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Palencia es el origen de la crisis (creo)
La situación económica es tal que acabo de darle un bofetón a un guardia. El hombre me ha mirado ligeramente desconcertado, como si no supiera de qué iba la cosa. Encima. --Agente --le he explicado con toda la calma de la que he sido capaz--, ustedes están aquí vestidos de forma ridícula con el objetivo de salvaguardar el orden establecido. Establecido no sé por quién. Y en lugar de eso, el Íbex cae en barrena y el riesgo sube en anerrab y aquí no hay nada más que caos y amenazas de muerte por doquier: mire, mire. Dicho esto le mostré una amenaza de muerte que me había llegado en una postal desde Palencia. Palencia es como Valencia, pero fabricada en China. Es el polo Lacosta de las ciudades. De hecho, el autor de la postal aseguraba que si seguía diciendo que Palencia era la versión barata de Valencia, me mataría. --Fíjese, ni siquiera viene firmada. Como para dar más miedo, ¿no? ¡Hay que hacer algo! ¡Fíjese a cuánto cotiza Telefónica! ¡Y eso son cacahuetes! ¡Y los cacahuetes contienen la palabra caca! El guardia se puso en pie, musitando un "no, si usted no deja de tener razón, pero qué puede hacer un pobre mozo de cuadras como yo. Si ni siquiera he estado en Palencia". --Yo tampoco --le contesté--. Hace un par de años iba a ir, pero teniendo Valencia al lado, me pareció ridículo. En ese momento alguien me tocó el hombro. Me giré, porque yo soy un tipo de hondas tradiciones y en mi familia siempre hemos sido de girarnos cuando nos tocan el hombro. Frente a mí había un tipo con gafas Rai Van, una camiseta Havercronbie and Fich, unos tejanos Lebis y unas Conberse. --Te dije --me dijo-- que dejaras de hablar mal de Palencia. --¿Quién eres? --¡Soy el Capitán Palencia! --El Capitán Palencia... --Hola, yo soy el agente Gutiérrez... --Hice callar al guardia de otro bofetón. --¿Y qué quieres, Capitán Palencia? --He venido a vengar el honor de mi ciudad. Voy a matarte con esta pistola. Es una Cult. --¿Cult? --Sí, una Cult. --¿No querrás decir una Colt? --Son igual de buenas que las Colt. Pagar marca es de tontos. --¿Cult? ¿En serio? ¿Son pistolas chinas? --Las fábricas chinas cumplen con todos los criterios de calidad y seguridad occidentales. --Cult. La pistola es una Cult. --En realidad, está fabricada en Vietnam. --Vietnamita. Cult. --Sale por el cuarenta por ciento de lo que cuesta una Colt. Y mata igual. Efectivamente. Mata igual. Al apretar el gatillo, le explotó en la mano y le agujereó la cara. --Vaya. --Me sé una canción sobre Palencia --dijo el guardia, limpiándose con un pañuelo la sangre que le había salpicado. --A ver. --Palenciaaaaa es la tierra de las flores, de la luz y del amoooor... --Creo que... --Palenciaaaaaaa... --Creo que no... --Tus mujeres todas tienen de las rosas el coloooooor... Al final me rendí, me uní a él y cantamos juntos las bondades de Palencia hasta el amanecer.
El método de ligoteo Jaime Rubio
Apreciados amigos de La decadencia del imperio:
Ya no recuerdo qué iba a decir.
