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abril |
Preguntas
A: No sé dónde vamos a ir a parar, en serio, no lo sé. B: A Mataró. A: ¿Cómo? B: Que el tren va a Mataró. A: Cielos. Pues era fácil. B: Sí, bastaba con preguntar en voz alta, mirando al vacío y golpeándose el pecho con el puño. A: Pues ya no me quedan más dudas existenciales. B: ¿No? ¿Ni una? A: No, porque de dónde venimos ya la sabía: de la estación de Sants. Lo sé porque me acuerdo. ¿Por qué estoy aquí? Porque no tengo coche y necesito recurrir al transporte público. ¿Cuál es el sentido de todo esto? Vamos hacia el nordeste, siguiendo el litoral. B: Entonces, ¿ya están resueltos todos los grandes misterios de la humanidad? A: Los míos, sí. No sé si a usted le queda alguna duda pendiente. B: Pues ahora que lo comenta, tengo unas cuantas. Por ejemplo: ¿cuál es el origen del universo? A: Hm. Es difícil. Pero yo diría que la U. No se escribe con H, ¿verdad? B: Ah, pero tiene truco: la U es el principio, pero no el origen. ¿Qué causó ese principio? A: Probablemente un bolígrafo. B: Pues suena lógico. A: A ver, igual era un lápiz. O una pluma. O una impresora. Pero eso ya es cuestión de detalle. B: Sí, estoy de acuerdo. De todas formas, tengo más preguntas sin respuesta. ¿Dónde dejé mis gafas? A: Esa es aún más difícil. B: ¿Verdad que sí? Ni siquiera la ciencia tiene respuesta. Lo sé porque le pregunté a un amigo mío que es físico y me dijo que hiciera el favor de no volver a llamar a las tres de la mañana. A: ¿Y qué hizo? B: Seguir sus indicaciones y llamar a las cuatro. Se enfadó igual. Incluso más. Estos científicos son unos excéntricos. A: Volviendo a su pregunta... ¿Dónde las vio por última vez? B: No lo sé. Mire, otra pregunta sin respuesta. El caso es que como no las llevaba puestas cuando las vi por última vez, no distinguía. A: Pues no sé qué decirle. Está haciendo que me cuestione mis principios. B: ¿Tiene más de uno? A: Los pies y la cabeza, según cómo se mire. Y la U, claro, ya que yo también formo parte del universo. B: Pues tengo más preguntas eternas. A: Adelante. B: ¿Por qué La oreja de Van Gogh sigue sacando discos? A: Aunque no se lo crea, yo también he meditado mucho acerca de este tema. Esta pregunta se enmarca dentro de una más general, que englobaría también los discos de Amaral, los de Extremoduro, los libros de César Vidal y los blogs sobre ciencia. La pregunta sería: ¿por qué existe el mal en el mundo? B: ¿Y cuál es la respuesta? A: Por joder. El mal existe por joder. B: Pues es cierto. A mí me jode mucho que exista el mal. Y todos esos blogs que siempre hablan del pobre H. M. A: ¿Quién es H. M.? B: No me acuerdo. Otra pregunta: ¿hay vida después de la muerte? A: Yo creo que no, que cuando me muera todo el mundo morirá. ¿Para qué iba a seguir existiendo todo eso si yo ya no puedo verlo? B: ¿Todo? ¿Incluso las cucarachas? Las cucarachas sobrevivirían a un desastre nuclear. A: Bah, un desastre nuclear no es nada. Los mutantes también sobrevivirían. B: Sí, es cierto, tampoco hay para tanto. Otra pregunta: ¿cree que estamos solos en el universo? A: Pues claro que no, qué tontería. Mire la cantidad de gente que hay en este vagón, ¿cómo vamos a estar solos? ¿Ha intentado salir a cenar un sábado sin reservar mesa antes? ¿Sabe lo difícil que es encontrar buen sitio en el cine un domingo por la tarde? ¿Nunca ha ido de rebajas? Ojalá estuviéramos solos. Qué agobio con tanta gente por todas partes. B: Buf, estoy aprendiendo un montón con usted. Me alegro de que el sentido de la vida sea en dirección Mataró y que hayamos coincidido en este vagón a pesar de toda la gente con la que podríamos haber coincidido, dado que no estamos solos en el universo. Una última pregunta, si me lo permite: ¿Dios existe? A: Más le vale, porque si no existe, le voy a decir cuatro cosas bien dichas por todo el tiempo que nos estaría haciendo perder. B: Ay... A: ¿Y ese suspiro? B: Es que me he acordado de mis gafas... A saber dónde estarán ahora. A: Ese gran misterio no podremos resolverlo durante este viaje. B: Siempre quedarán preguntas. A: Al menos una. B: El día que encuentre mis gafas, lo veré todo más claro.
