Jaime, 13 de octubre de 2004, 10:57:29 CEST

Pues yo quería ser astronauta


El Barça quiere fichar a un argentino de 12 años, pensando que puede ser un nuevo Maradona. Como mínimo. De entrada, la noticia tiene pinta de clásica historia de niño prodigio frustrado. Si viene a Barcelona, seguramente jugará bien en eso que llaman las categorías inferiores. Incluso puede que en el filial no lo haga mal del todo. Pero llegará al primer equipo y allí comenzarán a torcerse las cosas. No marcará goles, no le saldrán los pases y cada vez que toque el balón, lo perderá como quien pierde un paraguas. Obviamente, lo primero que hará quien sea entrenador del Barcelona, será pedir paciencia y recordar que es el jugador más joven de primera división. Pero irán pasando las semanas y el jugador seguirá sin dar pie con bola. Acabará la temporada en el banquillo. El año siguiente será peor: apenas cuatro partidos como titular, y ninguno jugado entero. Jugará cedido en otro equipo de primera, donde pasará la mitad de la temporada en blanco. Luego lo enterrarán en segunda división, donde jugará tres o cuatro años hasta que aproveche una lesión para retirarse y montar un bar. En su bar no se hablará de fútbol. Ni siquiera tendrá televisión, no sea que a alguien se le ocurra pedirle que ponga algún partido. En unos años ya nadie se acordará de él, aunque, claro, siempre habrá dos o tres clientes habituales que conocerán la historia vete tú a saber cómo y la comentarán a sus espaldas. "Ah, ¿no sabías que Erik había jugado en el Barça?" Cuando su hijo cumpla siete años, la suegra le regalará una pelota. La oficial de la liga. O del mundial. Y Erik agarrará una buena pelotera. "Ay, hijo, que quieres, el niño quería una pelota, es su cumpleaños, ¿no querrás que le compre un puzzle?" Le joderá ver esa pelota. Pero más le joderá acompañar un día a su hijo al parque de al lado de casa y ver lo mal que golpea el balón. Harto, le gritará un "así, no, joder" y, sin disimular su fastidio, le enseñará un par de trucos. Será la primera vez en diez o doce años que toca una pelota. -Papá, ¿verdad que tú jugaste en el Barça? Erik no recordará haberle dicho nada, pero, en fin, esas cosas se saben. Igual vio los recortes de prensa guardados en el fondo del armario, o quizás su mujer le había comentado alguna cosa. -Sí... Pero sólo dos años. El niño le dirá que lo ha contado en el colegio y que no le creen. -Ya te daré una foto para que la lleves. -¿Y eras bueno? Se callará unos segundos antes de contestar. -El mejor. Me trajeron de Argentina cuando tenía doce años. Pero me lesioné. No me llego a joder la rodilla y tu padre sería el segundo Maradona. No será la primera vez que lo piensa, pero sí será la primera vez que lo diga. Incluso comenzará a creérselo.


 
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