Jaime, 28 de enero de 2008, 16:36:47 CET

El experto


Un prestigioso medio de comunicación me ofreció un empleo como experto en sexo. Básicamente consistía en responder a las preguntas que los lectores plantearan en torno a este siempre divertido pero también espinoso tema. La propuesta me hacía gracia, pero tuve que rechazarla. Me estuve documentando sobre el asunto y me llevé más de una sorpresa no demasiado agradable al respecto. De hecho, y salvo nuevo error, creo que durante gran parte de mi vida confundí el sexo con la cocina. Todavía no lo tengo muy claro, pero, vamos, creo que lo de los arroces y la carne al horno y el pescado a la parrilla es la cocina y lo otro es el sexo. Es gracioso porque yo siempre había dicho que me encantaba el sexo y que me pasaba el día practicándolo: por la mañana, a mediodía, por la noche, solo, con mi pareja, en grupo. Y resulta que me refería a otra cosa. Claro, no entendía todo el alboroto cuando decía según qué cosas, en plan, ¿en serio nunca has practicado el sexo con un par de amigos? Da igual, si son chicos o chicas, lo importante es que haya buen rollo y coordinación. Claro. De ahí todas esas miradas que iban del asco a la admiración más ridícula. Qué despiste, yo también. Y aún no sé yo si eso del sexo es lo mío. He leído un par de libros y... Buf... No sé, no me parece muy higiénico. Quiero decir, todo el rollo ese de la grasa, los tubos y la lubricación... Qué agobio. No sé cómo le puede gustar tanto a todo el mundo. Me pasaría el rato deseando irme a la ducha. Igual no estoy preparado. A ver, tengo el permiso de conducir, como todo el mundo. Pero qué se yo de sexo. Poca cosa. A ver, lo he practicado. Pero yo prefiero dejarme llevar. Y si no hay nada de sexo, pues me da igual, puedo ir, no sé, en metro o en autobús. Sobre todo con lo cara que va la gasolina. No sale a cuenta. Lo único bueno del sexo es la independencia, el no tener que estar pendiente de horarios. Pero por lo demás... Todo son gastos tontos. Que si la revisión, que si los impuestos, que si las averías, que si el seguro. Una ruina. Pues eso. Que les tuve que decir que gracias, pero no, gracias.


 
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