La venganza es un plato que se sirve gélido
A: Volvemos a encontrarnos. B: ¿Cómo? A: Que volvemos a encontrarnos. B: ¿Quién es usted? A: ¿Cómo que quién soy? ¿No se acuerda de mí? B: No. Espere que abra. Es que por la mirilla no se le ve bien. A: ¿Ahora sí? B: Tampoco. A: ¿Pero cómo puede haber olvidado lo que pasó? B: ¿Pero qué pasó? A: 17 de Octubre. 1962. Usted conducía un Seat 1500 y cambió de carril sin poner el intermitente. Tuve que dar un frenazo brusco y a mi mujer le dio UN SUSTO DE MUERTE. B: Sigo sin acordarme. A: Yo fui el que se asomó por la ventanilla del coche, puño alzado, prometiendo VENGANZA. B: Pues no caigo. A: Grité que no sabía dónde vivía, pero sí dónde NO vivía. Y que iría descartando casas hasta que solo quedara una residencia en todo el mundo donde encontrarle. B: ¿Gritó todo eso? Igual no me dio tiempo a oírle. A: Me ha costado casi cincuenta años, yendo piso por piso, cada día al salir del trabajo, pero finalmente, LE HE ENCONTRADO. B: ¿Pero tan grave fue el susto? A: Por culpa de aquel incidente, PERDIMOS A NUESTRO HIJO. Y yo a ratos HABLO EN MAYÚSCULAS. B: ¿Su mujer estaba embarazada? A: No. Nuestro hijo ya tenía siete años. Pero del susto olvidamos dónde lo habíamos guardado. B: Pues tengo que reconocer que igual sí que era yo, porque por aquella época tenía un Seat 1500. A: ¿Negro? B: Jamás me fijé en el color. No soy racista. Solo me importaba su motor. A: Er... Volviendo al tema, ¿qué tiene que decir acerca de su actitud? B: Que lo lamento mucho, caballero. A: Eso es lo que quería oír. B: Y que tendré más cuidado con los intermitentes a partir de ahora. A: Eso espero. No me gustaría oír que va asustando a más señoras. B: En realidad, no sé si volveré a conducir algún día, ya que perdí los brazos hace casi ocho años. A: Vaya... ¿En un accidente? B: No, en un autobús. Soy muy despistado. Supongo que por eso no puse los intermitentes. Aunque ahora me costaría aún más JAJAJA... Por cierto, ya que está aquí, le importaría rascarme a la altura de los riñones. A: ¿Aquí? B: Más abajo. A: ¿Aquí? B: Un poco más a la derecha. A: ¿Aquí? B: Un poquito más a la derecha. A: ¿Aquí? B: Ahora un poco más a la izquierda. A: ¿Aquí? B: Oh, sí... Oh, gracias... Oh, qué bien. Ya está, ya está. Llevaba siete años y medio con ese picor insoportable. A: Bueno, pues si no necesita nada más, yo ya voy tirando. B: ¿Tiene más venganzas pendientes? A: No, hombre, no. NO SOY UN TIPO RENCOROSO.
Vamos a morir todos: los riesgos de la cubertería
Creo que no sorprenderé a nadie si digo que los japoneses son un pueblo sabio. Quizás sí que sorprendería a más gente si lo dijera desnudo, así que procederé a quitarme la ropa. Un momento. A ver, que se me ha enganchado la pernera del pantalón. Los japoneses son un pueblo sabio. Exclamaciones de asombro entre el público. Oh. Ah. Lo ha dicho desnudo. Vestido no tendría tanta gracia. Etcétera. Recientemente y tal y como anuncié en mi cuenta de Twitter (ENLACE A MI CUENTA DE TWITTER: HAZ CLIC AQUÍ Y VISÍTALA; DE NADA), viajé a Japón para llevarle a ese gran país un gran regalo:
EL TENEDOR.
