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abril |
Así no hay quien ahorre
En un nuevo ataque a la libertad de los fumadores, el gobierno ha decidido rebajar el límite de velocidad por autopista de 120 kilómetros por hora a 110. La excusa ha sido la de ahorrar. Pero hay que ser muy tonto para creerse tal cosa. Y es que justo la misma semana que se conoce esta noticia se ha publicado otra. Resulta que Bono dice que no puede ni quiere ser presidente del gobierno. ¿Tiene esto algo que ver? No. ¿Lo de los 110 kilómetros por hora es una cortina de humo para ocultar la sospechosa ausencia de intenciones de Bono? Por supuesto que no, menuda idiotez, no tendría sentido hacer algo así. Lo ha dicho en la radio, por cierto. Y es el político, no el cantante. No pongo el enlace porque me da pereza y es una chorrada. El caso es que hoy en día nos llega demasiada información. Tanta, que resulta imposible procesarla adecuadamente y además cuesta mantener la atención en los temas de los que se habla y cuando uno no está atento ocurre que obviamente se pierde y ya no sabe de qué está hablando y se pone a divagar, dando vueltas y vueltas sobre las mismas cosas, sin añadir información, sólo palabras, a ratos soltando comas y conjunciones copulativas, con lo fea que es la palabra copulativa, en lugar de llegar a una conclusión y por tanto concluir, como su propio nombre indica, para que así todos dejemos de perder el tiempo. Volviendo al tema de los 110 kilómetros por hora, es evidente que todo el mundo creía que ya no me acordaba. Sólo tengo una cosa que decir al respecto: ¡Ja! ¡Claro que me acordaba! ¡Ja! Puedo seguir los meandros de mi propio pensamiento sin problemas. ¡El político, no el cantante! ¡Ja! ¡Un coche muy coche! ¡Enteritis! ¡Jaja, qué bueno, enteritis! Pone enteritis, pero sólo es la mitad de gastroenteritis. Debería ser meditis. ¡Jaja! ¡Y ja! Volviendo otra vez al tema (otra vez más, sí, lo he vuelto hacer), he de decir que esta medida me parece francamente innecesaria. Si hablamos de ahorrar, resulta indiferente si se circula a 110 o a 250 kilómetros por hora. Porque ni siquiera tengo coche. Es que no voy a dejar de gastar nada. Ni un euro. Si el gobierno quiere que ahorre, cosa que me vendría bastante bien, que limite el precio del Jameson y de la cerveza. Y del vino. Que no llego a fin de mes. De hecho, hay noches que no sé ni cómo llego a casa. En conclusión, porque al final concluimos, tal y como demuestra el punto que hay al final del párrafo, señores del gobierno, ministros y esas cosas, recapaciten y tomen medidas que afecten a la gente de verdad, que luego miro la cartilla de ahorros y me dan unos sustos que para qué. Cuando tenga coche, les aviso y quedamos en la velocidad apropiada. Si a mí me da igual, si no tengo prisa y voy andando a todas partes. Exceptuando las partes que están lejos, claro, que tampoco es plan.