Dicho lo cual, cada semana me llegan multitud de cartas preguntándome por el secreto de mi éxito con las mujeres. Pues bien, no os pienso desvelar todos mis trucos, pero sí que os puedo decir que no se trata de mi enérgico cuerpo de ciento doce quilos embutidos en un metro cincuenta y dos de altura, ni tampoco de mi impresionante fortuna personal, actualmente invertida en unas cuantas granjas de lemmings. No, al final lo que realmente cuenta es saber acercarse a las mujeres con confianza y desparpajo. Y también ser tú mismo. Es muy importante que cada cual sea cada mismo. Durante seis años y por una confusión tonta yo fui un tal Mariano Galíndez y todo era un lío importante. Lo peor es que ahora tengo que pasar una pensión a sus hijos. El caso es que nosotros los tímidos a veces necesitamos algo de ayuda extra para atrevernos a presentarnos a esa chica que nos gusta, y a la que negaremos haber seguido y fotografiado durante meses, por mucho que insista el juez. Como algunos sabrán, hay formas de conocer a señoritas que no tienen que ver con bares nocturnos, alcohol, música alta y seguratas que nos sacan a rastras mientras gritamos "no es verdad que le tocara el culo, agente". Una muy efectiva es la de llevar un perrito. Uno saca a pasear un agradable y simpático canichín por la calle y no hay chica que se resista a hablarle al desconcertado chucho como si la pobre padeciera algún tipo de lesión cerebral. -AY MIRA EL PERRO AY PERRITO AY PERRITO QUÉ GUAPO QUÉ GUAPO ¿VERDAD QUE ERES GUAPO PERRITO? CLARO QUE SÍ CLARO QUE SÍ CLARO QUE SÍ. A partir de este punto, la gente suele limitarse a intentar establecer una conversación. Hola qué tal. Eres del barrio. Me gustan tus cortinas. No, las de la habitación. No es verdad que te vigile con mis prismáticos. Etcétera. Pero este procedimiento es muy lento. Demasiado lento. Yo acelero el proceso y en apenas unos minutos ya sé si voy a llegar a algo con esa chica o no. Lo llamo la variante Jaime Rubio. Mi método --os doy las "de nada" por adelantado-- consiste en coger al perro del cuello, sacar una pistola y gritar: -¡Si no somos novios, mato al perro! ¡Lo mato, te juro que lo mato! Las mujeres son egoístas por naturaleza y eso me ha llevado a matar muchos perros. Pero alguna vez las cosas han salido bien. Por ejemplo y gracias a este sistema, estuve saliendo con una chica muy guapa. Lo malo es que no podía soltar ni el perro ni la pistola, porque ella hubiera aprovechado para huir. Pero fueron dos años muy felices. Recuerdo con especial cariño el viaje a Menorca y los paseos por las calas al atardecer. El ruido de los besos se entremezclaba con el romper de las olas y los quejidos del perro, que al parecer estaba algo incómodo. Al final, el perro se puso enfermo y se murió. Mi novia cogió un taxi antes de darme tiempo a agarrar a otro chucho. Sé que hay gente que usa métodos similares con bebés. Se ve que también les gustan a muchas chicas, e incluso muchas les hablan igual que a los perros. Pero claro, si la relación sale bien y es duradera, no veo muy claro eso de ir arrastrando a un adolescente a punta de pistola.
San Fermín
En mi época los sanfermines eran mucho más divertidos, dónde va a parar. De un extremo salían los toros. Del otro, los elefantes. Y en medio, un montón de tontos con periódicos. Se dejó de hacer así porque las calles se ensuciaban más, por culpa de los elefantes y su dieta rica en fibra. Y también de los cadáveres, porque la mancha de cadáver humano que dejan los elefantes es muy difícil de quitar. Se incrusta y tienes que llevar el asfalto al tinte y muchas veces ni aun así: se queda para tirar. Después de los primeros novecientos cincuenta y siete mil doscientos doce muertos, el ayuntamiento de Nairobi decidió que aquella fiesta se celebrara en otra parte. Porque por aquel entonces, San Fermín se celebraba en Nairobi, dado que era un sitio donde había elefantes a mano. Tras un concurso al que se presentó una ciudad, la escogida fue Pamplona. Donde no había muchos elefantes, hecho que en su momento causó mucha controversia. Dos o tres personas lo comentaron. Por cierto, en Nairobi no había muchos toros, pero realidad, allí se hacía con búfalos. Esa era la queja habitual de Hemingway cuando fue a Pamplona: aquí no hay búfalos, dónde están los búfalos, los toros son búfalos gayers, estos no son mis sanfermines. La ausencia de elefantes no parecía molestarle en absoluto. Igual no se había dado cuenta. El caso es que cada país y cada región tienen sus animales propios, mientras otros les son extraños. En el zoo de Nairobi, por ejemplo, hay perros, toros, periquitos, varias razas de caniches, dos gatos y un rebaño de ovejas merinas. Claro, para qué poner un hipopótamo en el zoo, si te los encuentras por la calle. También hay que decir que el zoo de Nairobi es uno de los menos visitados del mundo. Antes iban las escuelas, pero los niños se dormían cuando los profesores les hablaban de la temible gamba de Palamós y cómo, si no es de Palamós de verdad, puede estropearte un arroz.
