Jaime, 8 de mayo de 2003, 0:00:33 CEST

Cuidado con los chinos


Hace unos días vi por la tele cómo muchos neoyorquinos no se atrevían a pasear por Chinatown por miedo al sars, como si, más que un tipo de neumonía que se ha originado en China, el síndrome fuera una enfermedad congénita de los descendientes de pekineses. Lo más divertido fue ver cómo algunos comercios de este barrio de Nueva York aprovechaban el injustificado temor de muchos para vender las mascarillas que lucen los ciudadanos de los países orientales afectados. Al menos, hacían negocio. La cosa, claro, me pareció ridícula. Pero comprensible en una ciudad como Nueva York, en la que hay tanta gente que viene de tantas partes y que viaja a tantos sitios. Un neoyorquino puede temer más o menos razonablemente que ocurra algo parecido a lo que pasa en Toronto. Ahora, lo que ya no tiene mucho sentido es que este pánico llegue a Barcelona. Sí, a Barcelona. Leo en El Periódico que un tipo de rasgos orientales se subió a un vagón del metro de la ciudad. Y estornudó. Reconozco que la cosa da para algún chistecillo, en plan, mira, llega de Shangai y se ha saltado el control del aeropuerto. Pero dos viajeros no se conformaron con la gracia de mal gusto, sino que le exigieron que se bajara del vagón a la siguiente parada. No les fuera a contagiar el sars ese. Supongo que se acercarían a él tapándose la boca y mirándole con miedo, eh, tú, el enfermo, sal de aquí, anda, y no respires tan fuerte. El pobre y asombrado oriental les dijo que ni siquiera era chino, sino tailandés, y con la ayuda de otro par de viajeros algo más sensatos, intentó explicar a los alarmados hipocondriacos que lo del sars no funciona así exactamente. Dio igual: al final, el hombre tuvo que apearse. El diario no informa si decidió asimismo montar una tiendita de mascarillas, para sacar provecho del miedo ajeno. Cómpreme una o le toso. El caso es que, visto el panorama, me gustaría saber si ya ha comenzado a descender el número de clientes de restaurantes chinos. O si la gente ya no se pasea tanto por nuestro Barrio Chino, que de chino no tiene nada y, para colmo, ahora se llama Raval. Pero ya se sabe, quien tuvo, retuvo


 
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