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abril |
Oda a la lectura
Son sin duda muchas las voces que se alzan cada 23 de abril, día del libro (ignoramos cuál) y nos recuerdan que leer está sobrevalorado. Nada más lejos de la verdad, a excepción de los bares del Tibidabo, que están a tomar por saco. Leer es importantísimo: por ejemplo, si no pudiéramos leer tendríamos que memorizar todos los carteles publicitarios que nos encontramos durante un paseo cualquiera. En caso contrario, no sabríamos qué dicen. Es más, ¿alguien ha probado a seguir las instrucciones de una receta de cocina sin saber leer? Yo sí. Bueno, sé leer, pero no puse mis conocimientos en práctica para demostrar mis teorías al respecto. Y he de decir que la broqueta de atún me quedó regular. Sabía demasiado a ravioli. Al principio me gustó. Hasta que leí lo que había cocinado. En plan, ¿así que esto es lo que los analfabetos entienden por una broqueta de atún? ¿Ravioli al pesto? Es más todavía: si no leyéramos, ¿cómo contestaríamos al correo electrónico? O, mejor dicho, ¿a qué contestaríamos? Iríamos enlazando frases convencionales al azar cruzando los dedos para no soltar ninguna inconveniencia. Un ejemplo: un amigo nos comunica por mail la muerte de su hijo y nosotros, ignorando su mensaje, preguntamos qué tal está el chaval. Exacto, qué tal está el niño muerto. En lugar de recriminarle que nos dé esa clase de noticias por mail. Pero tío. Llama. Que no estamos quedando para tomar unas cervezas. Por mail, no. Pero tío. Lo cierto es que la lectura es mucho más importante de lo que en ocasiones asumimos. Si no supiéramos leer (números), distinguiríamos los billetes por el color, con lo que los daltónicos y demás acromatópsicos y discromatópsicos serían víctimas fáciles de los timadores. Si no supiéramos leer, los camareros estarían afónicos de tanto recitar las cartas de los restaurantes. Si no supiéramos leer, compraríamos por error café descafeinado. Si no supiéramos leer, intentaríamos entrar en establecimientos cerrados, al no poder leer el cartel que reza "cerrado". Si no supiéramos leer, no podríamos consultar el día y hora en que tenemos dentista en caso de haber olvidado los detalles de la cita. Si no supiéramos leer, no podríamos repasar lo escrito y por tanto lo texts estar´na plagados de todo clase derrores. Ah, la lectura. Fuente de conocimiento y placer. No en vano se dice que la pluma es más poderosa que la espada. Ha de ser una espada vieja y una pluma muy larga y afilada, a ser posible con el plumín emponzoñado en algún tipo de veneno que actúe por vía tópica, pero, vamos que si se dice será por algo. Lo dirá alguno que no sabe usar una espada. O que no ha visto una espada en su vida. La pena es la gente que abusa y escribe novelas. O, peor, poesía. Ahí, rimando, que queda ridículo. Tipos de cuarenta años, ya en edad de tener un trabajo de estos serios, de ir con corbata a la oficina, escribiendo poemas. De amor. Hombre, por favor. Que hagas eso con quince años, pues vale. Pero ya con cuarenta. Tu mirada me atraviesa el alma, etcétera. Hombre, por favor.