Usted tampoco
A: ¿Me envuelve esto para regalo, por favor? B: Por supuesto... Aquí tiene. A: Oh, gracias, ¿es para mí? B: Sí, ¡es nuestro aniversario! ¡Hoy hace justo un año que era el mismo día del año pasado! A: Cómo pasa el tiempo... B: Pues pasa hacia adelante. Qué pregunta más tonta. A: Yo de joven podía viajar en el tiempo, aunque sólo hacia adelante. Era capaz por ejemplo de ir hacia el futuro dos o tres horas. Y sólo tardaba una tarde en hacerlo. Luego no podía volver atrás, lo cual era un problema porque me pasaba toda la tarde concentrado para poder moverme por entre las horas. B: ¿Y no le compensaba el hecho poder ver las maravillas del futuro? A: Sí, eso sí, es verdad. Ah, los maravillosos programas nocturnos de la tele. B: Mucho mejores que los de la tarde, cierto. A: Pero ahora, ya no puedo ni viajar en el tiempo ni subir escaleras de dos en dos. B: Ah, los años... Cada vez se hacen más cortos. A: Sí, el año pasado sólo tuvo diez meses y unos días. B: Es que ahora los hacen en China y salen mucho peor. A: Y tanto; no como antes, que los hacían a mano profesionales expertos. Gente que había trabajado toda su vida haciendo años. Trabajadores que venían de familias que habían estado en el negocio durante generaciones. B: O simplemente de familias. A: Exacto, y volvemos a los chinos: no sólo fabrican los años, sino que también van por ahí vendiendo niños que no se sabe muy bien de dónde salen. B: Ahí tiene razón. ¿Cómo es que hay tantos niños chinos por el mundo? A: Yo tengo una teoría al respecto. Pero se la voy a decir susurrando, para que se dé cuenta de que es importante. B: Oh, una cosa seria. Muy bien, le escucho. A: Mi teoría es que las niñas chinas que adoptan los europeos en realidad son espías bajitos que vienen aquí a invadirnos. B: ¿Pero por qué querrían invadirnos? Sería un problema. Ni siquiera hablamos chino, no podrían ni darnos órdenes. A: Eso es verdad... Maldita sea, yo estaba aprendiendo chino para poder salvar mi vida. Pero igual es peor porque si sé chino, tendrán más motivos para invadirnos. Soy como un traidor inconsciente. B: Igual sólo le invaden a usted. Por listo. A: ¿Los chinos? ¿Todos? Siempre me he considerado un tipo flexible, pero no sé si tanto. B: Piénselo, porque no es mala idea. Usted se convertiría una provincia china, y a lo mejor le ponen encima una fábrica de pantalones y su producto interior bruto crece un diez por ciento cada año. A: ¿Y qué hago yo con un producto interior tan grande? Eso me parece una cochinada. Tendría que comer mucha fibra. B: Jajaja, ha dicho caca. A: Jajaja, es verd... No, un momento, no lo he dicho. B: Ah, vaya, pensaba que sí... Disculpe. Me he confundido. A: Yo jamás diría caca. No soy de decir esas cosas. B: Es una infantilada, tiene razón. Disculpe. A: Queda disculpado, pero si se repite, tendré que retarle a un duelo. B: No volverá a pasar, lo siento. A: Y nadie me gana a mí en un duelo. Porque soy un llorica. B: Jajaja, enteritis... A: En fin, gracias por envolverme este paquete para regalo. Lo acabo de robar, ¿sabe? B: No se preocupe: siempre llevo papel de envolver encima. Por si alguien roba algo y necesita envolverlo. ¿Le gusta el color? A: Sí. B: A mí tampoco. A: Ay, qué nervios, ¿qué será? ¿No lo puedo abrir ya? B: No, tiene que esperar a mañana, tontorrón. A: Deme una pista. ¿De qué color es? B: Ahora de ninguno: el color no es más que la parte del espectro electromagnético que no se absorbe y por tanto se refleja, y ahora mismo no hay ninguna fuente de luz que incida sobre el objeto, al estar envuelto, por lo que no es de ningún color, o sea, que es negro, que no es más que la ausencia de color. A: ¿Es un reloj de cuco? B: Sí... Joder, a usted no se le puede regalar nada, cada año igual. A: Es que la pista ha sido muy buena. B: Ya... Negro, cuco... A: Jajaja, ha dicho caca. B: ¿El qué? A: Jajaja, otra vez. B: Jajaja, es verd... No, espere, he dicho otra cosa. A: ¿Otra cosa? B: Jajaja, ahora usted ha dicho caca; ha picado. A: Jajaja, si no fuera por estos momentos... B: Ay, sí, si no fuera por estos momentos... A: Y ahora cómo acabamos la frase... B: Con puntos suspensivos, quizás... A: Es que... Odio los puntos suspensivos... B: Vaya... A: Son tan escasamente concluyentes... B: Ya... A: Pero en fin... B: Los puntos suspensivos tendrán sus ventajas... A: Ya, pero a mí me gusta acabar... B: ... Lo que empieza, ya... A: En fin... B: Bueno... A: Ha sido un placer... B: No exageremos... A: A mí me ha gustado bastante... B: La verdad es que cuando ha comenzado a quitarse la ropa... A: Por no hablar de cuando me ha acariciado los pezoncillos... B: Ay, sí... A: Sí, suerte que sólo nos leen... B: Sí, menos mal. ¿Se imagina? Qué vergüenza... A: Jajaja, ha dich... B: No, no lo he dicho. A: ¿Y yo? B: No, usted tampoco.
