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Banderas y récords
No sé por qué a algunos les escuece tanto que los patinadores catalanes puedan subir al podio envueltos en la senyera y escuchando Els segadors. Para empezar, todo este rollo de las selecciones nacionales es, como mucho, una forma sin gracia de sublimar guerras. Jugamos a fútbol contra Francia para ahorrarnos que a cualquier cretino le dé por gritar "¡muerte a los gabachos!", sacar su escopeta de perdigones y dirigirse a la frontera. Del mismo modo, si algunos son felices luchando por las selecciones catalanas, es sólo porque -afortunadamente- no les es posible emprender una guerra de independencia. Y es que por mucho que Esquerra Republicana de Catalunya vaya aumentando el número de votos que consigue, aquí no estamos por la labor. Eso sí, la posibilidad de un partido de fútbol España-Catalunya les tranquiliza y entretiene. Son como niños jugando con llaveros. De todas formas, el deporte de élite tiene muy poco de nacional. Es absolutamente internacional. Mejor dicho, multinacional. Tan multinacional como las compañías farmacéuticas gracias a las que los deportistas logran sus más grandes éxitos. De hecho, creo que atletas, futbolistas e incluso patinadores deberían alinearse con sus verdaderos equipos: Sandoz, GlaxoSmithKline, Bayer, Roche... Que quede claro quién está detrás de los récords. Altius, citius, fortius, dopius. El deporte es tan malo para la salud. El de élite, claro.