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¿De qué se quejan?
Esto de Cuba me tiene un poco descolocado, lo confieso. A ver, resulta que un gobierno permisivo con el dictadorzuelo caribeño, como todos los gobiernos y políticos españoles -sólo hay que recordar el mítico abrazo entre Fraga y Fidel-, se lanza a la yugular de los partidos de izquierda y de unos cuantos intelectuales por no condenar las últimas y estúpidas ejecuciones firmadas por Castro. Cosa que me parecería normal si éstos no las condenaran. Pero el caso es que las condenan. Incluso Saramago, a pesar de que es uno de estos abundantes escritores al estilo Cela, que son muy buenos con la ficción, pero no suelen decir más que tonterías cuando se ponen a hablar de política. No contentos con tanta contradicción, Aznar y compañía recriminaron a esta gente que no quisiera acudir a la manifestación que estaba convocada para ayer. A pesar, decían los líderes y periodistas del PP, de lo mucho que salieron a la calle para protestar por la guerra contra Iraq. Pero resulta que muchos sí que se presentaron en la manifestación en contra de Castro. Donde, por cierto, fueron recibidos con insultos e intentos de agresiones. Es decir, siguiendo con las incoherencias, los mismos que se quejaban (con razón) de los huevazos contra Albertito Fernández Díaz o de que estudiantes madrileños no dejaran que Alberto Ruiz-Gallardón expresara su opinión sobre la guerra contra Iraq, se dedicaron ayer a linchar (casi) a Jesús Caldera y a Fernando Trueba. Total, que no acabo de entenderlo. A fin de cuentas, con los matices que se quiera y a pesar de que a alguno le duela traicionar ciertos ideales que, de hecho, ya fueron traicionados en su momento por el propio comandante, en el asunto cubano venían a estar todos de acuerdo: la dictadura de Fidel es despreciable y las últimas condenas y ejecuciones, repugnantes. Claro que al Partido Popular y a sus periodistas de confianza les interesaba que no hubiera tal consenso y, de hecho, ahora se comportan como si no existiera. En un vano esfuerzo, claro, por intentar contrarrestar el ridículo papelón de mascota de Bush ejercido durante la guerra contra Iraq.