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abril |
No se lo digas a nadie
(Publicado en Diagonal)
Me sorprendió leer que el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, soltó en una rueda de prensa algún secretillo del sumario sobre el secuestro de Publio Cordón, como quien no quiere la cosa. Parece un señor muy serio. Además, le tengo afecto ya que, por estadística, seguro que conozco a alguno de sus 79 hermanos y 2.512 primos.
Decidí ir al Ministerio, con la intención de charlar con él y de paso recoger sus (imaginaba que) acongojadas excusas. Tuve problemas para entrar ya que, al parecer, gritar “JORDI, A MIS BRA- ZOS” no es una buena tarjeta de visita, pero pude solucionar el asunto inteligentemente, trepando por las cañerías y cayéndome en apenas cuatro ocasiones. Ahora uno de los pies me apunta hacia atrás (miren, miren, ¿a que da como cosa?), pero todo sea por LA NOTICIA.
Fernández Díaz me recibió con un grito y preguntándome quién era y por qué estaba entrando por la ventana. Se tranquilizó y me invitó a sentarme, después de explicarle que venía del periódico DIAGONAL, un medio de ley y orden, defensor de los bancos ante la prensa izquierdista y adalid de la libre empresa ante el acoso de los trabajadores y sus absurdas pretensiones de “cobrar”(¿dónde se creen que viven? ¿En la Rusia de Stalin? ¡Que se vayan a Cuba!).
“Verás –comenzó cuando le pregunté por la polémica que me había traído allí–, es cierto que comenté cosas que no debería haber dicho y pido disculpas. Primero, un ministro debe saber qué puede decir y qué no; segundo, un caballero debe saber guardar un secreto. Pero la culpa de todo la tiene mi responsable de prensa al que, en fin, no me gusta hablar mal de la gente, pero le va empi- nar el codo. Esto me lo ha explicado mi secretaria, que no la has visto, porque has entrado por la ventana, pero se está pasando con el botox. Lo peor es que no lo reconoce y dice que es todo por una crema nueva que se ha comprado. Ya, una crema. Justo ayer se lo estaba comentando a Rajoy. Por cierto, sabes lo de Rajoy, ¿no? Sabes lo que se dice, ¿no? De Rajoy. Lo que se comenta”. Me incliné hacia delante para escucharle mejor. “Resulta que se echa siestas de tres horas. Que siempre está reunido de cuatro a siete. Reunido entre comillas, no sé si me explico. Ahí, roncando como un desesperado, que se le oye cuando pasas por delante de la puerta. Y claro, así va el gobierno.
Que no es por hablar, que a mí no me gusta hablar, pero mira por ejemplo lo que hizo el otro día Jorge Fernández Díaz, el perla, que menudo perla”. Qué ha hecho, qué, qué. “Pues resulta que estaba en una rueda de prensa y soltó secretos de su- mario ahí, a lo loco, como si tal cosa, venga, anda, di lo que quieras. Y luego vino un tal Jaime Rubio, un periodista, a preguntar cosas. Y en fin, yo no soy de criticar, pero a mí me han explicado que toma más café de la cuenta y cuando llega al cuarto abre la ventana de su casa y grita cosas a la gente. Pero claro, esto es lo que se dice, vete a saber, porque se cuentan tantas cosas”. De hecho, eso es exageradísimo. Grito cosas en general, no a la gente. A veces insulto a las palomas, eso sí.
En todo caso asentí a todo mucho y le pregunté, para cerrar la entrevista, si creía que la discreción era posiblemente la virtud más devaluada hoy en día. “Sí”, respondió.