Yo pensaba que mi viaje iba a acabar con siglos de angustia y largas comidas, además de luchas interminables con los últimos fideos, esos que se resisten a ser agarrados y que al final se dejan en el fondo del cuenco por pereza y después de esfuerzos, lágrimas y calambres en los dedos. De hecho, se calcula que los restaurantes chinos y japoneses tiran a la basura cada año fideos y arroz suficientes para alimentar a varios países africanos o a la familia Ruiz Mateos. Así pues, me coloqué en el famoso cruce de Shibuya, alcé el tenedor, dije algo así como "japoneses, os traigo el ten..." y fui atropellado por un autobús. Muchos periodistas me visitaron en el hospital, donde pude mostrarles las ventajas que tiene el tenedor sobre los dos palillos y la cantidad de ataques de rabia que uno se puede ahorrar gracias a su uso. Yo creía que tenía a mi audiencia completamente a mi favor, pero un periodista ya casi anciano -tendría al menos 37 años- mostraba su desagrado con muecas de desagrado y tirándome cacahuetes con cierta rabia (además de desagrado). Le pregunté por los motivos de su animadversión y me explicó que "el tenedor es peligroso. Uno puede estar comiendo y sacarse un ojo sin querer". Y para ejemplificar su advertencia, me clavó sin querer el tenedor en un ojo. --Eso es cierto --confesé una vez dejé de gritar--. Los tenedores son peligrosos, pero los palillos, también. Y para ejemplificar mi advertencia, me clavé sin querer un palillo en el otro ojo. Juntos llegamos a la conclusión de que comer en general entraña muchos riesgos, y eso sin entrar a valorar lo que supone utilizar un cuchillo. Los cuchillos son ARMAS y sorprende por tanto que no haya más muertes en los restaurantes. Ah, y con las cucharas uno también se puede sacar un ojo accidentalmente. Hubiera ejemplificado esta última advertencia sin dudarlo, pero ya no me quedaban más ojos :( Total, que este periodista japonés (Juan García) y yo estamos escribiendo un libro sobre la necesidad de comer sólo bocadillos y sopa directamente de un bol para salvar la vida. Se titula Vamos a morir todos: los riesgos de la cubertería. Qué casualidad, igualito que este post. Dicho lo cual, me costó mucho volver a España porque cada vez que salía a la calle, cruzaba sin mirar, me volvían a atropellar y tenía que volver a la clínica. Me pusieron dos ojos de cristal, pero yo no veo nada bien con ellos. Creo que están estropeados. A ver si en Privalia salen algunos baratitos. Por si alguien se lo pregunta, le he dictado este texto a uno de mis monos redactores. Jaime está gordo. JAJAJAJA, ¡VENGANZA!
Entrevistas de trabajo: algunos consejos
Observo con espanto y horror que son muchos quienes no saben cómo comportarse en una entrevista de trabajo y movidos por el pánico acaban corriendo hasta la ventana más cercana para saltar entre gritos de angustia. Y así es muy difícil que a uno le den el puesto, excepto para un empleo de suicida en France Telecom. Yo soy un experto en entrevistas de trabajo. Las hago tan bien que a veces me presento a procesos de selección simplemente por divertirme. Ahora podría estar trabajando como gobernador del Banco Central Europeo, de presidente fundador de Google o incluso como reponedor en el Mercadona, si no fuera porque me debo a mi blog y cada dos días he de despiojar y limpiar a manguerazos a mis monos redactores, cosa que me quita mucho tiempo. De todas formas y siguiendo mi vocación de que La decadència de l'enginy se consolide como un manual para el hombre contemporáneo y la mujer de los 80, recojo aquí una lista de consejos y cuestiones a tener en cuenta en una entrevista de trabajo.
-Hay muchas dudas al respecto de la vestimenta adecuada. Yo soy de la opinión de que conviene llevar ropa. Y que esta ropa ha de ser adecuada al sexo de cada cual. Y a su tamaño. A su tamaño total, no sólo al tamaño del sexo.
-En cuanto al cuidado e higiene corporal, por norma es mejor ir limpio que ir sucio, pero si por ejemplo vas a pedir trabajo a una empresa madrileña, un exceso de higiene podría hacer sentir incómodos a tus posibles compañeros. Confórmate con engominarte el pelo, para disimular la grasa, y sobre todo no olvides bordar tus iniciales en la camisa, como hacen ellos, que por ahí hay mucho chorizo.
-Varios estudios demuestran que las personas altas lo tienen más fácil para conseguir un puesto de trabajo. Procura crecer cinco o seis centímetros la noche antes de la entrevista.
