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abril |
¡Libertad, libertad!
Jaime Rubio ha sido juzgado por recriminarle a un aguerrido y apuesto conductor que usara el claxon en un atasco. Se da además el agravante de que en el momento de los hechos, Rubio no era más que un vulgar peatón. Nada más comenzar el juicio, el acusado exigió defenderse a sí mismo. Después de que el juez aceptara este requerimiento, Rubio solicitó un cambio de abogado: "No protejo mis intereses como debería --explicó-- porque me odio a mí mismo. Cállate y siéntate, déjame hablar a mí. No, por favor, no me pegues". El juez desestimó esta petición, ordenó que los alguaciles les hicieran callar a los dos y dejó que el fiscal iniciara el juicio. El abogado de la acusación explicó que usar el claxon no era más que el ejercicio responsable de la libertad de expresión y que Jaime Rubio, al recriminarle a un pobre ciudadano el uso de esta libertad, no hacía más que comportarse como una sucia rata fascista que merecía que cayeran sobre él las iras del Partit de la Ciutadania. Además, añadió que la expresión "métete el pito por donde te quepa" era claramente homófoba. El primer testigo del juicio fue el profesor Jakob Adenauer, autor de un notable estudio sobre las excelentes propiedades de las bocinas. Interrogado por el fiscal, Adenauer explicó que el claxon puede desintegrar coches en los atascos y hacer que el vehículo precedente circule una media de seis kilómetros por hora más rápido, con las ventajas que eso tiene para el tráfico de las grandes ciudades. Combinado con las luces largas, el claxon también puede acortar el tiempo de espera en los semáforos rojos y, por supuesto, alargar el pene una media de dos centímetros, a lo que el fiscal añadió: "No es que nosotros lo necesitemos". Este comentario provocó sonoras, pero incómodas risotadas en el sector masculino de la audiencia. También acudió como testigo el pobre ciudadano cuyo uso responsable del claxon fue recriminado por Rubio. Este hombre explicó que "el claxon sirve para quejarse de las cosas, como bien dice el código de la circulación" y aseguró que "si le molesta el ruido de las bocinas que se vaya a vivir al campo, como las vacas". Por último añadió que, en el momento de los hechos, Rubio olía a alcohol. "Puedo explicar eso --dijo el acusado--. Es porque me hice un corte y me lo acababa de desinfectar". El juez le solicitó que mostrara la supuesta herida. Rubio se levantó la pernera del pantalón y enseñó una tirita. Añadió un "vean, vean", se quitó la susodicha tirita y de su pierna salió un chorro de sangre. Preguntado al respecto por el juez, Rubio explicó que le salía el chorro "desde el jueves pasado". "¡Pero eso necesita puntos!", añadió el magistrado, a lo que Rubio contestó: "Sí, eso, encima quíteme puntos del carné". El juez aclaró que se refería a puntos de sutura, tras lo cual el acusado se desmayó sobre un charco de sangre. Al perder contacto visual con el sujeto, el juez preguntó a un alguacil dónde se había metido Rubio. El alguacil le dijo que "ya no está con nosotros". Esta frase que luego se comprobaría exagerada llevó al juez a condenar en rebeldía a Rubio a conducir cada mañana de siete a nueve por las rondas de Barcelona durante dos semanas.