Jaime, 7 de mayo de 2003, 0:31:06 CEST

Los jóvenes y el Papa


Sobre la visita del Papa se han comentado muchas cosas, especialmente su excesiva tibieza a la hora de hablar de la guerra y su crítica a los nacionalismos "exasperados". Tampoco se ha dejado de comentar el gran número de jóvenes que ha acudido a Madrid: más de un periodista preguntaba jocoso dónde se metían estos católicos veinteañeros el resto del año. Y aunque es verdad que, por las quejas de los propios sacerdotes, a las parroquias no acuden en masa, precisamente, a mí me parece que lo que ocurre es, simplemente, que muchos de estos chicos prefieren llevar su fe con discreción, por la sencilla razón de que está mal visto ser católico y no estar jubilado. Y, como ejemplo, Pablo -un amigo ateo- me explica por mail lo que les pasó a unos alumnos de una universidad pública de Madrid, que colgaron una serie de carteles anunciando la visita del Papa. No sólo pequeños pósters, sino también "unos hechos por ellos sobre cartulinas gigantes que, colgando de los pisos superiores, decían 'El hombre que cambió el mundo viene a verte'. Al día siguiente todos los carteles habían sido arrancados". Cabe decir que en esa facultad, como en todas, hay carteles similares que nadie toca y que anuncian, por ejemplo, charlas elogiosas sobre la "experiencia bolivariana" -otro nombre para dictadura- de Chávez. El caso es que estos católicos "pusieron otro que decía 'Vosotros que presumís de democracia y que os quejáis del fascismo, respetad las libertades de los demás'". Más tarde, explica Pablo, "saliendo de la biblioteca, vi como dos sujetos de inconfundible indumentaria postmoderna, pseudorebelde, anarcopija salidos del Aula contra la guerra" -a saber qué les enseñarían- "lo vieron, lo arracancaron, lo hicieron cachitos y lo tiraron a unas bolsas de basura". Total, que como ahora se lleva estar en contra de la guerra y decir que se es de izquierdas, pues nada, uno se aprende cuatro frases y las va soltando, para así quedar bien con los amiguitos. Y si hay que romper carteles, se rompen. Lástima que eso no convierta en pacifistas ni en izquierdistas a estos anarcopijos. Pero al menos están contentos en su rebaño, que es lo que de verdad les importa. Es más, no me extrañaría que, de haber nacido hace cincuenta años, en lugar de protestar por el imperialismo estadounidense sin saber exactamente qué significan esas dos palabras, estos chicos se hubieran enfundado en sus camisas azules y hubieran marchado a la Plaza de Oriente a cantar el "Cara al sol" y a aplaudir al caudillo.


 
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