Jaime, 5 de diciembre de 2002, 12:32:09 CET

No hay mejor forma (de atarse los zapatos)


La noticia científica de la jornada es la publicación del genoma del ratón y el hecho de que ratones y hombres compartimos el 99 por ciento de los genes. Mal día, pues, para que el matemático australiano Burkard Polster presentara un estudio de cuarenta páginas que prueba que nuestro modo de atarnos los zapatos es el más adecuado. Según Polster, después de siglos de ensayo y error, de entre los cuatrocientos millones de formas posibles de atarnos los cordones, hemos escogido las dos más eficaces: el cruce continuo de dicho cordón o el zigzag de un sólo extremo. Parece que pasará desapercibido el consejo del matemático para solucionar uno de los mayores problemas de la sociedad occidental. Y es que, aunque los métodos de engarzar el cordón en el zapato sean prácticamente perfectos, resulta que los nudos en sí son "notablemente inestables". Es decir, que se deshacen, obligándonos a perder segundos preciosos casi cada día, por no hablar de las posibles lesiones de espalda de quienes no saben cómo agacharse sin destrozarse el espinazo, o del estrés que provoca a muchos niños el tener que oír a su madre cada media hora gritando aquello de átate los zapatos, que te vas a pisar los cordones y te vas a matar. Además de quienes (mayores y pequeños) realmente pisan estos cordones, con el consiguiente peligro para sus vidas. Cito El País (en realidad, Periodista Digital): "La mayoría de las personas se hace dos medios nudos (el primero con los dos cabos y el segundo con las lazadas)", cosa que "puede dar lugar a un nudo plano, muy seguro, o a un nudo que no sujeta bien y se deshace fácilmente". La solución es sencilla: "Está en que en los dos medios nudos tengan distinta orientación". Sería deseable un estudio complementario, que explicara cómo escoger adecuadamente los calcetines, para evitar aquéllos que el zapato se acaba tragando. ¿Hay cosa más incómoda?


 
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