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abril |
La infancia de la llave inglesa
Entre junio y septiembre se suele comentar la posibilidad de recortar las vacaciones de los niños. Según algunos, tres meses son demasiados. Por supuesto, no suelen ser los niños quienes desean que les quiten semanas de descanso. Vamos, yo recuerdo que hubiera alargado las vacaciones otros dos o tres mesecillos. Como mínimo. En cuanto a los profesores, me parece justo que por aguantar a los niños de otros reciban a cambio más semanas de descanso. Un posible aumento de sueldo no compensaría. Por regla general, son los padres quienes piden este recorte. Claro, ellos trabajan y si los niños son pequeños, no los pueden dejar solos, con lo que surgen problemas logísticos. Es decir, no encuentran dónde aparcarlos, si es que la abuela falla o no ha habido manera de convencer al crío para que se vaya de campamento. Además, recurrir a una canguro -¿hay canguros macho?- es como aparcar en la zona azul o en un párking: fácil, pero caro. El resto del año, el aparcamiento es más sencillo: en la escuela, en clases de inglés o de guitarra, en los partidos de baloncesto. No creo que los padres odien a sus hijos o les moleste su olor y por eso quieran tenerlos lejos. No descubro nada si digo que el problema es que los dos trabajan porque con los sueldos de hoy en día son pocas las parejas que pueden permitirse el lujo de que uno de los dos se quede en casa sin cobrar. Hay quien piensa que eso lo tendrían que haber pensado antes: si una pareja no puede pagarse un hijo -con tiempo o con dinero-, no debería tenerlo. Sin duda, ser padres es una opción y no una obligación. Como tener un perro. El problema es que la opción siempre es el niño, porque el trabajo es obligatorio, a no ser que uno sea millonario o no le importe dormir debajo de un puente. En todo caso, y como dice John Gray en Postrimerías e inicios, parece claro que las opciones económicas no tienen mucho de opción: siempre se imponen "a costa de las aspiraciones como seres sociales -como padres, amigos, amantes o vecinos". Primero va nuestro trabajo, nuestra condición de herramienta. Condición maquillada: se nos explica que nuestra carrera nos ayuda a realizarnos, a expresarnos, a alcanzar nuestros sueños. Y en realidad lo que hacemos es dejar de lado a amigos, novias, hijos y, por supuesto, sueños. A nosotros mismos, vaya. Total, para convertirnos en llaves inglesas y acabar pensando que las vacaciones de los niños son muy largas, cuando, en lo que se refiere a las vacaciones, nunca es suficiente.