Que algo sea difícil (o fácil) no basta para valorar un acto, una obra. Ni siquiera ayuda.
Puede ser muy difícil alzar una reproducción exacta de la Sagrada Familia con palillos o batir algún Guinness estúpido como aguantar vasos en la nariz o alguna otra majadería. Pero dudo de que estas actividades tengan algún valor. Ni como pasatiempo.
Mucho más fácil le resultó a Kazimir Malevitch pintar
Blanco sobre blanco o
Cuadrado negro sobre blanco, pero no parece que el razonamiento del esfuerzo merezca ser tenido en cuenta. Al menos en este contexto. Tampoco me vale el "eso lo puedo hacer yo". Porque a eso se le puede responder, sencillamente, con un "pues hazlo".
La técnica no es despreciable, es necesaria. El esfuerzo es loable a título personal, a causa, simplemente, de la satisfacción que pueda suponer el superarse a sí mismo. Pero al final lo único que importa es el resultado de todo eso. Malgastar el sudor sólo porque sí no sirve para nada. Para eso están las saunas.