En ocasiones veo el futuro
Mi negocio de adivino no funcionó tan bien como me esperaba, lo cual en sí es una prueba de que no soy muy buen vidente (jaja... El del banco no se rió, pero a mí me hizo gracia incluso cuando me embargaron el sofá). El caso es que yo era adivino, pero honrado y mentalmente sano (qué sabrán los médicos), así que nunca, jamás, en ningún caso, bajo ningún concepto y muchos otros sinónimos más, vaticinaba algo que no estuviera completamente seguro que fuera a ocurrir. Esta exagerada honradez no era del todo apreciada por mis clientes, a los que solía recibir con un: --VAS A MORIR. Esta frase era acogida con infartos varios y preguntas acaloradas, a lo que respondía con un: --Lo que no sé es cuándo. Pero niégalo, si tienes valor. Me gustaba empezar fuerte, aunque eso supusiera que mis posteriores predicciones iban a resultar algo grises y anodinas. --¡Seguirás respirando durante los próximos minutos! --¡En verano pasarás calores! ¡Y en invierno, fríos! ¡Tiritarás! --¡Tendrás hijos en caso de que te reproduzcas! --¡Si no comes, te va a entrar hambre! --¡Vas a morir! --¡Veo una GRIPEEEEEEE! --¡O adoptes, claro! --¡Niégalo, si tienes valor! --¡Tiritarás! --¡Un día de estos querrás madrugar y te quedarás dormido! --¡Te aburrirás en el trabajo! --¡DORMIDO! --¡GRIPEEEEE! --¡DORMIDO! --¡GRIPEEEEE! Me gustaba usar los signos de admiración para dar golpes de efecto. Y además así no me interrumpían con preguntas que yo no podía responder, como si les iba a a dejar su mujer, si iban a encontrar un trabajo o si iban a morir de cáncer entre terribles dolores. La gente pregunta unas tonterías. Este don --¿o debería llamarlo castigo?-- me venía de familia. Tanto mi padre como mi madre hicieron muchas predicciones acerca de lo que sería mi vida, predicciones que se han cumplido de un modo tan exacto que cuando lo pienso, me entran escalofríos. --Nunca llegarás a nada. --No sirves ni para estudiar ni para trabajar... A ver si te dan una paguita... --Si sigues comiendo así, te vas a poner como una vaca. --Con esa joroba nunca te sacarás novia. --Como salgas a la calle sin pantalones, te vas a resfriar. --Si no dejas la guitarra tranquila, los vecinos te van a dar una paliza. Y yo les pienso ayudar. --Nadie querrá hablar contigo si no usas el esprái para la halitosis. --No, la psoriasis no se cura. --Ay, que no me vas a dar nietos... --Que te pongas los pantalones, a ver si te van a arrestar. Mis padres no han sido los únicos videntes con los que me he topado a lo largo de mi vida. También recuerdo a aquella compañera de clase que me dijo que no se liaría conmigo "nunca en la vida" (murió el año pasado de cáncer, entre terribles dolores), a más de un profesor que me dijo que acabaría "esnifando pegamento debajo de un puente" y a algún amigo que sólo con verme borracho ya sabía que me iban a despedir por llegar cada mañana al trabajo tarde y con un ligero dolor de cabeza; sí, exacto: como si estos hechos estuvieran relacionados. Pero en fin, a pesar de la exactitud de mis predicciones y lo absolutamente demostrado que está el hecho de que podamos ver el futuro, mi negocio no acabó de tirar adelante. Además, los problemas de dinero se agravaron cuando quise poner una línea 806 para recibir llamadas y así forrarme. Pero siempre que llamaba alguien, me ponía a decir cochinadas. La costumbre, imagino. Y claro, a alguno le gustaba y se animaba, pero la mayoría buscaba otra cosa. Que les dijera que se iban a morir de cáncer, imagino. Cuánto morboso. Como si no les bastara con saber que sí, que morirían. --¿Pero de cáncer? Mi respuesta habitual --no, de piscis, si te parece-- no provocaba las carcajadas que yo esperaba. Lo cual de nuevo prueba que quizás esto de ser vidente no era lo mío.