Cosas que me gustan


Para compensar la ira desbocada que he soltado en el texto anterior, voy a escribir una lista de cosas que me gustan: -Pasear descalzo por la playa. -Las tardes lluviosas de domingo. -La delicada fragilidad de las alas de una mariposa. -El olor a pan por las mañanas. -El olor a napalm por las mañanas. -Los cachorritos. -Ver a un gatito blanco jugar con un ovillo de lana a ser posible azul, por aquello del contraste. -Los bebés muertos. -Ah, sí, los bebés vivos también. Cuestan más de masticar, pero son más sabrosos. -El sabor de la sangre por las tardes. -Mi medicación. -La de mi compañero de celda. -La del novio de mi compañero de celda. -Los discos de Mocedades. -La palabra "mocedad". -Usar la palabra "mocedad" en alguna frase, tipo: "Allí estaba yo, en la cima de mi mocedad, oliendo a napalm y preguntándome cuándo iba a poder ahogar a ese gatito que jugaba con el ovillo". -Ahogar gatitos. -Vender gatitos muertos asegurando que están durmiendo. -Darle a todos los botones en los ascensores con memoria justo antes de salir. -Una chimenea y un buen libro bien gordote. Junto con una cerilla, las tres cosas que hacen falta para un agradable fueguecito. Lo mejor para una de esas lluviosas tardes de domingo en las que la gente tiene accidentes de coche volviendo del apartamento. -Hablar sobre todo y sobre nada. -Llevarle la contraria a la persona con la que hablo sobre todo y sobre nada. -Gritar e insultar a la persona con la que hablo sobre todo y sobre nada. -Iniciar un rumor horrible sobre la persona con la que ya no me hablo. -La magia del teatro. -Hablar por el móvil en el teatro. -Hacer callar a los actores porque no me estoy enterando de nada. -Tirar globos de agua desde el balcón, apuntando a los carritos de la compra. -Enviar amenazas de muerte a los actores (o lo que sean) de Friends.


 
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Cosas que no me gustan


Otis, de quien yo tenía un buen concepto, me ha pasado un meme. Un meme consiste en responder a alguna pregunta tontorrona y, aquí viene lo malo, endosarle el muerto a personas inocentes que deberán responder a esas preguntas so pena de excomunión y de que a uno le miren feo y le llamen soso. El caso es que el meme este va sobre cosas que a uno no le gustan, así que me puse a anotar unas cuantas para luego hacer una selección. En principio, libros, anuncios, películas, músicos y personas. Tuve que esforzarme mucho, porque yo soy un tipo muy agradable a quien las cosas en general le gustan mucho, pero el caso es que cogí carrerilla, me puse primero a refunfuñar en voz baja, luego en voz alta y finalmente salí a la calle a insultar a gritos a la gente. Cuando uno insulta a la gente, es importante insultar a gente más bajita y más enclenque que tú, porque si no, puedes acabar en el hospital. Dado que me duele mucho todo, adjunto las respuestas (casi todas) al meme. No tengo ganas de ordenarlas. Le paso el meme a los siete primeros que lo lean. Titanic, aunque hay que reconocer no está mal