Caos en el litoral catalán: carreteras cortadas, atascos, retrasos en las líneas de tren y metro que siguen funcionando, inundaciones, incluso casas hundidas.
Y todo por una noche de lluvia. Sí, sí,
una noche. Algo más intensa de lo que estamos acostumbrados por aquí, pero nada fuera de lo normal. Aunque lo dramático es que lo normal sea que al menos una vez al año veamos imágenes de coches arrastrados por riadas y de familias intentando sacar el agua de sus casas. Cada vez que llueve más de media hora seguida, estamos igual.
Esta mañana incluso se ha llegado a recomendar a la gente que, si es posible, se quede en casa. Y si ha de salir, que al menos use el transporte público. ¿Pero qué transporte público, si hay incluso paradas de metro inundadas? Y en cuanto a los trenes, lo de Renfe es patético. Tienen una especie de ridícula aversión al agua. Creo que si escupes en la vía, provocas retrasos de media hora.
Yo he estado unas horas fuera: nada grave. Sólo llovía. Y no mucho. La gente iba caminando. Esperaba el autobús. Conducía su coche. Lluvia. Normal y corriente. Ni siquiera muy intensa. Y los servicios públicos colapsados como tras un terremoto.
Es que en el Ayuntamiento de Barcelona y en la Generalitat de Cataluña parecen creer que esto es el desierto de los Monegros. Las únicas medidas que los técnicos de las administraciones toman para hacer frente a las (normales) lluvias de cada año es comprarse un paraguas. Si trabajaran en Londres, hace tiempo que habría que visitar esa ciudad con traje de neopreno y botellas de oxígeno. Y al paso que vamos, mejor que me vaya comprando una zodiac.