Las casualidades se dan demasiado a menudo como para ser fruto del azar. Borges nos ayuda a entender este hecho que nos parece paradójico cuando escribe -
al menos, en
Siete Noches- que lo que llamamos azar "es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad".
Así pues, siguiendo la sugerencia del argentino, las coincidencias sólo nos sorprenden porque no alcanzamos a ver la primera causa, la que ha provocado ese azar, ese capricho. De conocerla, veríamos que todo tiene su lógica y no su mística.
Claro que esta manía nuestra de verlo todo en términos de causas y efectos puede no ser más que un defecto de fábrica de nuestro cerebro.