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abril |
Las naciones y el agua
Manuel Jiménez de Parga, todo un presidente del Tribunal Constitucional, ha asegurado que no tiene ningún sentido distinguir entre las comunidades autónomas llamadas históricas (Euskadi, Cataluña y Galicia) y las demás. Cosa que no me parecería mal si ese eufemismo político se dejara de lado para hablar de naciones, término que provoca escozores entre los centralistas.
Pero De Parga no va por ahí, sino que asegura que el resto de regiones españolas puede verse ninguneada por culpa de esta diferenciación. Y el presidente del Tribunal Constitucional quiere dejar bien claro que estas comunidades "no históricas" no tienen nada que envidiar al resto, por mucho Estatuto de Autonomía que tuvieran durante la República: "No corte usted por ahí -ha afirmado-, corte por el año 1000, cuando los andaluces teníamos, y Granada tenía, varias docenas de surtidores de agua de sabores distintos y olores diversos, en algunas zonas de las llamadas comunidades históricas ni siquiera sabían lo que era asearse los fines de semana".
No seré yo quien menosprecie la cultura y la técnica que trajeron los árabes a Al-Andalus, pero me gustaría constatar que los romanos nos dejaron a los catalanes algo de ingeniería en cuestiones de agua, como por ejemplo el acueducto de Les Ferreres, conocido como Pont del Diable y construido en el siglo I a. C. en Tarragona. No sé si el agua llegaba a la ciudad con sabores, olores y colorines distintos, pero, al menos, por agua (y por comparaciones tontas) que no quede.