noviembre 2024 | ||||||
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abril |
Crimen perfecto
Le negué a aquel policía que la tarde del 2 de febrero hubiera estado paseando por el pueblo pesquero en cuestión, pero yo no sabía que ese hábil inspector contaba con una prueba demoledora. De debajo de la mesa sacó un cuadro. Una acuarela del paseo marítimo de aquel pueblecito, con sus barquichuelas de vela, sus palmeras y sus gaviotas. --¿Reconoce a esta persona que está caminando? Junto al coche rojo. Sí, era yo. El pintor me había capturado con su pincel. Maldita suerte la mía, tenía que pasar justo cuando ese tipo estaba pintando. --¡Pero este cuadro podría ser de cualquier otro día! --No --contestó el inspector--. Fíjese en este otro transeúnte. Está leyendo el periódico del 2 de febrero. --¡Maldición! --Y su reloj marca claramente las cinco de la tarde. --Y ese cabronazo que merecía la muerte y al que deseaba estrangular con mis propias manos fue asesinado... --Entre las cuatro y las seis de la tarde. Señor Rubio, ¿está seguro de que no quiere un abogado? --Son ellos los que no me quieren a mí. --Tenía uno bueno. --Sí, el chimpancé. Se enamoró. De una chimpancé que trabaja en un circo. Ahora es su manager. Están en Suecia, creo. Es igual, confieso: yo le maté. Pero tenía un buen motivo. --Si me lo cuenta todo, puedo interceder ante el fiscal. --Ese cerdo era... Era el fiscal jefe de Cataluña. --Sí, lo sabemos, todo un despojo. ¿Pero no bastaba con escupirle? --No, no bastaba. Estaba entre la espada y la pared. Piense que si no le hubiera matado, me hubiera acusado de asesinato. Pero ahora ya no hay fiscal jefe. --Tiene usted razón. No nombrarán uno nuevo hasta dentro de dos semanas. ¡Su crimen quedará impune simplemente porque lo cometió! Si no hubiera asesinado al fiscal, podríamos procesarle, pero ahora... Ah, maldito vacío de poder. --No se preocupe. Los remordimientos serán mi peor prisión. --Sí, me queda ese consuelo. Aquella noche dormí como un bebé.