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De brevitate vitae
Al parecer, existe la posibilidad de llegar a vivir cuatrocientos años. "Yo no diría tanto", explica Hans Adenauer. Yo comencé unos experimentos el año pasado y el señor al que traté sólo cumplió, bueno, cumplirá, los doscientos cincuenta y seis años, según he comprobado gracias a un par de viajes en el tiempo". Según Adenauer, esta longevidad tiene inconvenientes. "No por las cuestiones físicas. Unas cuantas enzimas, unas pocas proteínas y una próstata de aluminio solucionan (solucionarán) esas cosas. Pero a este señor, que ya ha cumplido los treinta, le esperan doscientos veintiséis años de estar pasado de moda, de no comprender la música que suena por la radio y de quejarse de que la televisión es una porquería. También tiene por delante unas quince generaciones de jóvenes a los que criticar y de quienes asegurar que ya no saben nada, y no como antes, que los niños hablaban latín, griego y alguna que otra lengua eslava. Además es de derechas, por lo que va a estar unos dos siglos asegurando que España se desmiembra y que Aznar fue el mejor presidente de la democracia". Según Adenauer, este señor vivirá a costa de los intereses de sus fondos de inversión. "Le dan una mierda cada año, pero, claro, multiplícalo por cien". Ya forrado y madurito, desarrollará una nada rara querencia por las jovencitas. "A los setenta y cuatro años se divorciará de su mujer de setenta y dos. A partir de entonces le esperan catorce matrimonios con mujeres cada vez más jóvenes hasta que a los doscientos cincuenta y tres se case con una pelirroja dos siglos y treinta y seis años menor. El choque generacional será inevitable: él hablará en español antiguo y se negará a ser teletransportado, mientras que ella no sabrá qué es eso de la televisión y por qué la gente iba a la oficina, pudiendo trabajar mientras se duerme". La ventaja: "Al jubilarse a los sesenta y cinco, le esperan ciento noventa y un años de salir de la cama a las once, como muy pronto. Gracias a la práctica y dentro de setenta y cuatro años, se convertirá en campeón olímpico de petanca". Hans Adenauer también pudo (podrá) tomar nota de las últimas palabras de este señor: "La vida es corta y se escapa tan rápido. Tantos sueños y tan poco tiempo. Maldita Play Station".
Mitos ecologistas: el oxígeno
Dicen los ecofascistas que la atmósfera está cada vez más contaminada y que esto repercutirá en nuestra salud, al respirar cada vez menos oxígeno. Se trata de otra mentira de los comunistas para frenar el crecimiento económico con la excusa de asegurar lo que ellos llaman "bienestar" y que no es más que un conjunto de prejuicios que nos llevan derechos al gulag, a las ejecuciones y a las cartillas de racionamiento. Para empezar, el oxígeno sólo está presente en apenas un veinte por ciento del aire que respiramos. Es decir, su importancia es más relativa de lo que puedan decir los rojiverdes. Y es que, dadas estas incontestables cifras, si lo fundamental fuera el oxígeno, necesitaríamos respirar cinco veces más aire del que actualmente respiramos. Además, no se ha demostrado que no podamos respirar en ausencia de oxígeno. Los seres vivos nos adaptamos a las condiciones naturales con una facilidad pasmosa. Las plantas, de día, respiran dióxido de carbono. Los peces viven debajo del agua. Hay bacterias que viven --atención-- en nuestros intestinos. Nosotros, que somos más inteligentes que la mayoría de bacterias, no lo deberíamos tener tan difícil para adaptarnos a un mundo en el que apenas escasearía uno de sus elementos. El propio Hans Adenauer llevó a cabo un interesante experimento al respecto. Introdujo a veinte sujetos en una sala herméticamente cerrada. A pesar de que recibían oxígeno en abundancia, acabaron falleciendo por el hambre y la sed. Cosa que demuestra que hay necesidades más importantes que la de respirar, ya que el oxígeno no salvó la vida de estas veinte personas. Por tanto, centrémonos en lo fundamental: en la economía, que es la que trae a casa el agua, el vino y la pasta fresca rellena de queso y espinacas. Además y a pesar de que los liberticidas tampoco se hayan dado cuenta, un mundo sin o con apenas oxígeno reportaría un beneficio no poco importante y ecológico: la ausencia de oxígeno mejoraría la salud de nuestros bosques, ya que el fuego necesita de dicho elemento químico para llevar a cabo su labor destructora. Sin fuego no hay incendios forestales. Ni forestales, ni en residencias, ni explosiones, ni terrorismo. Sin oxígeno, por tanto, el mundo sería mucho más seguro.