como documental sobre un barco feo que si no se hubiera hundido tendríamos que haberlo quemado, a ser posible con James Cameron dentro. Cualquier cosa que haya salido de Operación Triunfo, la Oreja de Van Gogh, Amaral, El Canto del Loco, los Planetas, Laura Pausini, Divo, el pesado de Bunbury. Los anuncios de cosas de comer con omega 3 que no son pescado. Por cierto, el ácido graso omega 3, aparte de ser sanísimo, es lo que da olor al pescado. ¿Qué coño le echan algunos a la leche? El jardín de los frailes, de Manuel Azaña. Ciento setenta páginas de un tipo que me cae más o menos bien, pero que escribía tan mal que no me extraña que acabara de político. Algunas frases de las primeras veintisiete páginas del libro (no llegué a más): "quien posea menos humanidad que espíritu crítico, fallará adversamente si el primer encuentro de un mozo con lo grave y lo serio de la vida se diluye en frívolos devaneos de colegio"; "ignoro si llevaría alguno en el coleto el mismo fárrago de lecturas desordenadas que perturbó los albores de mi adolescencia"; "en el aula hostil, la luz cenizosa de noviembre pesaba en los párpados". Los anuncios de Coronado. No me parece buena idea anunciar comida asociándola al cagar. Sí, las dos cosas van juntas, son como la vida y la muerte, dos caras de la misma moneda, dos extremos de un mismo proceso. Pero me sigue pareciendo muy mala idea. Cualquier político, cualquier "deportista", los militares en general, los periodistas con carné del partido, Carmen Martínez Bordiú. El pesado de Sabina, el presidente de Endesa, Coti, Dover, Revólver, Mecano, Friends, el color marrón, El principito, Santi Acosta, Álex Ubago, el Orozco, las listas, el pesado de Jacques Brel (sí, ¿qué pasa?), el pesado de Manolo García, el pesado de Alejandro Sanz, Luis Cobos (¿por qué no está en la cárcel?), Coldplay, Juan Manuel de Prada, Roxette, Keane (que son como Coldplay, pero en cutre), Bjork y, por supuesto, Kenny G y Michael Bolton, dos tipos a los que incomprensiblemente nadie ha asesinado. Juan Carlos I y su familia, Fanny y Alexander, las corbatas, Napoleón (¿cuál es su personaje histórico preferido? A ver, deje que piense en dictadores sanguinarios...), cualquier cosa que haya escrito Joan Barril, casi todos los musicales, los artistas de lo que sea que dicen que "trabajan mucho" (¿a quién pretenden engañar?), El diario de Bridget Jones, las charlas de ascensor, Steve Jobs, Pedro Ruiz, los tomates, el olor de los hospitales y repito Friends, por si alguien no se ha enterado de que me parece una serie aburrida, tonta y sin gracia, que apenas distingo de Sensación de vivir, madrugar, mi trabajo, tu trabajo, el trabajo en general, Ángela Portero, Rosana, los cantantes que gritan mucho tipo Whitney Houston, creyendo que eso significa cantar bien porque así demuestras que tienes un superchorro de voz de la muerte, Friends, la música de Friends, los fans de Friends, los actores de Friends, Joey, los decorados de Friends y los guiones de Friends, suponiendo que exista tal cosa.


