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abril |
Entrevista a Ignacio de Juana Chaos, alias Mr. Creosote
Eta ha decidido volver a matar. Con todo el oscuro pesar que me ha hecho sentir esta noticia, he decidido cumplir con mi compromiso con la democracia, el diálogo y la razón. Una vez más. Y van... tres; no, cuatro. En esta ocasión, mi instinto periodístico me ha llevado a San Sebastián, con la intención de entrevistar a Iñaki de Juana Chaos. Después de darme cuenta de que San Sebastián de los Reyes y San Sebastián no son la misma ciudad, pongo rumbo al norte. Me abre la puerta de su piso en el barrio viejo un mayordomo con pasamontañas y claro acento y maneras donostiarras: "Usté debe de sé el periodihta. Pase, pase... Ozú, qué caló". Iñaki, Ignacio para los amigos, me recibe tumbado en el sofá de su casa: "Disculpa que no me levante, pero es que aún no estoy recuperado de mi huelga de hambre. Hablando de hambre, el chuletón con patatas me ha sabido a poco, voy a comerme unas almendritas. ¿Te apetecen?". No estoy dispuesto a aceptar el chantaje de un terrorista, así que le digo que no. Le pregunto por su negativa a llevar una pulsera de localización: --Si me ponen una pulsera, volveré a hacer huelga de hambre --explica, exaltado, mientras corta un poco de queso--. ¡Yo no soy un perro! --Disculpa, pero es que los perros no llevan pulseras, llevan collares. Ni siquiera tienen muñecas. --Ah, collares... Entonces igual no es mala idea lo de la pulsera... ¡No, tampoco! También da su opinión sobre la vuelta de Eta a la lucha armada: "A mí me parece bien --explica, mientras abre un Mars--. Al fin y al cabo, soy tonto del culo... Oh, mierda... Fíjate: otro elefante en mi chocolatina. Con esto de las trazas de frutos secos, te puedes encontrar cualquier cosa. Bueno, ya se sabe, lo que no mata engorda". --¿Y no sería mejor, pregunto, hacer uso de las urnas y de la democracia, que para eso están? --Sí, no creas que es mala idea. Yo mismo lo he pensado más de una vez. Dejar esta lucha sin sentido que está acabando con mi salud... ¿Una patatita? ¿No? Bueno, más para mí. El problema es que España está oprimiendo a los vascos. --¿Y eso? --Fíjate en este mapa. ¿Ves cómo Euskadi está oprimida al norte, casi chafada entre España y Francia? Una Euskadi libre estaría más o menos donde está ahora Andalucía. Así, grandota y liberada, con más horas de luz y más calorcito. --Ahora que me fijo, Ignacio: ¿no llevas puesta la camiseta de la selección española? La de Raúl, además. --Sí, bueno, es para ir por casa. ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡¿QUÉ?! Es sólo para ir por casa. ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡¿QUÉ?! ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? ¡¿QUÉ?! ¿Qué pasa? --¿Tú no serás un espía? --Oh, por favor... ¿Qué quieres? ¿Que vaya todo el puto día con barretina? --Ajá: la barretina es catalana. Todo el mundo sabe que el sombrero típico vasco son los nachos con queso. --Hmm... Nachos con queso... --Estás haciendo charquito en la alfombra. --No, ahora en serio: no soy un espía que trabaja para el CNI con el nombre en clave Piraña. Eso son rumores infundados. Si alguien me ha visto llevando sobres al ministerio es sólo porque me saco un sobresueldo como cartero. Y, si me disculpas, es la hora de mi merienda, así que te tengo que pedir que te vayas. No puedo descuidar mi salud. Compréndelo, en mi estado... --¿Estás embarazado? --No, por favor... ¿Tan gordo estoy, que me confundes con un embarazado? --No, hombre, sólo es que... --Gracias, ¿eh? Así animas a cualquiera. --Vamos, hombre, no quería decir eso. Estás muy bien. --Sí, ahora dices eso. --En serio, a mí me gustas así. --¿Así, cómo? ¿Gordo? --No, gordo, no. Es que, Ignacio, tú siempre has sido de comer entre horas. Y eso se nota. Tanto Kit-Kat, tanto pinchito... ¿Eso que tienes ahí y que estás mordiendo como si fuera regaliz es un fuet? --Pues a partir de ahora pienso hacer régimen. Y me voy a apuntar a un gimnasio. Y... Pero vete ya, que mi merienda no puede esperar. El mayordomo encapuchado me acompaña a la puerta, donde se despide con un "con Dió". En el recibidor me cruzo con la novia de Ignacio. --Disculpa, ¿tú eres...? Me pide que me calle, poniendo un sensual dedo sobre sus sensuales labios. Después se quita la cara con la mano izquierda. Casi me da un infarto, hasta que me doy cuenta de que es una máscara, debajo de la cual hay un señor calvo, con bigote y de no más de metro cincuenta. --Mi nombre en clave es Piraña. Soy agente. --¿Del CNI? --No, de seguros. --Claro, por eso no la... le cacheaban cuando iba a visitar a Ignacio. --No, no es por eso. Les daba cierta angustia hacerlo. Es que me cachearon una vez y hay cosas que no se pueden disfrazar. Ya me entiende. --No, no le entiendo. --Sí, hombre... La maquinaria. --¿Llevaba una pistola? --El pajarito... --¿Por la jaula, que era muy grande? --La polla, joder, me tocaron la polla. --Ah, claro. --Y ahora, si me disculpas... Le traigo un bocadillo a Ignacio. --¿Eso es un bocadillo? Creía que era una canoa. --No, hombre, las canoas son más estrechas.