Qué pereza, oiga


Completamente de acuerdo con eso de "volem l'estatut". Y tanto que lo queremos. Pero para que se deje de hablar de él de una vez. No conozco a nadie a quien el tema le interese o le preocupe. Ni una sola persona. Nadie. Basta ya. Por favor. Un poco como lo de Fernando Alonso. Ahora que ha ganado el campeonato, el calvo de Tele 5 se puede relajar, ir al médico, tomarse la tensión y quizás, sólo quizás, no decir la palabra "Alonso" en cada frase. Total, Schumacher le sigue dando cincuenta mil vueltas. A Alonso, no al calvo. Más cosas que cansan: la selección de fútbol. Aunque con un poco de suerte no se clasificará para el mundial, el europeo, la copa Danone o lo que sea que se celebre el año que viene, y podremos pasar el veranito tranquilos, sin miedo a encender la tele y ver otra vez a veintidós tíos pastando en medio del césped mientras se van pasando una pelotita y en las gradas decenas de gorilas borrachos amenazan con liarse a tortas. Porque ya se sabe que si no juega España es como si no jugara nadie. Y Pío Moa. Pío Moa es cansino. Es leer "Pío Moa" en un foro y saber que detrás vienen ciento noventa comentarios airados. Y mira que la cosa es fácil: unos meses sin nombrarle y su nombre se olvidará, como el del señor Barragán o el de Marianico el Corto. Y si el pobre hombre quiere decir que la Guerra Civil comenzó en el 711 y que luego vino una tregua muy larga hasta el 36, que lo diga. No hay por qué extrañarse, si con tal de llamar la atención la gente ya hace cualquier cosa. Y lo del incivismo en Barcelona. Qué pereza. Sí, vale, está muy mal mearse en la calle, incluso aunque esté peor hacérselo encima. Pero eso se arregla con un par de multas de la guardia urbana, igual que lo de aparcar en los pasos de cebra. No hace falta hablar de orina cada día. En serio. No es necesario. Hablando de Barcelona, también me da mucha pereza el barrio de Gràcia. Todo él. Enterito. Con sus okupas, sus restaurantes libaneses y sus cines en versión original. Es tan, o sea, moderno y tan, no sé, como auténtico, ¿sabes? Y tan intelectual, de verdad, o sea, que la gente allí piensa y eso, ¿sabes? Ah, y los ipod. Sí, bueno, están chulos y tal, pero ni que fueran un coche volador que viaja en el tiempo y prepara capuccinos. Además, como dice Elías: "¿Un walkman de 300 euros sin radio? ¿Es una broma?" Claro que él ya tiene uno. Hay más cosas que cansan, claro, miles y miles, pero es que este fin de semana estuve de fiesta con Kate Moss y estoy hecho polvo. Como para ponerse a pensar en cosas que dan pereza. ¿He dicho "polvo"?


 
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Se van a enterar


Voy a demandar a Marcilla. En su último anuncio de televisión sale un tipo soltando la tabla de multiplicar y abriendo uno de los paquetes de su "café". Y lo abre sin problemas. Sin que se le caiga nada. Tan bien que la voz en off dice: "Felicidades, chicos, ahora podréis hacer dos cosas a la vez". ¡Ja! Qué gracioso. Imagino que esto es lo que llaman publicidad ingeniosa y atrevida. Guau, seguro que les dan doscientos mil premios en alguno de esos festivales absurdos de publicidad, ya me dirás tú, un festival de publicidad, ¿qué será lo próximo? ¿Un concurso de gordos? ¿Un campeonato de tres en raya? ¿Un desfile de ropa del Carrefour? ¿Un mundial de fútbol? El caso es que ayer compré el café ese. Y lo abrí mientras hablaba por el móvil. Y se me cayeron lo menos cincuenta gramos al suelo. O sea, publicidad engañosa de la peor. Peazo demanda que les va a caer. Voy a hacerme de oro. Y con razón. Malditos embusteros sacacuartos sin palabra. No pueden hacer un anuncio sin mentir. Lo único que han conseguido es perder un cliente que no tenían. Qué asco de café. Peor que el Bonka, que ya es decir. Y que el Nescafé, no te digo más.


 
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Catalunya triomfant


El pecado nacional es la envidia, además de la gula, la pereza, la ira, la lujuria, la avaricia y sobre todo la soberbia, así que los catalanes nos hemos buscado dos tornados dos, para demostrarles a esos americanos como se tiene que enfrentar uno a las inclemencias meteorológicas. Pues con un par. Con un par de tornados. Consecuencias: caos en el aeropuerto del Prat, alguna línea de tren cortada por un par de horas y unas pocas inundaciones y apagones. Es decir, lo que pasa cada año en septiembre a la que caen cuatro gotas. O sea, normalidad absoluta. Con dos tornados. Y si no los vemos en foto, como si no hubieran pasado. ¿Retrasos en todos los vuelos? Sí, es que ayer llovió un poco. ¿Te acuerdas de cuando se inundó la plaza Cerdà? Sí, ja, ja, qué risa, desde entonces siempre llevo un cocodrilo hinchable en el coche. A ver si se enteran estos americanos de lo que vale un peine. Así se hacen las cosas.