 
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Un ficus


A: Buenos días. B: Buenos días, tome asiento. A: Oh, gracias... Er... No hay ninguna silla. B: Claro que hay una silla. ¿Acaso estoy sentado sobre una planta? A: Quiero decir que no hay ninguna silla libre. B: Es igual, tome asiento. A: ¿Dónde? El traje es nuevo y no me gustaría mancharlo sentándome en el suelo. B: Allí hay una maceta. (Silencio incómodo.) A: Es igual, ya me quedo de pie. B: He dicho que allí hay una maceta. A: Sí, claro... (Se dirige a la maceta y se sienta en el borde.) B: Cuidado con el ficus, es un regalo. A: Oh, muy bonito, sí, muy bonito. ¿De su mujer? B: ¿Qué quiere decir con eso? A: No, nada, sólo pregunto si es un regalo de su mujer. B: ¿Pero acaso conoce a mi mujer? A: No, sólo que... Quiero decir... B: Es un regalo mío. Para usted. ¿Por qué pensaba que mi mujer le había regalado a usted una planta? ¿Qué clase de juego se traen los dos, haciéndose regalos el uno al otro usándome como mensajero? ¡Eso es muy cruel! Ah, cielos, ahora entiendo por qué hace semanas que noto como una pesadez en la cabeza... A: No, oiga, se confunde, yo no conozco a su mujer. B: ¿No? A: No, de nada. B: Ah, maldita... Hace regalos a hombres que no conoce con la única intención de ponerme celoso. Mujeres... A: Sí, no podemos vivir con ellas, pero tampoco sin ellas. B: ¿Sin ellas? ¿Cómo podríamos vivir sin ellas? ¿O sin ellos? Hacen falta un hombre y una mujer para tener niños. ¿Qué tonterías está diciendo? ¿No será usted un elefante? ¿O un comunista? Odio a los elefantes: son unos anarquistas, unos terroristas y unos antisistema. Siempre que se escapan de un circo corren enloquecidos por las calles aplastando a niños y a coches, y poniendo en peligro el estado de derecho. A: No, no soy un elefante. Mi frase era en sentido figurado. Por aquello de las complicaciones de pareja. B: Sin ellas... Esa frase es ridícula. ¡Retírela ahora mismo! A: Cómo no, retirada. B: Cuidado con el ficus, que está rompiendo las hojas. ¿Así es como trata mis regalos, desagradecido de mierda? Maldito elefante. Le odio tanto que le voy a mirar mal. Fíjese en cómo le miro, arrugando los ojos y afinando los labios, mostrándole toda la crueldad de la que soy capaz. No volverá a aplastarme el coche, maldito. A: Perdón, perdón. Por lo de la planta, que yo no he tocado su coche. B: Eso dicen todos. Y bien, ¿qué quería? A: No, nada, que éste es mi despacho. Venía a echarle. B: ¿Su despacho? A: Sí, sí, yo trabajo aquí. B: Claro, por eso en la agenda está su nombre y no el mío. A: Eso es. B: Y todos los correos electrónicos van dirigidos a su nombre y no al mío. A: Correcto. B: Y por eso no sé qué hago aquí. A: Exacto. B: Y eso explicaría que sólo hubiera una silla y dos personas. A: Cierto. Si me disculpa, tengo que acabar el mismo informe que me pide el director cada dos meses y que nunca se lee. B: Vaya, ¿y cuál es mi despacho? A: No lo sé. De hecho, creo que usted no trabaja aquí. Es la primera vez que le veo. B: ¿Seguro? A lo mejor soy un compañero suyo. O su jefe. A: No lo creo. B: ¿Por qué no? ¿En qué se basa? A: En que mi jefe es una mujer. B: Ese comentario es odiosamente sexista. Haga el favor de retirarlo o me quedaré con el ficus. A: No era mi intención ofender a nadie. Lo retiro, mi jefe es un hombre. B: ¿Lo ve? Yo podría ser su jefe. A: Es posible. Pero el caso es que hemos llegado a una situación complicada: no sabemos cómo seguir y este texto ya es muy largo y muy tonto. B: Sí, será mejor dejarlo aquí. A: Yo incluso borraría las cuatro o cinco últimas líneas. B: Quizás no sea mala idea. Para acortar un poco. A: Lo bueno si breve... B: Y lo malo, no le digo. A: Pues sí. B: Mejor ya lo dejamos. A: Punto y final. B: Exacto. Sería un error alargar el texto innecesariamente. A: Sólo conseguiríamos aburrir al público. B: Si al menos hubiera alguna sorpresa final, tipo "A está muerto". A: Pero no lo estoy. B: Yo tampoco, que conste. A: Pues nada. B: Pues eso. A: ¿Qué hora es? B: Las doce y veinte. A: Gracias. B: Bueno... A: Majo el ficus. B: Me alegro de que le guste. A: Las plantas alegran mucho. B: Excepto las hiedras asesinas. A: Claro. Esas no alegran nada. B: A los herederos, sí. A: Je, je, cierto. B: Una vez tuve una hiedra asesina. A: Entonces, usted... B: ¡No! A: ¡Sí! B: ¡No! A: ¡Sí! B: ¡No! A: ¡Sí! B: ¡No! A: ¡Sí! B: ¡No! A: ¡Que sí! Usted está... B: ¡Muerto! A: Ah, horror. B: Ya decía yo que el corazón me latía muy poco para estar vivo. A: Pues mire: al final ha habido sorpresa final. B: Malditas hiedras asesinas. Malditos elefantes. Yo os maldigo a todos. A: Rencoroso...