-Cuando saludes a tu entrevistador, ponte de pie y dale la mano con energía. Si ves que se la queda, recuérdale en tono amistoso que la necesitas, pero ya al final de la entrevista. Si tienes más manos, ni lo menciones. Tacaño.
-No seas tú mismo. Si estás en paro es porque probablemente tienes algún defecto. Si estás en paro y además eres soltero, tienes muchos defectos y nadie te quiere. Así no te van a dar trabajo. Mejor sé otra persona. Alguien agradable y atractivo, para variar. E interesante. John Malkovich. O James Spader. Pero el Spader gordote de ahora, no el pusilánime de los 80 y los 90.
-No todo el mundo está interesado en tus teorías sobre invasiones alienígenas. Especialmente si sostienes que "ya están aquí" y te pones a buscar cicatrices en la nuca de tu entrevistador, "donde implantan los chips".
-El sexo en la primera entrevista no está bien visto por todo el mundo, sobre todo si es una entrevista de grupo. Mejor a partir de la segunda. Deja que tu entrevistador tome la iniciativa, pero no te andes con remilgos. Que estamos en crisis.
-Cuando te pregunten por tu experiencia laboral anterior, no hace falta que menciones a Martínez, "ese hijo de puta, vago de mierda, que se llevaba todo el mérito sin hacer nada". Sobre todo si tú eres Martínez.
-Si tienes trabajo y te preguntan por los motivos por los que quieres cambiar, no expliques que tu jefe "es uno de ellos" y que "ya le implantaron el chip". Tampoco añadas que quieres "acabar con esta invasión, SEA COMO SEA".
-Mientras hables con tu entrevistador, procura mirarle a los ojos, ya que esto denota sinceridad y confianza. Pero no intentes hipnotizarle. Y si lo consigues, no le hagas imitar a una gallina. Cliché.
-No uses la palabra cliché. "Tópico" es preferible.
-Quién más, quién menos, todos hemos pasado una temporada en la cárcel por desfalco, pero mejor no lo incluyas en el currículum ni lo menciones en la entrevista. A no ser que hayas coincidido en prisión con tu entrevistador. En tal caso, recuerda con una sonrisa los buenos momentos y procura no referirte al incidente del almacén.
-Toma tu medicación antes o después de la entrevista. No suele estar bien visto lo de tomar antipsicóticos durante una entrevista de trabajo. Mejor arriesgarte a uno de tus famosos e hilarantes episodios, que además rara vez son violentos.
-Si te preguntan por tus pretensiones salariales, sé realista. Estando la economía como está, confórmate con no pagar. Respecto al horario, lo que ahora se lleva es salir el mismo día que se entró.
-En este sentido, muéstrate flexible y coloca los pies por detrás de la nuca.
-Al despedirte, evita estas preguntas: ¿Qué tal he estado? ¿Lo has pasado bien? ¿Te ha gustado tanto como a mí? ¿Me llamarás? ¿Quieres quedar mañana? ¿O vamos a tomar algo ahora? ¿Te apetece un café? ¿Ese es tu nombre de verdad? ¿Y este es tu número de verdad? ¿Puedo llamar para comprobarlo? ¿Te lo has pasado tan bien como yo? Mira nuestro reflejo, ¿no crees que hacemos buena pareja? ¿Por qué no hacemos una locura y nos casamos? ¿Eh? ¿Tú y yo? ¿Nos casamos? ¿Vamos al ayuntamiento y nos casamos? ¿Eh? ¿No? ¿Por qué no? ¿Es que no significo nada para ti? ¿Te abro mi corazón y así me recompensas? ¿Sólo soy otro candidato? ¿Eso es lo que soy para ti? ¿Otro candidato?
-Tampoco llames nada más salir y digas: "¡Sorpresa! ¡Soy yo! Te echaba de menos..."
-Los sobornos son una buena idea: todo el mundo tiene un precio. Pero claro, ese precio suele estar por encima de tu colección de cromos Panini de la liga 94-95. No, ese álbum no es "de coleccionista" y no tiene un "valor incalculable que se incrementa con el paso del tiempo". Tampoco te pagará tu jubilación. Y además, falta Chendo.
-No quemes puentes. Si no te han cogido, no lances cócteles molotov a las oficinas, ni te hagas con el teléfono personal del responsable de recursos humanos para llamarle a las cuatro de la mañana. Tampoco te presentes en la empresa llorando y preguntando ¿¡POR QUÉ!?
