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Ahora le toca a Barcelona
Después del reciente apagón que afectó a parte de Estados Unidos y de Canadá, Silvio Berlusconi abrió esa boca tan grande que tiene y dijo que una cosa así jamás podría suceder en una ciudad italiana. Y es cierto, no ha sucedido en una ciudad: el apagón de ayer afectó a todo el país a excepción de Cerdeña. Curioso que este apagón ocurriera durante la Noche Blanca romana, durante la que permanecieron abiertos museos, teatros y piscinas. La iniciativa parece algo gafe, ya que el año pasado, durante la Noche Blanca parisina fue apuñalado el alcalde de la capital francesa, Bertrand Delanoe. El caso es que después de los apagones ocurridos en Estados Unidos, Canadá, Londres y parte de Escandinavia, me pregunto si algo así podría suceder en Barcelona. Y la respuesta es un rotundo sí, claro. Para que tuviera lugar un apagón antológico en esta ciudad sólo haría falta una cosa: que lloviera. Cuando llueve en Barcelona, aunque sólo sean cuatro míseras gotas, el tráfico es un caos, el metro se retrasa, los trenes se niegan a circular, las plazas se inundan y se declara el estado de emergencia. Con un poco de suerte, no sería de extrañar que, además de todo lo habitual, se fuera la luz. Al día siguiente, en lugar de optar por la salida cobarde de culpar a otros países como se ha hecho en Estados Unidos y en Italia, nuestros políticos se echarían las culpas entre ellos y, después, a nosotros. Es decir, los madrileños responsabilizarían a las autonomías, en Catalunya asegurarían que el culpable es el gobierno central y, mientras tanto, el alcalde Joan Clos nos achacaría nuestra falta de civismo por haber salido a la calle sin pensar en que dejaríamos al ayuntamiento (de nuevo) en evidencia. Pero, eso sí, Clos también propondría celebrar una Fiesta del Apagón o un Día sin Luces dentro del incomparable e indefinido marco del Fòrum de les Cultures. Lo dicho. Que los próximos podemos ser nosotros. Y lo bien que vamos a quedar.