 
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El secreto de su éxito


Tenemos el placer de entrevistar a Alberto Segovia, empresario de éxito y atrevido emprendedor que se ha hecho con un pequeño imperio en el sector de las alfombrillas para ratones, llegando a copar el cuarenta por ciento del mercado europeo y el dieciocho por ciento del mercado mundial, ahí es nada. "Además --bromea--, la próxima expedición tripulada a Marte llevará una de mis alfombrillas, así que mi cuota de mercado marciana será del cien por cien". Casi no podemos dejar de carcajearnos, pero nuestro deber es parar, para así poder preguntarle por el secreto de su éxito. "Robar", asegura, sin pestañear. No sabemos si seguir riendo, así que inquirimos con la mirada, sin atrevernos a decir nada, si Segovia habla en serio o no. "¿Cómo te crees que la gente se hace rica? Pues robando. Lo del trabajo duro es una trola. De hecho, lo normal es que los ricos no trabajemos. Yo en el despacho me hincho a pajas. Para pasar el rato". No sabemos cómo seguir la entrevista. ¿Acaso hemos estado loando durante estas líneas a un chorizo, a un impresentable que se atreve a mancillar el buen nombre de esa gente que conduce coches caros y saca adelante la economía del país, arriesgando parte del dinero que ha heredado? ¿Acaso nos hemos dedicado a ensalzar la figura de un delincuente que insulta con su comportamiento a esas personas que trabajan veintisiete y en ocasiones hasta veintiocho horas diarias para hacer realidad su sueño, como en este caso serían las alfombrillas para ratones, instrumentos imprescindibles para la vida moderna y sin los cuales no seríamos tan felices? "Mire, quien le diga que se ha hecho rico trabajando mucho miente. O es tonto. Coño, pudiendo robar... Al principio tampoco me convencía mucho la idea. Pero en cuanto lo pruebas, no lo dejas. Es como el cambio de marchas automático". Abrimos un poco la boca sin saber cómo reaccionar, mientras Segovia sigue hablando: "No se trata de robar en plan asalto de bancos. Eso es de principiantes. Hay que pedir créditos, ayudas al estado, conseguir fotos comprometedoras, sobornar a las personas adecuadas. Es algo complejo. Pero más fácil que trabajar, claro, si no fuera así, los ricos trabajaríamos, en lugar de robar". Aturdidos por las inesperadas respuestas, decidimos hacer como si nada y seguir el guión de la entrevista. Le pedimos un consejo para los jóvenes emprendedores españoles y catalanes: "Que no desprecien las cosas pequeñas. Roba decenas y los millares vendrán solos. Roba millares y antes de que te des cuenta habrás robado millones. La felicidad está en los pequeños detalles". Seguimos la entrevista, con el labio tembloroso y la lagrimilla amenazando con resbalar mejilla abajo: ¿qué es más importante, el trabajo duro o la inspiración? "Hombre, lo importante es que no te pillen. Pero, por si te pillan, tienes que tener el dinero a nombre de otro y en algún país extranjero. Sí, bueno, a lo mejor pasas un par de años en la cárcel, pero luego a vivir la vida". No podemos soportarlo más y tenemos que salir de ese despacho, llorando, bramando contra este mundo injusto y rezando por que el caso de Segovia no sea más que una excepción. "No, no soy una excepción. Soy la norma". Nos giramos y le vemos, no sin preguntarnos cómo ha sabido lo que pensábamos. "Hombre, joven, usted está escribiendo, pero yo sé leer".


 
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Maquilla tu alma


El domingo se estrena Maquilla tu alma, un programa cuyo objetivo es transformar a las personas malvadas y de corazón impuro en gente de bien. “Esperamos hacer de este mundo un sitio algo mejor –explica el presentador y director del espacio, Marcos Salvat—y ayudar a gente que no está satisfecha con su modo de vida”. Cada semana el programa explicará cómo ha cambiado la vida de dos personas, escogidas de entre un amplio abanico de asesinos, drogadictos, periodistas radiofónicos, violadores y pirómanos. Como es natural, las doce entregas ya están grabadas porque, como explica Salvat, “no podemos convertir a alguien en buena persona en una sola semana; el proceso ha llevado tres y en ocasiones hasta cuatro meses”. El programa cuenta con un equipo de especialistas entre los que se cuentan psicólogos, psiquiatras, policías que participaron en interrogatorios en diferentes dictaduras, persuasivos publicistas con experiencia en comunicación política y una señorita que era prima de otro que tampoco se sabe muy bien qué hace, pero que entró en el equipo porque es amigo de alguien que una vez estuvo en uno de estos programas y, por lo tanto, aporta una experiencia que se considera valiosísima. En cada programa se explicará cómo, gracias a la voluntad de los participantes y a técnicas como los electroshock, las lobotomías, las terapias aversivas y el visionado de los programas de televisión adecuados, una mala persona puede convertirse en un tipo de estos majetes que van a votar y se afeitan como mínimo día sí, día no. Los responsables no quieren dar pistas, pero nuestros chimpancés investigadores han conseguido averiguar que uno de los participantes era un choricete que usaba muchos tacos y ahora está sacando adelante una pequeña empresa (una consultora), “a pesar de las trabas de esta sociedad liberticida”, como parece que afirmó el propio interesado. Escogió labrarse un futuro como consultor “porque nadie sabe muy bien qué es eso y así puedo cobrar por cualquier cosa”. La segunda participante era una señorita que asesinaba gente en general (no tenemos más detalles) y que ahora aprovecha su experiencia para colaborar con un bufete de abogados. Al parecer, amenaza a jueces, fiscales y testigos, propinando alguna que otra paliza ocasional y participando así del excelente sistema judicial español.


 
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