Jaime, 26 de septiembre de 2002, 11:16:06 CEST

Y comieron perdices


Se ha hecho público el documento en el que las cadenas autonómicas españolas explican cómo han de ser los telefilmes que producirán. Estos canales prefieren productos para toda la familia, en los que no haya violencia gratuita, que tengan un tono ligero y "que aboquen, en general, a un final 'feliz'". Parece que las televisiones autonómicas no confían en el poder de la catarsis y prefieren, pues, a un público medianamente contento, ligero y tranquilo. Exigir finales felices me parece sin embago peligroso. No poca gente, como Nabokov, los odia. Además, la mayoría de buenas películas suele acabar mal, mientras que el denostado producto medio hollywoodiense acaba con una sonriente y abrazada pareja. Me resulta además curioso que aunque la mayoría (en la vida y no en el cine) tengamos la tendencia a pensar que, al final, todo se arreglará y que las malas rachas son pasajeras, en la ficción veamos más naturales los finales desgraciados o, al menos, inquietantes. El primer final de Blade runner no nos gustó. Que Emma Bovary se reconciliara con su marido nos resultaría aberrante. Que Humbert Humbert acabara casado con una Lolita ya mayor de edad no nos cuadraría. Así pues, nos parecen falsos los finales de comedia romántica que acaban con beso y boda, a pesar de que no sean una excepción quienes se besan y se casan, mientras que finales al estilo de Romeo y Julieta no abundan en la vida. También me extraña esto de los finales felices porque precisamente TV3 (la cadena catalana) ha conseguido grandes audiencias gracias a nada alegres culebrones de producción propia. Sí, cierto, en estas series los buenos acaban medianamente bien y los malos, de pena, pero eso sólo después de varios centenares de episodios con muertos, heridos, violaciones, incestos (sí, sí, incestos), adulterios, malos tratos, envidias y rencores insuperables. Lo suyo, pues, parece que sería que los telefilmes autonómicos acabaran salpicando sangre al siempre morboso público familiar. O este público cambiará de canal y optará por los telefilmes estadounidenses con maridos alcohólicos y madres violadas, o escuchando al drogadicto de turno que aparezca en Crónicas marcianas
 
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