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Preguntas
A: No sé dónde vamos a ir a parar, en serio, no lo sé. B: A Mataró. A: ¿Cómo? B: Que el tren va a Mataró. A: Cielos. Pues era fácil. B: Sí, bastaba con preguntar en voz alta, mirando al vacío y golpeándose el pecho con el puño. A: Pues ya no me quedan más dudas existenciales. B: ¿No? ¿Ni una? A: No, porque de dónde venimos ya la sabía: de la estación de Sants. Lo sé porque me acuerdo. ¿Por qué estoy aquí? Porque no tengo coche y necesito recurrir al transporte público. ¿Cuál es el sentido de todo esto? Vamos hacia el nordeste, siguiendo el litoral. B: Entonces, ¿ya están resueltos todos los grandes misterios de la humanidad? A: Los míos, sí. No sé si a usted le queda alguna duda pendiente. B: Pues ahora que lo comenta, tengo unas cuantas. Por ejemplo: ¿cuál es el origen del universo? A: Hm. Es difícil. Pero yo diría que la U. No se escribe con H, ¿verdad? B: Ah, pero tiene truco: la U es el principio, pero no el origen. ¿Qué causó ese principio? A: Probablemente un bolígrafo. B: Pues suena lógico. A: A ver, igual era un lápiz. O una pluma. O una impresora. Pero eso ya es cuestión de detalle. B: Sí, estoy de acuerdo. De todas formas, tengo más preguntas sin respuesta. ¿Dónde dejé mis gafas? A: Esa es aún más difícil. B: ¿Verdad que sí? Ni siquiera la ciencia tiene respuesta. Lo sé porque le pregunté a un amigo mío que es físico y me dijo que hiciera el favor de no volver a llamar a las tres de la mañana. A: ¿Y qué hizo? B: Seguir sus indicaciones y llamar a las cuatro. Se enfadó igual. Incluso más. Estos científicos son unos excéntricos. A: Volviendo a su pregunta... ¿Dónde las vio por última vez? B: No lo sé. Mire, otra pregunta sin respuesta. El caso es que como no las llevaba puestas cuando las vi por última vez, no distinguía. A: Pues no sé qué decirle. Está haciendo que me cuestione mis principios. B: ¿Tiene más de uno? A: Los pies y la cabeza, según cómo se mire. Y la U, claro, ya que yo también formo parte del universo. B: Pues tengo más preguntas eternas. A: Adelante. B: ¿Por qué La oreja de Van Gogh sigue sacando discos? A: Aunque no se lo crea, yo también he meditado mucho acerca de este tema. Esta pregunta se enmarca dentro de una más general, que englobaría también los discos de Amaral, los de Extremoduro, los libros de César Vidal y los blogs sobre ciencia. La pregunta sería: ¿por qué existe el mal en el mundo? B: ¿Y cuál es la respuesta? A: Por joder. El mal existe por joder. B: Pues es cierto. A mí me jode mucho que exista el mal. Y todos esos blogs que siempre hablan del pobre H. M. A: ¿Quién es H. M.? B: No me acuerdo. Otra pregunta: ¿hay vida después de la muerte? A: Yo creo que no, que cuando me muera todo el mundo morirá. ¿Para qué iba a seguir existiendo todo eso si yo ya no puedo verlo? B: ¿Todo? ¿Incluso las cucarachas? Las cucarachas sobrevivirían a un desastre nuclear. A: Bah, un desastre nuclear no es nada. Los mutantes también sobrevivirían. B: Sí, es cierto, tampoco hay para tanto. Otra pregunta: ¿cree que estamos solos en el universo? A: Pues claro que no, qué tontería. Mire la cantidad de gente que hay en este vagón, ¿cómo vamos a estar solos? ¿Ha intentado salir a cenar un sábado sin reservar mesa antes? ¿Sabe lo difícil que es encontrar buen sitio en el cine un domingo por la tarde? ¿Nunca ha ido de rebajas? Ojalá estuviéramos solos. Qué agobio con tanta gente por todas partes. B: Buf, estoy aprendiendo un montón con usted. Me alegro de que el sentido de la vida sea en dirección Mataró y que hayamos coincidido en este vagón a pesar de toda la gente con la que podríamos haber coincidido, dado que no estamos solos en el universo. Una última pregunta, si me lo permite: ¿Dios existe? A: Más le vale, porque si no existe, le voy a decir cuatro cosas bien dichas por todo el tiempo que nos estaría haciendo perder. B: Ay... A: ¿Y ese suspiro? B: Es que me he acordado de mis gafas... A saber dónde estarán ahora. A: Ese gran misterio no podremos resolverlo durante este viaje. B: Siempre quedarán preguntas. A: Al menos una. B: El día que encuentre mis gafas, lo veré todo más claro.