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abril |
Mi discurso del Nobel
Como todos deberíais saber, el jueves que viene se anunciará oficialmente que he ganado el Premio Nobel de Literatura 2012. Podría haber sorpresas, pero todo apunta a que, finalmente, se reconocerán mis méritos. Y es que, al margen de mi labor literaria, tengo pelazo, vivo en un país pequeño y con una literatura poco conocida (Sants) y mi presencia física (metro cuarenta y dos, psoriasis) rezuma carisma (entre otros motivos, por la psoriasis).
Todo está a mi favor.
Para ir avanzando faena, he comenzado a preparar el discurso que daré en Estocolmo cuando me den el premio:
Señoras y señores del jurado, señor juez, señor fiscal,
Escribí mi primera novela a los siete años. Como aún era muy joven, me salió en latín, pero aquel texto marcó el inicio de mi carrera literaria, que me ha llevado de reconocimiento en reconocimiento hasta esta ceremonia, en la que echo en falta croquetas.
La literatura me ha dado muchas cosas: alcoholismo, un total de treinta y siete euros, y una relación muy especial con las mujeres, que siempre me han ignorado entre bostezos y ataques con spray de pimienta, dándome tiempo así para consagrarme a mi obra.
Dedicarme a la literatura no fue nada fácil: me encontré con la oposición de mi familia, que veía más futuro en venderme a un circo de gitanos. Por suerte, hubo gente que confiaba en mi talento y me animaba a seguir escribiendo, a ser posible en silencio y sobre todo muy lejos.
Las respuestas de las editoriales a los primeros envíos de mis manuscritos fueron muy alentadoras. Cito de memoria y por poner un ejemplo: "Dos de nuestros lectores se han suicidado. Uno de ellos ni siquiera leyó su libro, sólo escuchó un comentario del que sí lo había hecho. Por favor, pare. O al menos deje de enviar los textos con pseudónimo, porque no podemos aplicar los filtros necesarios".
La mía es una literatura de alto impacto emocional que pilló desprevenida a la industria editorial y sanitaria del país.
También tuve problemas debido a mis opiniones políticas. De hecho, la cuarta novela que escribí (ya en español) fue confiscada por la policía después de que un par de amigos sufrieran casualmente una embolia al llegar a la página 4.
Jamás recuperé el manuscrito, aunque por lo que sé, fue una pieza clave en el hundimiento de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría.
Mi literatura se caracteriza sobre todo por el intento de explorar el ser humano desde dentro, desde lo más profundo. Esto no se comprendió muy bien y de hecho pasé dos años en la cárcel por robar y diseccionar cadáveres para documentarme.
Aprendí la lección y ya no robé cuerpos, pero resulta que matar gente para diseccionarla son aún más años de prisión.
LA POLÍTICA SIEMPRE PONIENDO TRABAS Y CENSURAS AL ARTE.
Cuando salí de la cárcel, pasé por una época complicada. El hecho de no poder hundir las manos en un tórax hasta arrancar un páncreas me provocó una crisis creativa que me llevó A BEBER.
Por desgracia, el agua no solucionaba mis problemas y además me obligaba a levantarme del sofá demasiado a menudo para ir al baño, por lo que decidí acercarme a la literatura desde otro punto de vista.
Y entonces nacieron mis novelas sobre palomas.
A NADIE LE IMPORTAN LAS PALOMAS.
Me atrevo a afirmar, sin miedo a equivocarme, que mis novelas sobre palomas son las que mejor exponen la psique de estas asquerosas aves: sus miedos, sus angustias, sus anhelos, su forma de comer cualquier cosa sin el menor ataque de arcadas.
Lo único que me sabe mal es que las palomas no puedan leer mis libros para aprender más sobre sí mismas. He intentado explicárselos, pero no parecen prestar mucha atención y además necesito sus páncreas.
Por cierto, ya sé que mi fama me precede, pero necesito trabajar con tranquilidad cuando estoy cazando palomas en la plaza Cataluña, así que rogaría a mis seguidores que no me importunaran con elogios como "no puede hacer eso", "nos tendrá que acompañar a comisaría" y "haga el favor de soltar ese palo". Por cierto, lo de dispararme con un táser para encerrarme en una habitación lo veo excesivo. NO SOY UN MONO DE FERIA.
En definitiva, este merecido premio confirma mi presencia en la cima, donde por cierto hace mucho frío porque sólo he traído calcetines de verano. Me gustaría cerrar este discurso citando a mis autores favoritos, pero mi carrera literaria ha absorbido todo mi tiempo y jamás tuve la oportunidad de aprender a leer.