Jaime, 21 de junio de 2006, 14:57:35 CEST

En defensa de las plantas


Durante una época fui vegetariano. Aguanté casi dos horas sin comer carne. Hasta que me dio una lipotimia. Había caído presa del peor enemigo de los amigos de los animales: la ANEMIA. Durante los diez segundos que pasé inconsciente, vi la luz: ¿acaso no son las plantas seres vivos? ¿Si las pinchas, no sangran? Bueno, no sangran, en todo caso savian. ¿Si les haces cosquillas, no ríen? Al respecto, hay algunos botánicos muy expertos que dicen que no, que las plantas no ríen. ¿Si les pones música de Mozart, acaso no crecen más verdes y altas? Efectivamente. Y si oyen Amaral o algo parecido, se suicidan. En serio. Yo le puse el último de La oreja de Van Gogh a un ficus y el tío se arrastró por los suelos con las hojas, salió al balcón y se arrojó al vacío. Resumiendo: por culpa de la brusca supresión de proteínas y hierro, mi cerebro perdió el contacto con lo que llamamos realidad y accedí al terreno espiritual de la empatía con mis hermanas las plantas. Ellas también sufren: ¡no las asesinemos arrancando sus raíces, cortando sus hojas, mordisqueando sus tallos, comiéndonos sus frutos e impidiendo por tanto su reproducción! ¡NO DERRAMEMOS MÁS SANGRE VERDE! Además, todas esas plantas son alimento de vacas y otros bichos. Dejemos que esos animales se alimenten bien y nos proporcionen carne roja y jugosa. No les robemos su comida a las vacas. ¡Ellas tienen derecho a comer! No asesinemos más plantas aunque sólo sea por amor a los animales. Yo los amo. Los quiero. Muy poco hechos, además, casi ni están muertos: sólo los vegetarianos más radicales me acusarían de asesinato.


 
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