Acerca del teléfono y sus ventajas


Soy consciente de que hay mucho iluso anarcoreaccionario que está en contra del progreso, a pesar de sus evidentes ventajas. A saber, el progreso avanza y lo hace con materiales cada vez más resistentes y ligeros. Esta oposición sistemática a las mejoras técnicas, científicas y sociales no suele ser más que fruto de la ignorancia. El desconocimiento provoca miedos y reparos absurdos, que obviamente desaparecerían si uno dedicara tiempo a meditar y conocer las nuevas tecnologías e ideas que revolucionan nuestra sociedad. Yo mismo he pasado los últimos veinticuatro años estudiando un invento que creo que dará mucho que hablar (ja, ja): el teléfono. Después de mis reflexiones al respecto, creo que ya estoy preparado para usar dicho aparato sin los miedos irracionales que me asaltaban siempre que lo oía sonar. Y eso es porque ya sé cómo funciona. La gente que llama no queda atrapada de por vida en la pequeña caja del instrumento, sino que sólo se transmiten las ondas sonoras mediante impulsos electromagnéticos (nota: las últimas siete palabras son pura improvisación; antes de utilizarlas en cualquier conversación, consulte la wikipedia). El caso es que, tras mis primeros escarceos telefónicos y después de repasar las notas que he reunido durante mis más de dos décadas de estudios sobre el teléfono, me permito exponer una de mis meditadas ideas al respecto. Imagino que nadie habrá llegado a tal profundidad de pensamiento, dado que la sociedad se divide en los amedrentados por cualquier cambio, incapaces de abrir sus mentes a las novedades, y los locos que usan cualquier invención sin tener en cuenta las consecuencias (que pueden ser terribles: la silla eléctrica, por ejemplo, aparte de sus indudables ventajas y a pesar de lo que dicen sus defensores, MATA A MUCHA GENTE). La cuestión es que se me ocurrió que sería fantástico que los teléfonos no dependieran de los cables y pudieran llevarse de acá para allá, permitiendo llamadas desde la calle o desde un coche averiado en mitad de la autopista, por ejemplo. Quedarían por resolver los problemas del peso y la alimentación (eléctrica, no la de comer), pero imagino que los técnicos especialistas en estas cosas podrán recoger esta modesta proposición y comenzar a trabajar en lo que sería un teléfono portátil, sin duda ventajoso tanto por lo que se refiere a los servicios como a la cuestión económica. Porque la ciencia y el progreso también pueden ser (y son) un negocio. Quién sabe, quizás dentro de veinte o treinta años disfrutaremos de teléfonos acarreables, no más grandes que una grapadora y no más pesados que el vecino del cuarto. Espero que alguien reconozca mi mérito como modesto impulsor de una posibilidad latente que seguro que ha pasado desapercibida a muchos.


 
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Terapia


Sebastián Delgado es el fundador del Taller de Escritura Terapéutica, centro creado para ayudar a expresar mediante la escritura los males que uno padece, de forma que se comprendan mejor y facilitando, hasta cierto punto, que uno los relativice o incluso se libere de ellos. Delgado explica que todo comenzó hará unos tres años: "Pillé un resfriado de los bestias, de esos que te tumbas a dormir y te das cuenta de que sólo puedes respirar por uno de los agujeros de la nariz. Algo horrible. Intenté canalizar mis sentimientos mediante la literatura y plasmé todo mi sufrir en una novela: seis meses más tarde no quedaba ni rastro del resfriado y además era verano. Todo gracias a mi libro". Al taller que dirige Delgado se acercan personas con todo tipo de dolencias: "Conjuntivitis, otitis, hepatitis y varias itis más, niños con la varicela, ancianos artríticos, artrósicos y reumáticos, diabéticos, alérgicos, miopes, de todo". En el taller les ayudan a expresar sus síntomas, intentando que la creación ayude a la curación. "No nos conformamos con que los enfermos escriban una especie de diario de sus dolores --explica--, sino que pretendemos que encuentren una forma de expresar artísticamente todo lo que sienten. Por ejemplo, mi primera novela, A moco tendido, era demasiado autobiográfica. En cambio, ahora estoy trabajando en un nuevo libro sobre una mujer con gastroenteritis, cuando lo que hago en realidad es hablar de mi experiencia como niño asmático". Lo importante, aclara, es que los sentimientos son los mismos: "La escritura nos sirve para explorar nuestras limitaciones y anhelos, ya sea la tendencia a marearnos cuando vamos en coche o las ganas de que se nos pase el dolor de cabeza. Es la misma energía que nos servirá para poner las cosas en claro y curarnos". Obviamente, no todo el mundo está preparado: "Siempre pongo el ejemplo de un antiguo alumno mío, que no supo visualizar sus problemas y entregarse a la terapia liberadora de la escritura. Apenas conseguía hilar algún que otro pareado sobre sus espasmos. Murió hace dos meses. Del mismo tumor cerebral que tenía cuando vino a nosotros".