-Por otro lado, si te cogen, tampoco acudas el primer día a trabajar llorando y preguntando ¿¡POR QUÉ A MÍ!?
-Espera dos meses antes de ponerte "enfermo".
Bocinazos
Algunos usos y funciones que los conductores asumen que son propios del claxon y de las ráfagas de luces largas:
Vaya, un atasco. Sé que un gran poder conlleva una gran responsabilidad y que me podrían juzgar por esto, pero usaré el claxon para desintegrar a los coches que no me dejan pasar. Estoy enviando ondas sónicas que hacen explotar los vehículos ajenos. BOOM. BOOM. BOOM. Lo siento, chicos, pero llego tarde. BOOM. BOOM. Oh, cielos, me están atacando a mí, ¡socorro! ¡Socorro! ¡Mayday! ¡MAYD...!
¡Ese coche se ha saltado un ceda! ¡VENGANZA! ¡MUERTE! ¡ONDAS SÓNICAS! ¡BOOM! ¡BOOM! Jajaja, ha explotado en mil pedazos... Se lo tiene bien merecido, por no saber conducir igual de bien que yo.
Pero bueno, ¡un coche que cambia de carril sin poner el intermitente! ¡Pero si eso sólo lo puedo hacer yo! En fin, usaré mi claxon para que aprenda. Sí, ya veo como baja la cabeza, compungido. En el siguiente semáforo se parará a mi lado y me pedirá disculpas, con el rostro bañado en lágrimas. Creo que esta vez sólo le pediré que piense en lo que ha hecho y que ponga esas reflexiones por escrito.
Un peatón cruzando por un paso de cebra. ¿Pero no ve que vengo yo? En fin, le daré al claxon para que la onda expansiva lo estampe contra esos contenedores de basura. Aceleraré un poco, para darle más potencia a la onda.
Vaya, un atasco. Voy a expresar mi fastidio por el hecho de que haya mucha gente aquí con el coche, sin tener para nada en cuenta que YO salía con MI coche y que ELLOS no me dejan circular en paz. Cogen el coche por vicio, porque ellos podrían ir en metro. Yo no, porque en metro a veces voy de pie. A ver, voy a poner el claxon en modo Proposición de Ley. Muy bien. Acabo de enviar un proposición de ley al parlamento para que me permita regular quién coge el coche y quién no. Ahora voy a ponerlo en modo Carta al Director de La Vanguardia. ¡Tengo que hacerme oír!
El semáforo se ha puesto en verde hace al menos DOS INTERMINABLES SEGUNDOS y el coche de delante no está circulando. ¡Esto es un peligro peligrosisímo! Porque si el conductor no ha visto que el semáforo está en verde, ¡ES QUE ESTÁ CIEGO! Será mejor que le desintegre con mi claxon antes de que mate a alguien. ¡BOOM! ¡BOOM! La gente me aplaude. De nada, de nada... Tiran flores a mi paso... De nada, de nada... Sólo hice lo que hubiera hecho cualquier otra persona en mi lugar. No soy un héroe, sólo un ciudadano concienciado.
Las largas ¿Cómo? ¿Qué es esto? ¡Voy por el carril de la izquierda y veo que OTRO coche que no es el mío pretende circular por él! ¡Está adelantando a un camión! ¡Respetando el límite de velocidad! ¿¡PERO ES QUE NOS HEMOS VUELTO TODOS LOCOS!? En fin. No tengo más remedio que lanzarle un rayo desintegrador. FUSH-FUSH. Qué raro, no se ha pulverizado. Habrá activado un campo de fuerza. FUSH-FUSH. FUSH-FUSH. No entiendo nada. Y todavía no ha adelantado al camión. ¿Es que no sabe que el carril de la izquierda no sirve para adelantar, sino para ir deprisa? ¿¡En qué país vive!? ¿¡En la Rusia de Stalin!? FUSH-FUSH. FUSH-FUSH. Nada. Tendré que llevar los rayos a revisar. A ver si me acuerdo de cuál era el pedal de freno. Aunque no sé si este coche tiene de eso.
El semáforo se ha puesto en verde hace al menos dos segundos y el coche de delante no está circulando. ¡Estoy perdiendo segundos de mi vida! De todas formas, no usaré mi arma sónica para desintegrarle. Soy una persona razonable y de recursos. Le lanzaré un rayo de energía que pondrá su coche en marcha. FUSH-FUSH. Muy bien, he conseguido que arranque. Aunque he perdido seis segundos de mi vida.