Franca y al puerto de Barcelona. Las comunicaciones con el extranjero que proporciona el puerto se verían además reforzadas con la estación de tren de Sants, la más importante de la ciudad y futura parada del Ave. Bueno, cuando llegue el Ave, que imagino que llegará una década de estas, con paso lento y casi seguro. Las salidas al extranjero también podrían realizarse cómodamente por coche, gracias a la Ronda del Mig y a la autovía de Castelldefels, donde, eso sí, habría que instalar algún tipo de aduana y control de inmigración. El paso de frontera a pie también debería regularse. Sants es también uno de los distritos más activos social y culturalmente. Es el que posee mayor número de asociaciones, cosa meritoria, teniendo en cuenta que en Cataluña la gente se asocia hasta para sacar al perro a pasear. Asimismo, contamos con el Palacio Balañá, el cine (ahora multicine) más antiguo de los que siguen en pie en Barcelona, y con el nuevo Teatre Lliure, situado cerca de la histórica avenida del Paralelo y a los pies de Montjuïc, que es nuestro (enfisémico) pulmón, coronado por un parque de atracciones que nunca recuerdo si ya ha cerrado del todo por última vez o si aún hay que apagar las máquinas que lo mantienen con vida artificialmente. En esta montaña, eso sí, tenemos la Fundació Miró y el MNAC, que debería cambiar de nombre y pasar a ser el Museu Nacional d'Art de Sants. En Montjuïc también se encuentran el estadio olímpico y el Palau Sant Jordi, donde nuestras selecciones nacionales nos regalarían, sin duda, impagables momentos de gloria. Ahora no recuerdo a ningún deportista famoso que sea compatriota nuestro, pero alguno habrá, digo yo, aunque se hayan ido todos a vivir a Pedralbes. Por último, hay que recordar que Esquerra Republicana de Catalunya nació en este distrito en 1931, así que no sería de extrañar que entre nuestros ciudadanos se impusieran estos deseos de disfrutar de la libertad y de la independencia, que traerían consigo mayor bienestar y prosperidad para nuestro país, incluidas las zonas menos afortunadas. Visca Sants Lliure! Y ya de paso, bon any!


 
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Que prohíban la manzanilla


La mejor forma de enfrentarse al problema de las drogas quizás sea legalizándolas todas. Las llamadas drogas duras pasarían a consumirse bajo control médico, mientras que las llamadas blandas perderían la poca gracia que tienen y apenas serían consumidas por algún cuarentón nostálgico. Especialmente la marihuana. Y es que el caso de la marihuana me parece muy curioso. Sobre todo si hacemos caso a quienes defienden su legalización con más empeño. Estos adalides del porrete quieren convencer a quien tenga la mala suerte de estar cerca de que la marihuana es un producto beneficioso para la salud. Además, explican, es muchísimo menos adictivo que el alcohol y, en el fondo, no es más que una planta. Como si el curare no fuera también un vegetalísimo y naturalísimo producto. Es decir, los defensores del cannabis quieren que tomarse un porro sea visto con tanta normalidad -y, sobre todo, naturalidad- como tomarse una manzanilla. Pero, entonces, lo que no queda claro es por qué no es más habitual el consumo de manzanillas, mentas y demás infusiones entre los fumadores de marihuana. Para comprobar este último punto, os recomiendo que hagáis una encuesta entre amigos y conocidos. Alguno me dirá que esto es porque la manzanilla no hace reír. Pues yo creo que no. Me parece que es simplemente porque uno puede comprar cualquier producto de la Hornimman's en el súper y eso no sólo no hace reír, sino que además no tiene nada de gracia. Es más, si se prohibiera el consumo de manzanilla y se legalizara el de marihuana, estoy convencido de que todo el mundo iría detrás de la dichosa infusión. Es que provoca una sensación de bienestar que no veas. Y los porros, para los enfermos. O sea, que si los políticos realmente quieren que nadie consuma cannabis, lo único que han de hacer es permitir que se venda en los estancos. O, peor, en las farmacias. Y prohibir la manzanilla o la tila, para que se pueda seguir disfrutando del consumo clandestino de un producto a reivindicar. De paso, no estaría de más que pusieran los porros por las nubes y se ingresara al menos el noventa por ciento en concepto de impuestos, que hacienda somos todos y yo quiero cobrar mi pensión cuando me jubile.


