Jaime, 12 de junio de 2002, 1:23:58 CEST

¡Yo no he sido!


Lo explica David Miró en el diario Avui de forma contundente (la traducción del catalán, lo siento, es mía): "El objetivo de Aznar con el decreto sobre las prestaciones no ha sido tanto contentar a los empresarios, cosa que ya le va bien, como dividir a los trabajadores, hacerles creer que el culpable de todos sus males es el vecino que cobra el paro de forma fraudulenta, y no el empresario que defrauda millones y millones a Hacienda en paraísos fiscales. Igual que con la ley de extranjería quiere hacer creer que el malo es el inmigrante y con la ley de calidad de la enseñanza que el culpable es el alumno". Y es que, desde que llegó a la presidencia del gobierno, Aznar se ha especializado en echar pelotas fuera. Durante sus primeros cuatro años, la artimaña fue relativamente sencilla: bastaba con culpar a la supuesta herencia socialista. Como la excusa ya empieza a oler, lleva un tiempo acusando, sencillamente, a todo el mundo. A la oposición, a los desempleados, a los conductores que sufren accidentes de tráfico por salir con el coche de vacaciones, al trabajador que quiere hacer huelga un día que, fíjese usted, como que le viene mal. A todo el mundo menos a sí mismo. Igual es presidente del gobierno, pero responsabilidades parece que no tiene ni una. ¿Será éste el gobierno hipertenue que tanto anhelan los liberales? ¿Un ejecutivo cuya única función es recordarles a los demás lo que deberían hacer y reñirles cuando no lo hagan? A este paso y con tanta inocencia de por medio, lo primero que hará Aznar cuando se retire (saliendo a hombros de la Moncloa, agitando las orejas de los sindicatos y el rabo de los nacionalistas -no, él no es nacionalista, es español, claro) será acudir al Vaticano para iniciar los trámites de su propia beatificación en vida. Para ir ganando tiempo. ¿No oléis el incienso?
 
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