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abril |
El coche fantástico
Desde que los Mossos d'Esquadra han decidido hacer públicos los casos de animales al volante, en pocos días hemos sabido de tres bestias a las que fotografiaron cuando conducían a más de 200 kilómetros por hora. El último récord es el de un cochecito que ha alcanzado los 243 en una excelente y cara autopista catalana, por la que, por cierto, yo conduzco a menudo. Sólo que llevo una cafetera que apenas tiene quince años -una jovencita- y que a veces -cuesta abajo y con viento a favor- alcanza los 150 kilómetros por hora. Entre quejas y lamentos, eso sí. Pero no quería hablar de mí. Ni del récordman. Sino del motorista que en una carretera comarcal del tres al cuarto se puso hace pocos días a 236 kilómetros por hora. El caso es que el muchacho ha dado la (simiesca) cara, más bien la jeta, y se ha dejado entrevistar por El Periódico. El angelito quiere dejar claro que no es "un suicida", aunque se olvida de que el problema no es que podría haberse matado, sino que podría haber matado a otros. Pero a ver quién se lo explica. El tal David Camí también asegura que no se ha "comprado una moto de 1.000cc para pasear". Esperemos que no se compre una pistola, porque, joder, uno no se compra una magnum para practicar tiro al blanco en Montjuïc. Para rematar la faena, el muchacho, encima, se queja: "¿Dónde podemos ir a correr los motoristas? Montmeló se ha convertido en un circuito sólo apto para millonarios. Muchos moteros no nos podemos permitir los precios que piden". Aunque, la verdad, en esto último no puedo más que darle la razón y solidarizarme con él. A mí las motos no me gustan, pero sí que es cierto que yo tampoco puedo permitirme muchas cosas y eso jode. No puedo pagar la ropa de Antonio Miró o de Giorgio Armani, por ejemplo. Y no es justo que esas prendas sólo sean aptas para millonarios. Muchos no nos podemos permitir los precios que piden ni en rebajas. En definitiva, que voy a tener que robar, porque, se pongan como se pongan, pienso lucir esa ropa.