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abril |
El secreto de su éxito
Tenemos el placer de entrevistar a Alberto Segovia, empresario de éxito y atrevido emprendedor que se ha hecho con un pequeño imperio en el sector de las alfombrillas para ratones, llegando a copar el cuarenta por ciento del mercado europeo y el dieciocho por ciento del mercado mundial, ahí es nada. "Además --bromea--, la próxima expedición tripulada a Marte llevará una de mis alfombrillas, así que mi cuota de mercado marciana será del cien por cien". Casi no podemos dejar de carcajearnos, pero nuestro deber es parar, para así poder preguntarle por el secreto de su éxito. "Robar", asegura, sin pestañear. No sabemos si seguir riendo, así que inquirimos con la mirada, sin atrevernos a decir nada, si Segovia habla en serio o no. "¿Cómo te crees que la gente se hace rica? Pues robando. Lo del trabajo duro es una trola. De hecho, lo normal es que los ricos no trabajemos. Yo en el despacho me hincho a pajas. Para pasar el rato". No sabemos cómo seguir la entrevista. ¿Acaso hemos estado loando durante estas líneas a un chorizo, a un impresentable que se atreve a mancillar el buen nombre de esa gente que conduce coches caros y saca adelante la economía del país, arriesgando parte del dinero que ha heredado? ¿Acaso nos hemos dedicado a ensalzar la figura de un delincuente que insulta con su comportamiento a esas personas que trabajan veintisiete y en ocasiones hasta veintiocho horas diarias para hacer realidad su sueño, como en este caso serían las alfombrillas para ratones, instrumentos imprescindibles para la vida moderna y sin los cuales no seríamos tan felices? "Mire, quien le diga que se ha hecho rico trabajando mucho miente. O es tonto. Coño, pudiendo robar... Al principio tampoco me convencía mucho la idea. Pero en cuanto lo pruebas, no lo dejas. Es como el cambio de marchas automático". Abrimos un poco la boca sin saber cómo reaccionar, mientras Segovia sigue hablando: "No se trata de robar en plan asalto de bancos. Eso es de principiantes. Hay que pedir créditos, ayudas al estado, conseguir fotos comprometedoras, sobornar a las personas adecuadas. Es algo complejo. Pero más fácil que trabajar, claro, si no fuera así, los ricos trabajaríamos, en lugar de robar". Aturdidos por las inesperadas respuestas, decidimos hacer como si nada y seguir el guión de la entrevista. Le pedimos un consejo para los jóvenes emprendedores españoles y catalanes: "Que no desprecien las cosas pequeñas. Roba decenas y los millares vendrán solos. Roba millares y antes de que te des cuenta habrás robado millones. La felicidad está en los pequeños detalles". Seguimos la entrevista, con el labio tembloroso y la lagrimilla amenazando con resbalar mejilla abajo: ¿qué es más importante, el trabajo duro o la inspiración? "Hombre, lo importante es que no te pillen. Pero, por si te pillan, tienes que tener el dinero a nombre de otro y en algún país extranjero. Sí, bueno, a lo mejor pasas un par de años en la cárcel, pero luego a vivir la vida". No podemos soportarlo más y tenemos que salir de ese despacho, llorando, bramando contra este mundo injusto y rezando por que el caso de Segovia no sea más que una excepción. "No, no soy una excepción. Soy la norma". Nos giramos y le vemos, no sin preguntarnos cómo ha sabido lo que pensábamos. "Hombre, joven, usted está escribiendo, pero yo sé leer".