noviembre 2024 | ||||||
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abril |
El coleccionista
Hasta hace poco me desagradaba eso de coleccionar cosas. Me daba la impresión de ser del tipo de defectos que uno no confesaría en una primera cita. Igual que "tengo un blog" o "soy de derechas". Ni en la segunda. Ni en la tercera. Quizás después de ocho o nueve meses, en caso de haber descubierto algo realmente horrible de la otra persona. De todas formas, lo había intentado. Es decir, si a tanta gente le gustaba, ¿por qué a mí no? Primero lo probé con los sellos, pero me daba por lamerlos. Tenía la impresión de que eso era lo que había que hacer. Al fin y al cabo, así era como funcionaban, ¿no? Lamiéndolos y pegándolos, ¿no? Como no me acostumbré al sabor, me pasé a los soldaditos de plomo. Llevado por la rutina, también los lamía, así que cuando salí del hospital decidí pasarme a los botellines de cerveza. Eso estuvo bien al principio. Los guardaba además sin abrir, que me parecía más auténtico. Hasta que, durante una mudanza y para no cargar con tanto peso, decidí beberme todo el contenido. Cuando salí del hospital otra vez, llegué a la conclusión de que el coleccionismo era perjudicial para la salud. A pesar de eso, hace poco me di cuenta de que sí había una colección que me gustaba hacer. Hasta el punto de que hoy en día creo que todo el mundo tiene una colección ahí fuera y sólo hay que saber buscar la que le va a cada cual, la que le llega al alma a cada uno, la que toca la música de... No sé, me he perdido. El caso es que yo colecciono dinero. Me he especializado en billetes de curso legal. En euros, para ser concretos. Cuantos más euros, mejor. De hecho, las piezas más valiosas de mi colección son dos billetes de quinientos que guardo debajo del colchón, un colchón cuya combinación no os diré --aunque desde luego es de lencería fina, ja ja ja... Ja... En fin. Desde luego, no se trata de una colección corriente. Por ejemplo, no importan los ejemplares únicos: lo realmente valioso es la repetición de dichos ejemplares sin ningún defecto de ninguna clase. Otra diferencia es que esta colección no se revaloriza con el tiempo, sino más bien todo lo contrario, por lo que hay que darle salida lo más rápido que se pueda. Además, el valor de cada pieza es claro y difícilmente negociable. Estoy realmente obsesionado con mi colección. Me paso el día repasándola y no hay nada que lamente más que verme obligado a deshacerme de alguna de mis piezas. Mi sueño sería dejar mi trabajo y montar uno de esos establecimientos de coleccionistas de billetes, en los que a uno le cambian, no sé, dos billetes de cincuenta por uno de cien, a cambio de una modesta comisión. Creo que se llaman bancos. Eso es lo que me gustaría montar a mí. Un banco. Sí, bueno, ya lo sé. Los coleccionistas aburrimos con nuestra cháchara técnica que sólo nos interesa a nosotros. Claro, para los demás esos billetes sólo son trozos de papel. Y entiendo que la gente no les dé el valor que nosotros los billetófilos les damos. Pero también por eso me atrevo a pediros desde aquí que me enviéis esos billetes de curso legal que apenas tenéis en cuenta y que podrían ser piezas clave en mi aún modesta colección. En euros u otra divisa. Se gratificará cada envío con un correo electrónico enviado personalmente por mí mismo (¡sin intermediarios!) y en el que se podrá leer la palabra "gracias", entre otras (si tengo tiempo).