 
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El coro del Bronx


Es una película genial. Va de un profesor que llega al colegio de un barrio marginal: todos los chicos son negros, hispanos, drogadictos, llevan armas, tienen antecedentes policiales, están embarazados y toman mucho vino en tetrabrick. Todo a la vez. Lo que viene a ser el típico instituto público estadounidense. Este tío va y los redime con la música. Montan un coro y cantan cosas muy bonitas, con un toque moderno porque van con chupas de cuero y cadenas y son así, punkis y violentos. Gracias a la música, se dan cuenta de lo bueno que es estudiar y de que hay que hacer algo en la vida, como vender coches o colocar prótesis dentales o dirigir grandes multinacionales y despedir a mucha gente. Entonces el profesor los reúne a todos en el gimnasio y les dice: "Cantad, porque el fin se acerca", y resulta que les dice que a las seis, seis y cuarto como muy tarde, va a venir un ovni y se los va a llevar a todos a un planeta mejor, donde vivirán siempre jóvenes y felices. Y entonces se ponen a cantar y uno que es el malo dice que eso del ovni igual no es verdad, porque no está nada claro que los ovnis existan. Evidentemente, el profesor se ve obligado a enfrentarse a él, porque no puede consentir que se siembre la duda entre los que él llama "discípulos de la doctrina de Omicrón Persei". Como el chico es malo se pone de pie (todos están cantando de rodillas) y el profesor no tiene más remedio que pegarle dos tiros en la cabeza. Luego se pone a gritar (el profesor, no el muerto): "¡Cantad! ¡Los dioses del espacio no os oyen!" Pero el caso es que dan las seis, las ocho y las diez y los extraterrestres no vienen y les rodea la policía, y el profesor coge y reparte unos vasitos de plástico y se los da a beber a todos y se mueren. Hay un plano precioso, con treinta cadáveres de adolescentes en el gimnasio. En realidad, no son adolescentes, porque en las películas americanas a los adolescentes los interpretan actores de treinta años, pero es igual, el caso es que están muertos y el plano es precioso. Entonces se ve cómo entra la policía y el profesor suelta el revólver y se pone de rodillas y sólo dice: "Cantad... Para los dioses del espacio". Acaba así, con un final semiabierto, porque no sabes si se lo cargan, si lo meten en la cárcel o qué. Supongo que querrán hacer la segunda parte. Hay que explicar por qué no llega el ovni a tiempo y eso. Ah, y al profesor lo interpreta éste tan famoso, que casi lo nominan para los Oscar, sí, hombre, éste que es moreno. O rubio, bueno, castaño así como raro. Pero ya sabes de quién te hablo, éste que salía en aquella película de policías con este otro tan alto.


 
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Genética


Un niño ha nacido con los ojos de su padre y éste ha decidido demandarle: "Yo también los necesito. Eran míos antes que suyos, que se busque otros que estén libres. Además, le van grandes". La madre tampoco está de acuerdo con la actitud de su hijo: "Los jóvenes de hoy en día son muy egoístas. No es que nosotros no estemos dispuesto a darlo todo por nuestros hijos, pero su padre necesita ver, que si no, se va a quedar sin trabajo y con un sólo sueldo no nos llega". El recién nacido no ha querido hacer declaraciones, pero sus abogados han enviado un comunicado en el que explican que "no es raro que los hijos hereden en vida" y que "nadie se ha quejado de que se haya quedado con las orejas del abuelo, porque, claro, hoy en día nadie se preocupa por los mayores". Diversos expertos en genética consultados por The decay of wit han mostrado su preocupación por el hecho de que cada vez sea más frecuente que los hijos se apropien de los miembros y órganos de sus progenitores, en lugar de conformarse con copiar su ADN. "Eso antes sólo pasaba con el pelo --explica el doctor Hans Adenauer--: los padres se quedaban calvos porque los hijos heredaban su cabellera. Pero una cosa es no tener pelos y otra quedarse sin hígado o sin piernas". Se desconocen las causas de esta mutación, pero todo apunta al cambio climático y al terrorismo internacional.


 
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Tráiler


EL PROTA: Abandona a tu marido... ¡Huyamos juntos sin mirar atrás! CHICA: ¡Sí! ¡Luchemos por nuestro amor! EL PROTA: Será duro y difícil. Nuestras familias se pondrán en nuestra contra. Probablemente pasaremos hambre, ya que ninguno de los dos tenemos trabajo. Descubriremos que quienes se llamaban nuestros amigos no merecían tal adjetivo... LA CHICA: Huy, qué follón. Pues casi que no hace falta. EL PROTA: ¿Cómo? LA CHICA: Que mejor nos ahorramos tanta complicación. Yo ya estoy bien con mi Antonio. Además, tú eres un poco raro. No sé, creo que no nos llevaríamos bien. EL PROTA: Ah... Bueno... Pues nada. Er... ¿Has visto lo de Eta? Qué fuerte, ¿no?

VOZ EN OFF: La historia de un amor que no era para tanto.

EL PROTA: Entonces reventaremos la caja blindada y... EL AMIGO DEL PROTA: Un momento, ¿y esta cámara de aquí? EL PROTA: Mierda, no la había tenido en cuenta. EL AMIGO DEL PROTA: ¿Entonces? EL PROTA: Entonces mejor lo dejamos. Nos pillarían, seguro. EL AMIGO DEL PROTA: ¿Seguimos con la lotería? EL PROTA: Y con nuestros empleos. EL AMIGO DEL PROTA: Joder, vaya plan. EL PROTA: ¿Qué quieres que hagamos? Hay que pagar la hipoteca. EL AMIGO DEL PROTA: Pues sí.

VOZ EN OFF: Un plan que no era perfecto.

EL PROTA: No pienso permitir que destruyas el mundo. EL MALO: Huy, qué dices, destruir el mundo, quita, quita. EL PROTA: Sí, impediré tus malvados planes. EL MALO: Pero si yo sólo quería ver Dolce Vita un rato. EL PROTA: ¿Dolce Vita? EL MALO: Sí, ya lo sé: estos programas son embrutecedores, debería coger un libro, pero sólo es por distraerme. EL PROTA: Ah, bueno, pues... No sé... Me voy y... Er... Te recuerdo que no debes destruir el mundo, que eso está muy mal.

VOZ EN OFF: Un villano que en el fondo no era mal tipo. Cosas que pasan, un coñazo de película.


 
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