 
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El efecto 2000


A pesar de lo que opinan los ingenuos, el efecto 2000 sí tuvo lugar. Es cierto que no cayeron aviones, ni explotaron los ordenadores, ni los microondas se convirtieron en terribles robots asesinos, pero a medida que han ido pasando los años se han recogido pruebas que demuestran que los sistemas informáticos del mundo entero están provocando graves problemas. Por ejemplo, los directivos de una conocida marca de móviles reconocieron hace poco que el 2 de enero de 2000 se encontraron con un cambio en un prototipo de móvil, un cambio que ninguno de los empleados introdujo. Así nacieron los móviles con cámara. Más sobre cámaras: las cámaras digitales hacen fotos solas. Si no, no se explica que un turista normal eche más de doscientas fotos en cinco días de vacaciones en Tenerife. La mayoría, repetición de la foto anterior con un encuadre ligeramente diferente. La cajera del súper pasa la compra tan rápido por el lector que, cuando nos quiere cobrar, nosotros aún estamos intentando abrir la bolsa de plástico para colocar los yogures. Y es que el lector de códigos de barras va demasiado aprisa por culpa del efecto 2000. Y por culpa del mismo desastre informático, todos los productos nuevos que salen al mercado llevan soja, a excepción de la soja, que es un sucedáneo. Es todo por un error en la cadena de montaje, que incluye la soja como ingrediente a pesar de que nadie lo haya planeado así, ni siquiera en marketing, que es donde se deciden todas las tonterías. Más: las elecciones en todos los países han sido en realidad fraudulentas desde el año 2000, al producirse errores en el recuento, en la introducción de datos o en el cálculo de escaños. La excepción: las presidenciales estadounidenses de 2000 y de 2004. El error no fue informático, sino humano, demasiado humano. También se han visto afectados los periódicos. Varios de los columnistas con prosa más polémica e insultante son en realidad tipos tranquilos y conciliadores, que no se explican quién introduce esos cambios en sus artículos. Obviamente no se trata de quién, sino de qué: el efecto 2000. Por supuesto la subida de los precios de la gasolina también es debida a esta catástrofe técnica, que hace que los contadores de las gasolineras vayan a su aire. Y es que ni siquiera el precio del petróleo influye en el de la gasolina, ya que desde hace más de cinco años la gasolina se obtiene destilando papel. A causa del efecto etcétera, etcétera. Se podrían citar más ejemplos: las zonas verdes de Barcelona, el diario Avui, el éxito de David Bisbal, los politonos, el blog de Arcadi Espada. Todo consecuencias funestas del mencionado y olvidado efecto. El problema de este tipo de consecuencia indirecta es que aún existen dudas acerca no sólo de su alcance, sino también de su existencia. Por este motivo no se están poniendo en marcha las medidas necesarias para solucionarlo, a pesar de las múltiples inconveniencias causadas. De todas formas, con lo dicho debería bastar para dejar más o menos claro que el efecto 2000 no fue sólo un truco para vender ordenadores nuevos. Y que hay que combatirlo para que no nos quedemos sin lo que llamamos civilización. La solución es fácil: format c: y volver a las Olivetti color aceituna. O eso o el caos.


 
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No sólo de soja vive el hombre (o eso dicen)


Hoy en día todo tiene soja. Lo cual es una suerte para la gente que no puede vivir sin ella. Es tan sana y sabe tan a... Bueno, a soja, claro. Que es un sabor así como de estropajo húmedo, pero, bueno, hay gente a la que le gusta y yo no soy quién para meterme con el paladar ajeno, aunque más que un paladar sea algo así como un estropajo húmedo. El caso es que los amantes de la soja no tienen excusa para prescindir de ella en algún momento del día: pueden desayunar un buen café con leche de soja --¿leche de soja? ¿La soja tiene tetas?-- y un par de tostadas bien untadas con margarina de soja. Luego darse una buena ducha con jabón de soja y champú con extracto de soja. Y lavarse los dientes con el nuevo Colgate Soja, afeitarse con una Sojillette, usar un aftershave con aroma de soja y echarse unas gotas de Soja número 5. Uno podría ponerse los nuevos Levi’s Soja y una camiseta en la que se leyera bien claro Soja Girl o I love Soja. También leer un nuevo diario que ha salido impreso en papel de soja y por tanto informa mucho mejor acerca de las noticias del corazón. Para almorzar uno puede tomar una ensalada con abundante soja y, aunque no se sea vegetariano, un sucedáneo de carne que en lugar de estar hecho con tofú, esté hecho con soja. De postre, un yogur de soja o un helado de soja. Y después un té de soja. Para cenar, una buena sopita de soja o un sojadillo de sojamón y queso, o puede que una tortilla de soja o una pechuga de soja. También podría beber cerveza de soja, que es más sana, cómo no. Y edulcorante de soja, salsa de soja, zumo de soja, vino de soja, vinagre de soja, aceite de soja, galletas con soja, escuchar música en el sojadiscos en lugar del cedé, conducir el nuevo Ibiza Soja y comprarnos la nueva PSS, la Play Station Soja. Y eso a pesar de que cayó el muro y el capitalismo venció a la Unión Sojiética. Claro que ahora lo que se lleva en política es el Soje de Civilizaciones. Esto, insisto, está muy bien para toda esa gente a la que por alguna broma cruel de la naturaleza le gusta el sabor --¿sabor?-- de la soja. Los demás, en cambio, nos tenemos que limitar a suplicar por algún producto que en lugar de soja tenga, no sé, cualquier otro ingrediente. Por tanto, nos acercamos al encargado del súper, preguntamos entre hipos y sollozos, y conseguimos llevarnos a casa el único producto a la venta que no tiene soja: una ristra de cabezas de ajo. Llegamos a casa y empezamos a comernos los ajos. Crudos y a mordiscos, ya que llevamos más de tres días sin probar bocado. Hasta que nos damos cuenta de que, horror, ajos al revés es soja.


 
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