Jaime, 13 de marzo de 2003, 11:05:57 CET

La mordaza


El presidente de la comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, visitó la Universidad Complutense para inaugurar la nueva sede de la facultad de Informática, donde fue recibido por decenas de estudiantes que coreaban lemitas en contra de la guerra. Hasta ahí, todo sería normal, si no fuera porque los estudiantes no dejaron que Gallardón les contestara, cosa que demuestra que no hay nada como un eslogan para acabar de agujerear ciertos cerebros esponjiformes. Y es que da igual lo que se defienda o lo que se ataque: al final, para muchos, todo consiste en gritar y hacerse el rebelde. En Barcelona, a quien casi no dejan hablar fue a Gotzone Mora, profesora de la Universidad del País Vasco y miembro de ¡Basta ya! Esta señora tenía previsto dar una conferencia en la UB sobre el clima que se vive en las universidades vascas, pero el rector del centro barcelonés, Joan Tugores, decidió suspender la charla. Hay que decir que Tugores no suspendió las conferencias que dieron Pepe Rei o Arnaldo Otegi, cosa que me parece perfectísima y necesaria, pero alguien debería explicarle que fomentar el diálogo quiere decir que no se escucha sólo a una de las partes. En fin, uno creía que para llegar a rector había que ser, como mínimo, un poco inteligente y tener cierta cultura, pero parece que no es indispensable. Por suerte, al final Mora pudo dar su charla en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, que dirige Josep Ramoneda. Este par de burradas me recuerda la espiral del silencio, término acuñado por Elisabeth Nöelle-Neumann, que explicaba que quienes sostienen opiniones diferentes a las de la mayoría, tienden a silenciarlas por temor al aislamiento. Sólo que en casos como estos, más que espiral del silencio hay una espiral de la mordaza o del esparadrapo, como se prefiera, en la que cuatro cretinos se creen legitimados para no permitir el mínimo desacuerdo. Y, la verdad, me da lo mismo que estos anormales defiendan la paz en el mundo o el asesinato de todos los pelirrojos: demuestran siempre escasez de ideas y sobredosis de eslogans.


 
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