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abril |
El misterioso caso de la cabeza perdida, 4
(Jaime agarra la cabeza del hermano gemelo malvado de Lord Ruffington y la pone sobre la mesa. Lord y Lady Ruffington sueltan un ¡oh! de sorpresa. El cadáver de Margaret Thatcher queda inmóvil sobre la cama de los padres de Jaime.) CABEZA GEMELA MALVADA: Es comprensible vuestra sorpresa. Pero no digáis nada. Dejad que me explique. Esta historia comienza hace muchos, muchos años... Los lord Ruffingtones se remontan al siglo XIII... JAIME: No me jodas, hombre. CABEZA GEMELA MALVADA: Bueno, vale. Aunque le restaré contexto a la historia, hagamos una elipsis de unos cuantos siglos. Cuando nacimos mi hermano y yo, tuvimos que seguir con la tradición familiar por lo que respecta a los hermanos gemelos. Él sería el bueno y a mí me tocaba ser el malvado, por culpa de estas cejas. Y se me educó para serlo. Recordarás, Charles, cómo en verano tú ibas de colonias mientras que, a mí, papá y mamá me enviaban a los campos de entrenamiento de la OLP. JAIME: ¡La OLP no existía por aquel entonces! CABEZA GEMELA MALVADA: ¡No interrumpas! Lo que ocurre es que se nos daban mal las colonias y fuimos repetidores reincidentes. Antes de que se me interrumpiera, decía que se me educó para cumplir con las expectativas de nuestra familia de rígida tradición victoriana y convertirme así en el hermano patibulario. Pero, para deshonra de nuestro pobre padre y tristeza de nuestra pobre madre, yo tenía... un buen corazón. CABEZA BUENA: ¡Oh! LADY RUFFINGTON: ¡Oh! CUERPO: (En el lenguaje de los signos:) ¿Dónde está aquella intérprete? JAIME: (Bosteza.) MARGARET THATCHER: ... CABEZA GEMELA MALVADA: La presión familiar era demasiado fuerte y, en cuanto tuve edad, me fui de casa. Marché a la India, de cooperante, con la Madre Teresa de Calcuta. CABEZA BUENA: ¿De cooperante? ¡Papá nos dijo que eras asesor de Kissinger! CABEZA GEMELA MALVADA: Sí, bueno... Papá pensaba más en el honor de su familia que en su propia familia. El caso es que allí, rescatando a una anciana de un pozo, se me cayó una vaca sagrada sobre los brazos. Y por muy sagradas que sean, esas vacas pesan lo suyo. Hubo que amputar... Las dos manos. CABEZA BUENA: ¡Oh! Es cierto... Hay unas cicatrices en mis muñecas. Bueno, en las muñecas de este cuerpo. LADY RUFFINGTON: ¡Oh! CUERPO: (En el lenguaje de los signos:) Me aburro. JAIME: (Ronca.) MARGARET THATCHER: ... CABEZA GEMELA MALVADA: Volví a Europa poco después. A Leibniz. Sin manos, en Calcuta no era de ayuda. Tampoco quería volver a casa y enfrentarme con papá: no quería que supiera, que supierais, que había dado mis manos por una anciana... y que además me sentía orgulloso de ello. En Leibniz conocí al doctor Hans Adenauer, que me propuso un trasplante para recuperar mis manos y volver a la India. CABEZA BUENA: ¡Y te trasplantó las manos de un asesino! CABEZA GEMELA MALVADA: No. Eran las manos de un cura bondadoso. CABEZA BUENA: ¿Sí? CABEZA GEMELA MALVADA: Bueno, no, eran las manos de un psicópata sordomudo, pero me sabía mal darle un final tan evidente a la historia. El caso es que comencé a matar a ancianas atractivas sexualmente, cosa que me provocó pesadillas e incluso remordimientos de conciencia, pero también le di una satisfacción a nuestros padres antes de que murieran. CABEZA BUENA: A toda la familia, hermano, a toda la familia. JAIME: (Desperezándose.) Pero, bueno, ¿aún seguís aquí? ¿No pensáis marcharos nunca? CABEZA GEMELA MALVADA: Pero yo me sentía mal conmigo mismo. Yo era --¡soy!-- una buena persona. Entonces, desesperado y en libertad condicional, le pedí al doctor Adenauer que me librara de aquella condena y me trasplantara otro cuerpo. El doctor identificó a un donante compatible, mis manos lo asesinaron y la operación se llevó a cabo. JAIME: ¿No hubiera bastado con otras manos? CABEZA GEMELA MALVADA: ¿Tú eres médico? JAIME: No. CABEZA GEMELA MALVADA: Pues no hables de lo que no sabes. LADY RUFFINGTON: Muy bien dicho, cuñado. ¿Y qué ocurrió? CABEZA GEMELA MALVADA: Hubo un rechazo... Cosas que pasan. El cuerpo me sacó la cabeza y me dio una patada. El doctor Adenauer y yo decidimos que sería mejor volver al cuerpo anterior, que teníamos guardado en formol por si acaso. Pero para entonces había conseguido fugarse. Llevo semanas siguiendo su rastro de sangre, rodando e impulsándome con las orejas por toda Europa... Y finalmente lo he encontrado. Ahora hay que enroscarme otra vez y encontrar una solución. CABEZA BUENA: Un momento, un momento... ¿Y qué hay de mi cuerpo? Yo necesito un cuerpo. ¿Dónde está el mío? JAIME: Un momento, un momento... Aquí nadie va a amputar miembros, que me lo van a poner todo perdido de sangre. Además, yo sigo sin saber qué hace toda esta gente en mi casa. LADY RUFFINGTON: Ay, qué quejica, pues se ponen unos periódicos y... Cielos, llaman a la puerta. Otra vez.