Jaime, 13 de diciembre de 2010, 15:45:02 CET

El secreto de mi éxito profesional


Me costó mucho llegar tan alto como he llegado (al paro). Años de esfuerzo, sacrificios y sufrimiento durante los que la idea de un futuro mejor (el paro) me consolaba y me animaba. Llegaba a casa casi de madrugada, arrastrando las ojeras, sabiendo que lo había dado todo durante mi larga jornada en un puesto de trabajo de gran utilidad social y satisfacción personal (hacía no sé qué para una empresa de no recuerdo qué). Y cuando me dejaba caer en la cama, aún con el traje puesto, me podía decir a mí mismo: --Jaime, no te preocupes que por mucho que hayas trabajado, tus jefes encontrarán la forma de que tarde o temprano la empresa se vea obligada a cerrar. Y así fue. De no haber sido por ellos, igual me hubiera visto obligado a trabajar hasta que me jubilara a los ochenta y dos. Eso sí, costó. Intentamos vender barcos al gobierno suizo, diseñamos unas cuchillas de afeitar para niños, comercializamos un innovador producto que tenía un lector de huellas digitales y distinguía si el dedo era de primate o de otra especie del reino animal. Y aún así la empresa funcionaba. Todo hasta que el presidente de la compañía tuvo LA IDEACA definitiva. Recuerdo que nos reunió en la sala de juntas. Estábamos todos los trabajadores de la empresa: comerciales, contables, publicistas, administrativos, el departamento de marketing y comunicación, logística, los abogados... Éramos casi cinco personas en total. --Señores, señoras --dijo el presidente--, ha sido un año muy difícil, yo incluso me he visto obligado a trabajar cada día de once a dos, pero creo que finalmente vamos a conseguirlo: gracias a mi nuevo plan de negocio, despegaremos. Sí, había sido un año lleno de decepciones. Cada vez que parecía que iba a quedarme en la calle después de una quiebra fulminante, aparecía un viejo borracho con dinero y financiaba por ejemplo el negocio de vino ecológico bajo en alcohol, que según el presidente "sólo fracasó porque la Unión Europea, en complot con la mafia corsa, nos obligó a etiquetarlo como 'zumo de uva'". --Está mal que lo diga yo --dijo él--, pero esta idea es fruto de una mente privilegiada, de un cerebro que no deja de maquinar y de darle vueltas a los temas, localizando oportunidades de negocio. Y esta idea es tan evidentemente buena que lo extraño es que nadie haya caído antes --hizo una pausa dramática antes de pasar a explicar su proyecto--. Si hay algo que todo el mundo quiere, es dinero. La gente hace cualquier cosa por dinero, incluso trabajar. ¿Y si todo el mundo quiere dinero, por qué no dárselo? La idea de mi jefe era la de ofrecer billetes a cambio de una comisión. Es decir, si un cliente quería diez euros, nosotros se los daríamos, pero cobraríamos un euro por nuestros servicios. Obviamente necesitábamos financiar esta operación con un crédito, cosa que no supuso ni mucho menos un problema: el experimentado responsable de nuestra cuenta en el banco estudió concienzudamente el plan de negocio y llegó a la conclusión de que era perfecto; nuestros clientes potenciales se contaban por millones, y no era en absoluto descartable que llegáramos a ofrecer servicios en otras divisas en unos pocos meses. No fue mal la cosa: en apenas seis semanas conseguimos trescientos clientes a los que dimos un total de cinco millones de euros, y eso porque el banco quería comenzar poco a poco, para comprobar los márgenes netos que quedaban después de todos los gastos fijos. Lo sorprendente fue comprobar que las pérdidas antes de gastos fueron de cuatro millones y medio. Una vez descontados los sueldos, quedaron en cuatro millones quinientos dos mil trescientos catorce euros. Nos vimos obligados a no aceptar nuevos clientes y a someternos a interminables reuniones con el banco, estudiando dónde estaba el problema. Pero todo parecía perfecto. Tendríamos que haber ingresado medio millón, pagar al banco lo acordado en concepto de intereses (en torno a los ciento veinte mil euros) y disfrutar del resto. Por muchas vueltas que le dábamos al asunto no acabábamos de ver dónde había fallado el plan. Hasta que nuestro amado presidente dio un puñetazo en la mesa. --El plan no ha fallado. El plan era perfecto. ¡Mirad! ¡Mirad todos! --Esgrimió el periódico, abierto por una página en la que se leía el siguiente titular: "Un nuevo estudio confirma los beneficios del vino"--. La Unión Europea no me ha perdonado mi incursión en el negocio del vino de bajo contenido en alcohol. Las presiones de los franceses han destruido este negocio. Me acosan desde que fui a París y comenté en voz alta que como en España no se come en ningún sitio. ¿O acaso alguien cree que es casual que este titular se publique justamente hoy que estamos reunidos? Los representantes del banco y algunos de mis compañeros no reprimieron sus exabruptos: --Malditos franceses. --¡Son unos chovinistas! --Putos comequesos. --¡Sarkozy! --¡Tendremos que volver a echarlos a patadas de nuestra tierra! Vale, el que exclamó "Sarkozy" fui yo. Total, que la empresa se vio obligada a declararse en concurso de acreedores y a mí me tocó una paletilla.


 
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