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abril |
El complot de la sardina
No le falta razón a José cuando explica que no sería necesario enriquecer los alimentos si no los hubieran empobrecido previamente. Además, hay más de un enriquecimiento que resulta como mínimo curioso. Como esa leche a la que le añaden omega 3. El ácido graso omega 3 se extrae del pescado. Es más, huele a pescado, por lo que hay que tratarlo antes de echarlo a la leche, ya que nadie bebería zumo de vaca con olor a sardina. Lo que no entiendo es por qué casi nadie se come la sardina y la leche por separado. Al fin y al cabo, beber esos cartones es como agarrar una sardina y usarla como galleta, es decir, mojándola primero en la leche. Antes de que alguien me acuse de defensor de lo natural o de alguna otra cosa horrible por el estilo, aclararé que no me choca esto de la leche con atún porque se trate de algo artificial. Simplemente me resulta desagradable e innecesario. Nada más. De hecho, no creo que lo artificial sea malo, ya que no hacemos casi nada que sea natural y que no requiera de nuestra manipulación. Ni siquiera la agricultura o la ganadería: al fin y al cabo, las vacas no expulsarían la leche en botellas por voluntad propia. Siguiendo con Puleva, aunque dejando las espinas de lado, me llama la atención el cartel que anuncia esta leche. El lema publicitario dice que "el 50% de la población tiene el colesterol alto y no lo sabe". La pregunta es cómo lo sabe la gente de Puleva. Alguno me dirá que no lo sabe y que sólo lo supone porque le interesa suponerlo, pero me temo que en realidad se trata de un complot para hacernos comprar sus productos enriquecidos con sardina. Me explico: los jefazos de Puleva saben que la mitad de nosotros tiene el colesterol alto porque han sobornado a los médicos para que nos mientan acerca de nuestro estado de salud. Además, ¿no habéis sentido jamás un pinchacito sin saber a qué se debía? La próxima vez fijaos mejor en la gente que os rodea, porque lo que ha ocurrido es que os ha extraído sangre uno de los habilidosos analistas de Puleva.