Jaime, 17 de diciembre de 2010, 9:41:06 CET

Las tradiciones navideñas del rey


Todo el mundo conoce ya mi relación con la nobleza española. Si murieran doce mil trescientos treinta y nueve de los herederos al trono, yo sería el pinche de cocina de la residencia de verano de los condes de Orgaz. Ahí es nada. Así las cosas y como es natural, cuando voy por la Zarzuela, siempre me llaman de tú: -Tú, ¿qué haces? -Tú, ya estás saliendo de entre los árboles. -Tú, te estamos apuntando. -Tú, ¿por qué no llevas pantalones? En definitiva, que a nadie le habrá extrañado que la Casa Real se haya puesto en contacto conmigo para que escriba el discurso de Nochebuena de Juan Carlos I. -Tú, ¿qué haces escondido detrás de un árbol? -Estoy escribiendo el discurso de navidad del rey. -¿Y por qué no llevas pantalones? Obsérvese que el agente no dijo nada como "pues no deberías porque no es tu trabajo, que eso lo hace Gómez", sino que simplemente comentó el hecho de que necesito sentirme libre de cintura para abajo para poder CREAR. Es decir, el guardia civil en cuestión daba por sentado que tú, o sea, yo no estaba haciendo otra cosa que no fuera mi trabajo. Y ya lo tengo listo. Se lo acabo de enviar al rey para que tenga tiempo de memorizar las palabras difíciles. Lo reproduzco aquí por su interés y porque al fin y al cabo este blog no lo lee nadie. Ni siquiera el guardia civil obsesionado con mis pantalones. Bribón.

Españoles, españolas, españoles y españolas por el mundo, feliz navidad a todos. Este ha sido un año sin duda muy difícil en lo económico y en lo ortográfico. Como podrán observar todos los españoles de pro que se estén fijando y lleven las gafas puestas, está chaqueta está desgastadísima por los codos y hoy me he afeitado regular porque la cuchilla está muy usada y ya no apura. A todos nos afecta la crisis. Yo mismo he actualizado mi currículum y no dejo de entrar en Infojobs porque nunca se sabe. Un día de estos me montan un Ere y a la calle. En mi caso la cosa está jodida porque a mi edad y sin estudios no sé quién me va a contratar. De hecho, ya han lanzado un aviso. Ahora la Rae, que parece haber olvidado que se llama REAL Academia Española, dice que mi título (rey) se escribe con erre (o Ere, no lo sé, igual es una amenaza) minúscula. Minúscula. Ahora resulta que tengo que ir en minúscula. Pues el día que me cabree le quito el Real a la Rae y pasa a ser la Academia Imaginaria Española. Y entonces a ver quién les hace caso. Huy, dicen que rey se escribe en minúscula... ¿Ah, sí? ¿Y quién lo dice? ¿La Rae, unos duendecillos, Supermán...? Por suerte, la navidad es un tiempo para dejar atrás estos problemas reales, los de la erre, los del Ere y los del dinero. Porque la navidad no se trata de dinero. Se trata de regalos. Sí, hay quien dice que las navidades son un invento del Corte Inglés, pero no es cierto, yo recuerdo haber celebrado estas fiestas tan entrañables en Galerías Preciados. Pero claro, alguno preguntará que si no hay dinero, ¿cómo compramos los regalos? ¿Acaso el rey de España, antes Rey de España, está insinuando que robemos y por eso nos está guiñando el ojo? Puede, pero además de eso digo yo que para algo están las tarjetas de crédito. Ya nos preocuparemos en enero de explicarle alguna tontería a los del banco. Precisamente el otro día fui al banco a actualizar la libreta y querían que lo hiciera en el cajero. Que soy el rey. Y me decían, sí, majestad, pero para actualizar la libreta y sacar menos de quinientos euros todo el mundo tiene que pasar por el cajero. Y le dije, ¿no será porque ahora rey se escribe con erre minúscula? Y me dijo, no, no, por favor, pero le noté esa media sonrisilla burlona. Claro, ahora rey se escribe en minúscula. Exactamente igual que puto cajero de mierda. Tuve que fusilar a ese maldito republicano ahí mismo. Suerte que en navidad siempre salgo de casa con mi pelotón de fusilamiento. Están ya mayores y se empeñan en usar unos trabucos de no sé cuál guerra carlista (la segunda, quizás), pero suelen acertar bastante, a pesar del mal pulso y la peor vista. A veces por casualidad, porque no creo yo que le acertaran a este hombre en el ojo simplemente por habilidad. No. No cuela. Y qué frío hacía. Había nevado y todo, e iba abriéndome paso a través de la nieve gracias a mi pelotón, cuyos miembros y nunca mejor dicho, se iban turnando para mear y así derretir la nieve antes de que yo pasara. La pena es que se me mojaron los bajos del uniforme y no sé bien de qué. La navidad también es la época del año en la que los niños buenos tienen regalos y los niños malos son castigados por mi pelotón de fusilamiento. Para eso fuimos al banco. Para actualizar la libreta y sacar algo de dinero para gasolina. Ahora toca recorrer España e ir ejecutando a los niños que han sido malos. Ya lo sabéis, padres y madres españoles y españolas y españolos y españolis, si veis venir a vuestra ciudad un camión del ejército con matrícula de los años cincuenta y ocho señores mayores sentados detrás, no dudéis en sacar a la calle a vuestros hijos más traviesos para que aprendan lo que vale un peine. Estos niños que no han hecho sus deberes, ni obedecido a sus padres, ni tratado con cariño a sus hermanos, aprenderán a portarse bien después de que les vendemos los ojos, les pongamos contra un muro y a mi orden, mi pelotón octogenario dispare sus trabucazos. Por norma general, yo me acerco al prácticamente cadáver, le pego una patada y se mueva o no, le doy el tiro de gracia a poder ser en la nuca, pero sin hacerle ascos a la frente. Porque en eso consiste la navidad: en que los niños sean felices, pero aprendan también lo que es la responsabilidad y que todos sus actos tienen una consecuencia. El bien y el mal están en una lucha cósmica constante y el bien iría perdiendo si no fuera por mis giras navideñas. Esta es una alegre tradición que mantengo desde que le descerrajé la cabeza a mi hermano de un tiro por darle una mala respuesta a mi padre.


 
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