Daltonia


Nuestro viaje más divertido fue el que hicimos a Daltonia. Aún recuerdo lo que nos sorprendió la gran cantidad de peliverdes que había y qué bonitos eran aquellos jardines con el césped color remolacha. Allí te dio un ataque de risa porque yo llevaba una camiseta verde y con ese césped de fondo parecía que mi cabeza flotara.

También recuerdo aquella botella del vino verde local, que bebimos en ese restaurante que sólo servía carne roja y que insistía en que era vegetariano. Y qué raro el postre, ese helado de fresa que sabía a sorbete de melón.

Volvimos al hotel dando un paseo mientras anochecía y el cielo se teñía de color esmeralda. Pasamos además por un pequeño estanque, en medio de una plaza, en el que había conejos que, según cómo los miraras, parecían patos. Como llegamos además en campaña electoral, por la noche pudimos ver en la tele un confuso debate entre ecologistas y comunistas, que a mí me dio dolor de cabeza.

Y qué decir de la visita al museo de Daltonia, con cuadros como La batalla de Daltonia y el realismo de esas heridas verdes y brillantes. La batalla de Daltonia es un episodio muy importante para el país. Tuvo lugar en 1752, cuando durante unos ejercicios de caballería, el general Dalton avistó un regimiento con la bandera enemiga, verde y roja.

Después de movilizar a todas las tropas y tras seis días de sangrientos combates con muchos e inexplicables cambios de alianzas, el lugarteniente de Dalton se dio cuenta de que en realidad aquel otro ejército no llevaba una bandera verde y roja, sino roja y verde, la bandera nacional daltona, y que por tanto habían iniciado una batalla contra el regimiento de otro cuartel.

Desde entonces y para evitar confusiones, la bandera daltona es la única que lleva escrito el nombre del país.

La única pega: cruzar la calle era un peligro. Leí en la guía que durante una época cambiaron el verde (o el rojo) por el azul, por lo que los semáforos pasaron a ser verdes (o rojos), ámbar y azules. Pero la gente no sabía que hacer cuando el semáforo se ponía en azul y seguía sin saber si el verde era verde o en cambio rojo. Los accidentes se incrementaron en un 17% hasta que se cambiaron de nuevo los semáforos y se usó una luz blanca, una ámbar y una azul.

Los daltones, completamente confundidos, decidieron dejar de hacer caso a las luces y conducir como los italianos: al azar.

Además, casi nadie usa el metro porque sólo hay dos líneas: la 1 que es roja (o verde) y la 2, que es verde (o roja).

Fue un viaje muy bonito, eso sí. Aún tengo sobre el escritorio el souvenir que me compré: un pisapapeles en el que pone I (corazón) Daltonia. Por algún motivo, el corazón es amarillo.


 
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¡Se me amontona la faena!


Pues sí, he tenido mucho lío estas semanas y no he podido actualizar el blog. He escrito unas siete páginas en el último mes y, claro, he acabado extenuado, con doce kilos menos y dos monos redactores muertos a palos en un ataque de ira del que no me siento orgulloso.

Quizás un poco.

He publicado cuatro artículos más en GQ (por cierto, me han cambiado el título en todos; no acierto con el tono):

Y también he publicado otro en Diagonal (lo cual es moderadamente incómodo... JAJAJAJA...): Sueldos y privilegios. "Los sueldos son un lastre para el libre mercado. Si los eliminamos, los costes empresariales se verán reducidos y esto sin duda estimulará la creación de empleo. Es muy sencillo y quien no lo entienda, es que simplemente no sabe de matemáticas. Si ingreso 2.000 euros al mes y cada trabajador cobra 1.000 euros, sólo puedo contratar a dos trabajadores. En cambio, si los trabajadores cobran 0 euros, puedo contratar a infinitos empleados. Con lo que el problema del paro y del cierre de empresas se terminaría de inmediato".

Seguiremos informando.


 
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El problema de la bala


Pues sí, ya se puede comprar El problema de la bala, mi nueva novela. Está disponible en epub en la librería de Libro de Notas y en mobi en Amazon. Sólo se ha editado en formato digital porque soy un robot.

Este es el texto de la contraportada virtual (ojo, que no lo escribí yo):

A veces los pequeños actos inconscientes y hechos casi por juego pueden provocar las peores tragedias. Como sucede con el silencioso y algo apático protagonista de El problema de la bala, la nueva novela de Jaime Rubio, que nunca pensó que dispararse en la cabeza con la pistola de su padre podía desencadenar una espiral de acontecimientos que acabarían con sus huesos en descomposición en la cárcel y con una grave acusación de asesinato en primera persona. Mitad drama carcelario, mitad noir seco y duro, mitad historia de desamor, mitad instrucciones de una lavadora, El problema de la bala es un viaje hilarante y desquiciado por el laberinto judicial que recorre un hombre desde su suicidio hasta su condena final. Aunque a él no le importe demasiado.

Y esta es la portada virtual:

El problema de la bala
 
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OLA K ASE COLABORA EN GQ O K ASE


He comenzado a colaborar con la edición online de la revista GQ. Mi atractivo físico, mi elegancia, mi éxito con las mujeres y mi escaso contacto con la realidad no podían pasar desapercibidos. Al fin y al cabo, yo marco tendencia: cuando salgo a la calle la gente huye en dirección contraria, por ejemplo.

Creo que así fue como puse de moda eso de correr.

Total, que empecé con un artículo muy sesudo, explicando el origen de la expresión OLA K ASE:

"Últimamente me han echado de siete grupos de whatsapp, de dieciséis foros y de un par de cumbres políticas internacionales por comenzar mis discursos con tres palabras: OLA K ASE. Creo que no se ha comprendido bien el alcance de esta expresión, que no es sólo una broma que nació con la imagen de una llama."

Y he seguido con una serie de consejos para planchar bien una camisa:

"Vestir siempre impecable es una tarea complicada de la que pocos salimos airosos. Una de las condiciones indispensables es llevar las camisas planchadas a la perfección. Y no es fácil. De hecho, casi cada año hay intentos por poner de moda las camisas arrugadas, que yo me tomo si Amancio Ortega me abrazara muy fuerte y me susurrara al oído que todo va a salir bien. Pero nunca acaban de funcionar. ¿Por qué? Básicamente porque nada nos gusta más que ponernos una camisa bien planchada".

De momento, parece que iré escribiendo cada semana.

No sé, yo me divierto así y no hago daño a nadie, DEJADME EN PAZ, NO SOIS QUIÉN PARA JUZGARME.


 
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¿Cómo? ¿Una tercera novela? ¿Y la policía no hace nada?


Está a punto de estar a punto. Os dejo la portada del gran Óscar Villán. Saldrá en Libro de Notas y sólo en edición digital.

El problema de la bala

Hacedme rico y famoso.


 
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