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abril |
Los monos y las letras
En el zoo de Devon, un equipo de la Universidad de Plymouth ha puesto a prueba esa popular hipótesis según la cual infinitos monos tecleando durante un tiempo infinito acabarían por escribir las obras completas de Shakespeare, por cosas de la probabilidad. Como los investigadores no tenían a mano ni tantos monos ni tanto tiempo, se han conformado con seis macacos, un ordenador y cuatro semanas, al final de las cuales han obtenido un total de cinco páginas de texto. Bueno, texto es mucho decir: más bien un montón de eses y alguna que otra letra más. De todas formas, hay que decir que el objetivo no era obtener ninguna pieza de literatura, sino observar las diferencias entre hombres y máquinas. Diferencias que, según los académicos, se pueden resumir explicando que "los monos no son reducibles a un proceso probabilístico. Se aburren y prefieren cagarse en el teclado a escribir." Aun así, siguiendo esta idea de monos tecleadores, los matemáticos han calculado que unos 10 seguido de 813 ceros monos tecleando durante cinco años conseguirían escribir los dos primeros versos del tercer soneto de Shakespeare. Así las cosas, uno puede ver que hay cierta escala. Infinitos monos durante un tiempo infinito escribirán las obras completas de Shakespeare. 10 seguido de 813 ceros, un par de versos en cinco años. En cuatro semanas, seis macacos no tienen tiempo más que para teclear un montón de eses. O sea, que podemos aventurarnos a decir que con miles de quintillones de monos y unos cuantos siglos, podríamos aspirar a obtener, por ejemplo, alguna novela de Nabokov. Y es que este escritor es excepcional, pero no tanto como Shakespeare, por lo que igual las probabilidades de dar con un texto suyo son mayores. Gracias a este experimento, es fácil ver que uno podría montar un negocio de alquiler o de venta de monos escritores, que no sólo serían más baratos que los clásicos negros, sino que tendrían la ventaja de que no delatarían a nadie. Por ejemplo, con media docena de diligentes monitos, Federico Jiménez Losantos tendría suficiente para entregar sus artículos diarios. Y Mario Benedetti podría comprar unos veinte o treinta para sus poemitas. En cambio, George W. Bush se basta a sí mismo para escribir sus discursos, ya que él es la prueba de que la especie humana no ha evolucionado toda al mismo ritmo. Por mi parte, pienso mirar cuánto costaría hacerme con dos o tres macacos que actualicen esta página de vez en cuando, mientras empleo mi tiempo en evaluar las posibilidades y los riesgos del negocio en cuestión.