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Un tipo que quiere permanecer en el anonimato: "Lo único que mola es cuando se pegan los hinchas"
Hay gente odiosa en este mundo que habitamos. Gente a la que uno desea, por ejemplo, agarrar por las orejas para golpear su cabeza repetidamente contra el borde de una mesa. Hoy me veo obligado a entrevistar a una de esas personas. Lo hago no por el morbo de recrearme en lo abyecto, en lo inmoral, en lo feo —porque además es feo—, sino a modo de aviso. Porque la gente así existe. No es otro temor vano e informe de los más alarmistas, no es sólo el producto de la imaginación enfermiza y asustadiza de los más catastrofistas, no es sólo otra apesadumbrada queja de los más pesimistas. Y es bueno que todo el mundo lo sepa y esté avisado y tome las medidas oportunas, aunque eso suponga llevar siempre un arma encima y, por supuesto, disparar antes de preguntar. Porque hoy entrevisto a un tipo repugnante que, como es natural, prefiere mantener su nombre en el anonimato y que confiesa —por favor sentaos todos y si estáis ya sentados, poneos de pie y sentaos de nuevo. ¿Ya? ¿Puedo seguir? Gracias. No sé cómo habéis tardado tanto. En serio. Tenéis las rodillas de un octogenario—, que confiesa, insisto, que… Oh, cómo me gustan los puntos suspensivos… Que asegura que a él no, repito, no, es decir, NO le gusta el fútbol.
Historia real. El resto, en Libro de notas.