Jaime, 14 de octubre de 2002, 11:59:15 CEST

Sin sorpresas


Desde donde trabajo veo un edificio de oficinas. Hay unas cincuenta ventanas que dan a pequeños despachos, casi siempre vacíos. Las luces suelen estar encendidas, pero los ordenadores apagados. Alguna vez nos habíamos preguntado por qué estaba tan vacío aquel edificio. Se nos hacían extrañas esas decenas de despachos y ordenadores para sólo tres o cuatro oficinistas. Nunca contamos más humanos que plantas y la vez que vimos más actividad fue una tarde en la que un par de hombres con mono azul se pusieron a limpiar algunas de las ventanas. Uno de ellos se sentaba en la cornisa dándole la espalda al vacío. No parecía tener vértigo. Total, ya lo tenía yo por él: me temblaban las piernas sólo de mirarle. El caso es que el otro día pasé por el portal, para ver quién se suponía que tenía que ocupar aquellos despachos. Resulta que es un edificio público, de la Generalitat. Es decir, oficinas para ausentes funcionarios. La solución es tan tópica que dan ganas de obviarla.
 
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