Jaime, 13 de marzo de 2004, 0:22:01 CET

Contra el terrorismo


A las seis de la tarde ya había gente en el Paseo de Gracia. Y mucha. La pena era que cada cual venía con su pancarta: guerra no, cadena perpetua, Aznar y Bush culpables. Alguna se salvaba y hablaba de las víctimas y del terrorismo, pero, en todo caso, ¿para qué una pancarta? ¿No bastaba con ir? No creo que hiciera falta ni siquiera uno de esos lemas que los políticos usan para arrojárselos a la cabeza. Eso sí, hubo una pancartita que me arrancó una amarga carcajada. Un folio escrito a mano en el que por un lado se pedía la pena de muerte y en el otro se aclaraba: "no soi político". Sí, con i latina. Espero que no haya muchos que piensen o escriban como este tipo. En todo caso, constaté (también) que nadie parece capaz de estarse más de un minuto en silencio sin ponerse a aplaudir. A las ocho menos cuarto, después de avanzar a duras penas una manzana, nos rendimos. Lo reconozco. Retirada en busca de una cafetería. A esa hora aún había gente llegando a la manifestación. La Rambla de Catalunya y Balmes, paralelas al Paseo de Gracia, estaban abarrotadas. Los bares también. Qué remedio. En la televisión del café vimos cómo Josep Piqué y Rodrigo Rato tenían que ser escoltados y sacados de la protesta porque cuatro cretinos parecían decididos a lincharles. No está de más recordar que responsabilizar a Aznar de estas muertes es tan ruin como las palabritas que más de un listo soltó sobre Carod-Rovira mientras Acebes daba por sentado imprudentemente que los culpables sólo podían ser los terroristas de Eta. Carod hizo el ridículo con su excursioncilla a Perpiñán y encima quiso colgarse medallas; y la guerra de Iraq fue injusta, a pesar de que, como escribió Federico Jiménez Losantos, "sólo" murieron tres mil civiles. Pero ni el PP ni ERC tienen culpa alguna de lo ocurrido el jueves. Los responsables son únicamente Eta o Al Qaeda. Eso sí, me consuela pensar que la inmensa mayoría de los que estaban en el centro de Barcelona simplemente querían condenar una matanza atroz, al margen de partidismos ridículos. Más tarde volvimos al Paseo de Gracia. Al llegar, nos dio la impresión de que la manifestación se había terminado. Era como si fueran las seis de la mañana de un día de fiesta mayor. Qué comparación menos apropiada, por cierto. En todo caso, había barrenderos limpiando y veinteañeros sentados en las aceras, trasteando con los móviles. Por la megafonía sonaba una música horrible y sensiblera. La primera impresión era equivocada. Abajo, a la altura de la calle Mallorca, vimos las luces de las ambulancias. Estaban escoltando a los incombustibles, a los que llevaban allí tres horas. Sólo ocupaban la zona central del Paseo de Gracia. Ya no había nadie en los laterales. Acabamos en el Starbucks. Un día hay que hablar de los Starbucks. Cuando haya ánimos, claro. Son una plaga. Pero me gustan las cochinadas que hacen con el café. Una lástima, esos vasos de plástico.


 
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