Jaime, 30 de noviembre de 2006, 10:33:06 CET

La ardua y poco reconocida tarea de envenenar a espías


Esto del asesinato del espía ruso me ha recordado una anécdota muy graciosa que me ocurrió cuando era doble agente doble en Berlín Oriental. Dos veces doble porque me dedicaba a hacer creer a todo el mundo que era agente de la Cia cuando en realidad era agente de la Cia. En una ocasión tuve que asesinar a un espía soviético, aunque ahora no recuerdo si era porque se trataba de mi trabajo o sólo era algo que tenía que hacer para proteger mi falsa identidad falsa. El caso es que le invité a mi apartamento de Unter den Linden y le ofrecí un martini con vodka, un combinado que simbolizaba la unión de ambos bloques (él creía que había ligado). Preparé las bebidas en la cocina y arrojé cierto veneno a su vaso. Llevé los martinis a la salita y le ofrecí uno de ellos. Después de brindar por un mundo en paz, nos llevamos las bebidas a los labios. Y justo entonces, ja, me di cuenta de que mi bebida era la envenenada. Qué despiste, ¿no? Y eso que había ido todo el camino por el pasillo repitiendo mentalmente "la mía es la de la izquierda, la mía es la de la izquierda". Me sentía como un imbécil rematado. Es como cuando vuelves a casa porque te has olvidado el paraguas, aprovechas para beber agua, luego recoges un cojín del suelo, apagas una luz que te habías dejado encendida y sales por la puerta sin pensar en el paraguas hasta que llegas al portal y te vuelves a dar cuenta de que llueve. En fin, que me quedé helado como la propia guerra mientras el tío bebía tan tranquilo. --¿No bebes? --Me preguntó, ofreciéndome sin saberlo un clavo ardiendo. --No, pero veo que tú sí. --¿Que insinúas? --Tú sabrás. El que se pica, ajos come... --¡Yo jamás envenenaría a un recién conocido! A un viejo amigo, por supuesto, ojalá pudiera hacerlo todos los días, pero aún no tengo motivos para acabar contigo. No te has intentado ligar a mi novia, ni me has dejado tirado en Florencia, ni me debes dinero, ni... --Ya, claro. --Me ofendes. Y te voy a demostrar que yo no le he hecho nada a tu bebida. Y cogió mi vaso y echó un largo trago de martini con vodka con Mr. Proper jabón de Marsella. Ah, those were the days...


 
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