Jaime, 5 de mayo de 2012, 9:24:31 CEST

Esto es la guerra


(Publicado en Diagonal).

Como el Gobierno no se ha atrevido, lo he tenido que hacer yo: le he declarado la guerra a Argentina, por habernos robado YPF a todos y cada uno de los españoles, representados por los accionistas de Repsol.

Como todo el mundo sabe, el mejor motivo para ir a la guerra es el petróleo. Es decir, todos los adultos sanos deberíamos estar ya embarcando en acorazados y fragatas. Pero claro, este Gobierno no tiene valor y así estamos, llorando de rodillas frente al Íbex 35, como si fuéramos franceses.

De todas formas, sé que sólo soy una persona, ya que me he contado en más de una ocasión, así que me tuve que limitar a declararle la guerra a Argentina a pequeña escala. Es decir, a mi vecino Gastón. Sí, se llama así. Los argentinos tienen un problema con el santoral. ¿Qué hay de malo con nombres cristianos como Westfalia y Anatolia, por ejemplo?

Gastón es un argentino muy majete, capaz de lograr que un viaje en ascensor de cuatro plantas dure tres horas y media: su animada charla provoca una curvatura en el espacio-tiempo. Así convenció a su novia de que fuera su novia. Por erosión. Esta señorita (un 7, tirando bajo) es española (de Lisboa, creo, o de otra ciudad también extremeña), por lo que intenté expropiarla anoche, cumpliendo con mi deber patriótico. Me presenté en su casa, aporreé la puerta (uno no puede expropiar tocando el timbre como si fuera, no sé, inglés), y en cuanto Gastón abrió, exigí compensación y justiprecio por el robo a los españoles del petróleo argentino. Haciendo caso omiso de mis bien argumentados gritos e insultos, Gastón intentó explicar que era de Uruguay y no de Argentina. Ni mentir saben, estos bonaerenses: ¡Paraguay! ¡El país se llama Paraguay! El miedo no le dejaría ni pensar.

Incomprensiblemente, su novia no se levantaba a por sus cosas, como hubiera hecho cualquier español con un mínimo de dignidad, sino que se limitaba a mirarme desde el sofá, mostrando cierta sorpresa (así: o_O). Insistí en que hiciera el favor de comportarse como una española o, en caso de sentirse catalana, como una catalana, dado que La Caixa (¡nada menos!) posee el 10,5% de las acciones de Repsol y de YPF. Pero claro, vivimos en un país de acomplejados. La chica (7,5, incluso) llamó a la policía, que en lugar de ponerse de mi parte y, ya puestos, invadir el piso en una primera avanzadilla de la guerra hispanoargentina, se me llevó esposado. Indignante.

Incluso tenía preparada una cena romántica para recibir a la que ya sería exnovia del argentino, con sus velas, un violinista rumano que había secuestrado en el metro y platos típicos catalanes (espagueti a la boloñesa y vino de La Rioja). Cuando pude volver a casa, el rumano se había desatado y se había llevado mis espagueti. El vino no, a pesar de ser uno de los mejores Tetra Bricks de marca blanca que hay en el mercado. Por supuesto, quise presentar una queja formal ante la embajada rumana, pero no se tomaron a bien que entrara preguntando por el conde Drácula, entre carcajadas.

Es muy difícil ser español hoy en día. No nos toman en serio. Claro, como somos negros. Pero en fin, tampoco está mal que no haya guerra, ya que Argentina está en el hemisferio sur y no creo que los soldados españoles estén acostumbrados a caminar boca abajo mucho tiempo.


 
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