noviembre 2024 | ||||||
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abril |
Breve introducción a la comunicación no verbal
Soy un firme partidario de la comunicación no verbal. Según los últimos estudios, el ciento catorce por ciento de la comunicación es no verbal, cosa que demuestra la importancia de los gestos, las entonaciones, los tics y los puñetazos. Pongamos un ejemplo. No es lo mismo decir: "El domingo comeremos pollo" que "el domingo comeremos pollo", con independencia de que, ja ja, el domingo pienso comer otra cosa. En todo caso y sin duda, el lector habrá podido apreciar los sutiles cambios de entonación, las diferentes formas de mirar y, por supuesto, los codazos. Es más, es incluso posible expresar un montón de cosas empleando únicamente la comunicación no verbal. Por ejemplo: Y también: O bien: Ja ja, ésta última ha sido buena, aunque esté mal que lo diga yo. Ese movimiento de cejas ha sido poco menos que impresionante. En definitiva, podríamos ahorrarnos muchas palabras gracias a la comunicación no verbal. Así, en vez de decir "las hipotecas han subido un cuatrocientos por mil coma dos" podemos decir simplemente "hipotecas por mil" y suplir los vacíos con comunicación no verbal, con el consiguiente ahorro de saliva siempre útil en el actual entorno de (pertinaz) sequía. No sé, imagino una de esas absurdas reuniones de empresa en un perfecto silencio: todo el mundo se limitaría a sonreír, fruncir el ceño y mover las manos. Al final todos se estrecharían esas manos --el equivalente no verbal a un beso con lengua-- y saldrían con la sensación de que por una vez han aprovechado el tiempo, aunque sólo sea para mejorar la tersura de su cutis gracias a unos ejercicios que estimulan el riego sanguíneo. Es más, discutir en general es una pérdida de tiempo y saliva imperdonable. Toda clase de debates debería resolverse a patadas, puñetazos y alguna que otra pedrada, cosa que demostraría el nivel superior de nuestra sociedad, al dominar todos los matices culturales y emocionales de la comunicación no verbal. Supongo que esta propuesta puede sorprender a alguno, pero sólo se debe a nuestro eurocentrismo. Los japoneses, por ejemplo, no hablan un idioma real: sueltan sonidos inventados y se entienden sólo por gestos. De ahí la sofisticación de sus artes marciales, mientras que nosotros sólo contamos con el boxeo y las peleas de borrachos. Cuando me dicen que no hay culturas superiores a otras, pienso en las tortas que se dan los japoneses en las pelis. Esos saltos son producto de una cultura milenaria, capaz de expresar multitud de sentimientos y toda clase de matices sutiles con un salto, un giro y una patada en la barbilla. Japoneses, os saludo. A todos a la vez, eso sí, que si no, no acabaremos nunca.