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abril |
Esto... ¿y aquellas armas?
Mientras Tony Blair visitaba Iraq, sin corbata y luciendo una resplandeciente camisa blanca, Polly Toynbee se preguntaba en un artículo de The Guardian qué fue de aquellas armas de destrucción masiva que, supuestamente, Sadam Husein tenía en su poder. Y es que el primer ministro británico llegó a asegurar que el dictador estaba preparado para usarlas en contra de Gran Bretaña en apenas 45 minutos. Vaya, yo no tengo mucha idea sobre armamento, y menos sobre el de destrucción masiva, pero parece difícil hacer desaparecer como si nada tanta arma tan poderosa. Digo yo que no resultará sencillo enterrar misiles en el desierto, como si fueran el cofre del tesoro de una novela de piratas; o pasar laboratorios químicos a Siria, como si se tratase de tabaco de contrabando. En todo caso, seguiría sin explicarse la inusitada bondad de Sadam, un dictador sin escrúpulos que, milagrosamente y en el último minuto, renuncia a usar las terribles armas que tiene en su poder. Y es que usar armas en las guerras es tan típico. Merecía la pena probar algo diferente. Pero, vaya, insisto, yo soy un ignorante en la materia: todo lo que sé de las guerras lo aprendí viendo Los doce del patíbulo y trasteando con algún que otro juego de ordenador. Es decir, que puede ser que esas armas existieran y que hayan desaparecido, del mismo modo que se han volatilizado Bin Laden y el propio Husein, de cuya existencia nunca ha dudado nadie. Al menos, que yo sepa. Por otro lado, Robert Fisk recuerda que George W. Bush quiere visitar Iraq esta misma semana. Un Iraq, recordemos, sumido en la anarquía y en el pillaje. Como Afganistán, mas o menos. O sea, bien lejos de la prometida democracia. Fisk apunta que nada le gustaría más a Bush que pasearse por algún almacén lleno de misiles y de ántrax. Porque hasta ahora apenas se han encontrado cuatro barriles mal contados que contenían lo que una vez fue plutonio. Visto el panorama, no me extrañaría que los militares estadounidenses estuvieran ahora mismo haciendo horas extra, rebuscando como locos en el desierto para encontrar algo, cualquier cosa que haga quedar bien al presidente y a sus amigos de las Azores. Algo que evite que todo el mundo piense que son unos embusteros. Pero me parece que lo tienen difícil.