Jaime, 12 de marzo de 2007, 9:45:06 CET

Acerca de mi inagotable energía


Como todo el mundo sabe, yo soy un trabajador incansable, una de esas personas que no sabe estar quieta un minuto, siempre de allá para acá, con nuevas ideas y proyectos, llevando papeles a un lado, acarreando informes al otro, en fin, lo que viene a ser levantando España, coño, que alguien tiene que hacerlo. De todas formas y en ciertos círculos contrarios a mi persona, círculos formados por envidiosos, conciliábulos compuestos por mis más mezquinos enemigos, se explica una nauseabunda calumnia conmigo como protagonista, con el único objeto de hacerme quedar como lo que no soy, justamente como lo más contrario y alejado a mis incansables cuerpo y mente. La calumnia que cuentan estos sujetos es que en cierta ocasión acudí al médico en una silla de ruedas empujada por mi chimpancé mayordomo, medio inconsciente y delirando. Al llegar a la consulta le pude explicar entre lágrimas al doctor que algo horrible había sucedido con mis piernas: habían caído por debajo de la cintura hasta precipitarse al suelo. Después de examinarme y hacerme las pruebas pertinentes --insisto: siempre según quienes cuentan esta insidiosa mentira--, el traumatólogo llegó al siguiente diagnóstico: --Creo que usted simplemente se puso de pie. De ahí la para usted extraña postura que adoptaron sus piernas. En fin, esta historia es absolutamente falsa, yo me pongo de pie a menudo y sé perfectamente cómo se colocan las cómo se llamen de uno cuando está en esa incómoda y desagradable postura. Al fin y al cabo, en algún momento u otro del mes tengo que hacer la cama. De todas formas, es una suerte que mis piernas lleguen al suelo. En caso contrario, no sé qué hubiera ocurrido. Suponiendo que la historia sea cierta, claro, que no lo es.


 
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