Listas
Tras una ceremonia nada emotiva, Jakob Adenauer ha viajado al universo paralelo que su hermano y él terminaron la semana pasada. Así pues, se puede decir que finalmente y por lo que respecta a este mundo, Jakob ha muerto del todo. Cosa que me recuerda a una entrada de su Diario muy secreto en la que explicaba que estaba cumpliendo a rajatabla su lista de cosas a no hacer jamás, que incluía, entre otras actividades, "cantar en un karaoke, leer las memorias de Churchill, probar la en realidad inexistente comida china y alistarse en el ejército". Según Jakob, es absurdo redactar una lista de cosas a hacer antes de morir, ya que "ese tipo de empresas no dependen sólo de uno mismo. Sin ir más lejos, yo soy un magnífico intérprete de corno inglés, pero si no he tocado nunca con la Filarmónica de Berlín es sólo por presiones políticas". En cambio, la cosa cambia si se trata de una lista de cosas a no hacer: "Cada día que pasa sin que me apunte a un gimnasio o firme un manifiesto es un éxito. Y así soy más consciente de mis debilidades, ya que si fracaso, lo sabré en seguida y no tendré que esperar a morirme para consultar la lista en cuestión". Además, según el mayor de los Adenauer, "nunca se tiene verdadera intención de llevar a cabo los buenos propósitos de esas listas. No tengo nada en contra de las ensoñaciones estériles, pero una relación de cosas a no hacer tiene la indudable ventaja de que se comienza a poner en práctica nada más redactarse". De todas formas, lo cierto es que Jakob también escribió una lista de cosas a hacer antes de morir. El problema es que he dado con ella demasiado tarde como para prevenir a Hans. Ahora no sé si enviársela. Igual es mejor que no la lea. Por evitarle un disgusto, digo. Más que nada porque uno de esos buenos propósitos es: "Construirme un universo paralelo en el que pueda reinar como emperador supremo y que así se me brinden el respeto y la admiración que sin duda merezco". Temo que Hans, siendo médico y no físico, igual no haya podido supervisar de modo adecuado la creación de este segundo universo. Pero, en fin, supongo que ya da lo mismo.
De hombres, ratones y lobos
Hans Adenauer fue hombre lobo durante un par de años de su juventud. "Por aquel entonces --relata-- tenía una beca de investigación en la facultad de medicina de Leipzig. Había conseguido crear una variante de ratones lobo. Sólo hacía falta dejar que les mordiera un político y modificar ciertas enzimas. Una noche de luna llena cometí el error de darles de comer pasadas las doce. De darles de comer mi propio dedo. Bueno, sólo parte". Dadas las circunstancias, no se convirtió en un licántropo normal: "El proceso era parecido al tradicional. Las noches de luna llena me salía pelo por todas partes y garras y colmillos. Sólo que a mí no me había mordido un hombre lobo, sino un ratón lobo. Así que me convertía en un hombre ratón lobo. Básicamente un lobo peludo y blanco con orejas de Mickey Mouse, dos incisivos grandes y anchos, además de los clásicos colmillos. Ah, y un rabo enorme". Durante esa época tuvo a su hija, Julia. "No recuerdo nada de aquella noche. Sólo sé que me desperté desnudo en medio del campus junto a una alumna de primero. Así comenzó nuestro affaire. Nada serio. Sólo quería verme los días de luna llena. Siempre me hacía el mismo chiste. Abuelita, abuelita, qué dientes más grandes tienes. Y así hasta llegar al rabo. Pero en cuanto supo que me había quedado embarazado, ya no quiso volver a verme. Se largó con un estudiante de Derecho. De Derecho, imagina". No me ha querido explicar lo de su embarazo. "No fue una experiencia agradable --asegura--. Sacar adelante una niña, solo, sin poder recurrir a mi hermano porque está como una cabra y contando solo con el sueldo de un becario... No fue fácil... Y además Julia... Julia es... periodista". Me dio la espalda y sacó un pañuelo del bolsillo. Intuí que sería mejor dejarle solo. Ah, los hijos. Cría cuervos. Pero la verdad es que quería saber cómo dejó de ser hombre ratón lobo. "Quise pedirle a mi hermano que me disparara una bala de plata, pero sin apuntar a ninguna zona vital. Sólo que no me fiaba. Por aquel entonces estaba empeñado en que le había robado una novia que nunca tuvo. Al final pude elaborar unas píldoras que me funcionan bastante bien. A veces olvido tomarlas y asesino a alguna jovencita que pasea sola por las calles de la ciudad a altas horas de la madrugada. Pero en fin, qué se le va a hacer".
Cerditos
Como buen médico que es, Hans Adenauer lleva tiempo preocupado por la ingeniería genética. "Reconozco que será una herramienta utilísima --escribía hace unos meses en The nature of science--, pero también muy peligrosa, si tenemos en cuenta los cambios que ya de manera natural está experimentando el ser humano". Hans recordaba que la media de altura de hombres y mujeres en países occidentales se está incrementando de forma acelerada, gracias a las mejoras en alimentación, higiene y sanidad. "Este aumento en la media de altura --explicaba-- está viniendo claramente propiciado por ellos, que son los mismos que están impulsando la nanotecnología. Es decir, se está creando una sociedad de personas demasiado grandes para manejar de forma eficaz las herramientas de las que dispone". Según Hans Adenauer, el siguiente paso es "usar la ingeniería genética para que ellos sean lo suficientemente pequeños como para disponer a su antojo de todos los avances tecnológicos, dejándonos a los demás a su merced. Nuestros nietos no podrán ni llamar por teléfono sin antes pedir permiso a esta raza de dictadores enanos". Adenauer avisa de que si bien aún falta tiempo para que se pueda usar esta arma sociogenética, lo cierto es que hay que estar prevenidos. "La ciencia avanza que es una barbaridad. Ya se han hecho experimentos con cerdos. ¿De dónde salen si no los concursantes de Gran Hermano y Operación Triunfo?"