 
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Look after the pennys and the pounds will look after themselves


Los asesores de Michael Jackson le recomiendan que no se gaste más de un millón de dólares al mes. Y es que un millón de dólares se le quedan a uno en nada, y yo lo sé bien porque, aunque este jueves tampoco me ha tocado la primitiva, he pasado buenos ratos imaginando lo que haría en caso de que fuera millonario. En realidad, los gastos del cantante de plástico son fácilmente comprensibles y disculpables por cualquiera que sepa cómo está de cara la vida. Por ejemplo, todos sabemos lo que cuesta una hipoteca y durante cuánto tiempo hay que estar pagándola. Pues Jackson tiene que pagar cuatro por su rancho. Eso por no hablar de sus deudas, que ascienden a 200 millones de dólares. Una vez le llegué a deber veinte euros a un amigo y aún me estoy recuperando del quebranto que esto significó en mi economía, así que no quiero ni pensar en qué puede suponer tener que devolver una cantidad semejante. Parece además que Jackson se gasta cada mes 15.000 dólares en su dermatólogo. No me extraña, aún recuerdo lo que me costaban los potingues que compraba para combatir el acné. Y eso que yo no quería cambiar los granos de color: me conformaba con rebajar su volumen. El cantante también desembolsó 180.000 euros para el mantenimiento de una máquina de helados, cosa comprensible en un padre de familia. Quién le dice que no al pequeño Prince Jackson, con esa mascarilla tan cuca y esa piel tan blanca como la de papá. Además, los helados no son baratos, ni mucho menos, y más cuando a uno le da por pedir copas con nata, caramelo y un chorrito de licor. El artículo no hace referencia a los gastos de sus abogados. Y ahora esta partida se le va a disparar, con la última sorpresa que ha recibido. Los abogados son unos tipos muy peligrosos con el dinero, y no sólo en Estados Unidos. Cuidado, que nadie me malinterprete: no tengo nada en contra de los abogados, siempre y cuando se dediquen a los suyo y no molesten. Incluso tengo un amigo licenciado en Derecho y que trabaja en un bufete. Pero he de reconocer que no me gustaría tener cerca a un abogado en el momento en el que éste extiende una minuta. Aún no he tenido que recurrir a ellos, pero pienso justamente en mi amigo y me doy cuenta de que no voy muy desencaminado. Y es que Paco es el que tiene el mejor coche del grupo y el que se gasta más dinero en ropa –aunque yo visto mejor-, pero también es el que acumula más deudas. Todas con una persona, Pedro, que es el único insensato que sigue atreviéndose a prestarle dinero. El truco de Paco para zafarse de las deudas es muy simple. Cuando Pedro reclama lo que es suyo, le contesta diciendo que sí, que vale y que "ya haremos cuentas". Lo fundamental es usar el verbo en futuro, no sea que un lapsus le obligue a sacar la cartera. La cosa llega hasta el punto de que no es extraño que los mails de Pedro acaben con una posdata en la que explica que ya ha hecho cuentas por su cuenta y que le sigue debiendo 15 euros. Paco acaba pagando y Michael Jackson no debe olvidar que sus abogados acabarán cobrando. Así las cosas, tendrá que hacer caso a sus asesores y apretarse el cinturón. Yo le propongo vender una de las llamas, no subirse al tío vivo más de una vez por semana y usar sólo los coches con motor diésel para moverse por su rancho. Con eso se ahorrará unos buenos miles, que siempre vienen bien.


 
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Jugadores


Los tipos más supersticiosos que conozco trabajan en la bolsa. Muchos de ellos no sólo adornan su mesa y sus monitores con figuritas de plástico a modo de amuletos, sino que llegan al punto de sentarse siempre en la misma silla durante las reuniones. El otro día, por ejemplo, vi cómo alguien que no estaba al corriente de estas manías agarraba una silla que no era la suya con la terrible intención de dejar caer su culo sobre ella. El usuario habitual de este mueble soltó un gritito histérico y se abalanzó sobre el respaldo, apartando al casi asustado compañero. No era la primera vez que presenciaba una escena similar. -Damos pena, lo sé –le dijo entre risas, después de explicarle el porqué de aquel ataque de pánico-. Pero imagina que me cambia la racha: te echaría la culpa a ti. Son como jugadores de casino, pero sin encanto libresco. Hablan siempre de métodos matemáticos y fiables, pero en realidad no hacen más que confiar en rituales de los que se avergüenzan, además de amenazar con el estigma del gafe. Un poco como todo el mundo, imagino, sólo que más exagerado. Y es que supongo que todos llevamos dentro a un deprimente jugador de ruleta. Sin ir más lejos, yo mismo eché una primitiva anteayer, justo después de que las necesidades de una paloma cayeran sobre mi chaqueta. Dicen que trae buena suerte. Me conformo con que me traiga unos cuantos millones o, al menos, lo justo para pagar la tintorería.


 
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Y ahora, ¿qué?


Barcelona se ha quedado sin símbolo: Copito de Nieve murió esta madrugada. La verdad, se nota que la ciudad ha perdido su referente. Porque es que, de momento, no tenemos reemplazo. Guardiola está en Qatar y la orca Ulises emigró hace años a San Diego. A los barceloneses nunca nos ha gustado demasiado la Sagrada Familia, que además ni siquiera está acabada. Las Ramblas, que a mí siempre me han parecido feas y aburridas, están cada vez peor: sucias, polvorientas, tan llenas de gente por las tardes que uno ha de ir abriéndose paso a empujones. La Rambla de Catalunya es un sitio agradable, sobre todo ahora que ya está libre de terrazas hasta que llegue de nuevo el verano, pero sólo es eso: un sitio agradable, nada emblemático. Y la plaza de Catalunya no es más que un enorme nido de palomas psicópatas, que parecen sacadas de la película de Hitchcock. De todas formas, no resulta difícil deducir que el ayuntamiento ya lleva tiempo trabajando en este tema. Y es que, teniendo en cuenta que la enfermedad del gorila no ha pillado a nadie por sorpresa, se entienden ciertas acciones emprendidas por el consistorio para hacerse con un nuevo símbolo. Me refiero a Woody Allen. Siempre ha habido un peloteo mutuo entre el cineasta y la ciudad. Aquí, a todo el mundo le gustan sus películas y quien diga que está sobrevalorado se expone a un merecido linchamiento. Los últimos años, el peloteo parecía haberse salido de madre y el baboseo por ambas partes ya daba cierta grima. En septiembre, con Copito agonizando, el ayuntamiento le otorgó el título de "Amigo de Barcelona". En la ceremonia de entrega, Allen aseguró que "seguramente Barcelona es la ciudad más perfecta del mundo". Sin exagerar, claro. También volvió a dar la tabarra Antoni Llorens, consejero delegado de Lauren Films, distribuidora en nuestro país de las cintas del neoyorquino. Llorens, además de creer que es la musa y el verdadero descubridor de Allen, lleva años intentando convencer al cineasta para que ruede en nuestra ciudad alguna película o, en su defecto, alguna escenilla. Ahora está claro el objetivo de todas estas iniciativas: que Woody Allen sustituya a Copito de Nieve como emblema de Barcelona. Y que aparezca en nuestros llaveros, sustituyendo tanto al simio como a Cobi, la por suerte olvidada mascota de las olimpiadas. Alguno dirá que será difícil que Allen abandone Manhattan por el Eixample, pero todo se consigue con buena voluntad, facilidades para financiar sus filmes y una casa en Pedralbes. Y si alguien objeta que el realizador es extranjero, sólo hay que recordarle que Copito era de origen guineano. Si lo de Woody Allen falla, hay otros candidatos a símbolo barcelonés en el banquillo. El más evidente: Bruce Springsteen. Cada vez que el músico viene a Barcelona, podemos leer en los periódicos acerca de la relación "especial" que hay entre la ciudad y el Boss. De hecho, en su más reciente visita hasta soltó una frasecilla en catalán en lo alto del escenario, cosa que al parecer llevó al orgasmo a muchos de sus fans. Además, su último vídeoclip estaba rodado durante uno de estos conciertos y se podía ver a un puñado de pirados del público alzando un castell. En definitiva, que hay que procurar sustituir al gorila albino por un nuevo símbolo, ya sea el cineasta neurótico o el cantante gritón. El caso es que podamos seguir pensando que nuestra ciudad es la mejor del mundo, no vaya a ser que comencemos a echar un vistazo a nuestro alrededor y nos demos cuenta -horror- de que no es así.


 
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